Capítulo 16

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La noche era agradable, con una calma poco habitual, a pesar de la reputación de ciudad extremadamente ventosa que tenía Busan. «Cuidado con el viento, niña. Un día se te llevará la cabeza», solía bromear su padre por las mañanas, cuando Minjeong salía hacia el colegio. No era ninguna tontería: aquella exageración tenía su base, ya que era cierto que el viento la había derribado de su bicicleta cuando tenía doce años. Cayó sobre un jardín, y aplastó el premiado rododendro de la señora Solji.

Ahora Minjeong estaba junto al coche de Karina, tras haber cerrado la portezuela, y no notó ni la más ligera brisa. Pensó que tal vez la naturaleza estaba conteniendo el aliento por ella, e inmediatamente se recriminó por su desbocada imaginación. Lo único que deseaba era sincerarse con Karina, contarle cara a cara lo que sentía y acabar de una vez con aquello. Y sin embargo lo único que hacía cuando estaba con ella era ir de puntillas todo el tiempo, temerosa de perturbarla, de ahuyentarla tal vez. Aquella situación la estaba volviendo loca.

—Hermosa noche, ¿verdad? —comentó Karina al tiempo que rodeaba el automóvil, que había aparcado frente a su edificio.

—Sí que lo es.

La calle estaba prácticamente desierta, como si Karinay ella fuesen las dos últimas personas sobre la faz de la Tierra.

—Aunque algo sobrecogedora también —añadió—, con todo tan desolado. Si no son más que las ocho...

—Sí. Voy a entrar ya.

—Yo también.

Minjeong la siguió hasta el ascensor. Habían regresado en silencio. Seguía absorta pensando en el extraño —genial, pero extraño— suceso que acababa de tener lugar. Al principio ni siquiera era capaz de hablar sobre ello.

—No estuvo nada mal, ¿eh?

Karina pulsó el botón de llamada del ascensor, dio media vuelta y se apoyó en la pared.

—¡Fue increíble!

El gutural sonido de su voz hizo que a Minjeong se le erizase la piel en brazos y muslos.

—Sin proponérnoslo hemos conseguido hacer algo único —dijo Minjeong pulsando los botones del tercero y el cuarto—. Vale la pena seguir explorando, Karina. Y ¿te has fijado en la forma en que Mina se dirigía a Chaeyoung? Se han hecho muy íntimas en estas semanas.

—Parecen haberse convertido en buenas amigas, sí.

Minjeong soltó una carcajada ante la educada réplica de Karina. Desde luego, no tiene ni rastro de gaydar.

—No había nada «amistoso» en la forma en que Chaeyoung miraba a Mina, nena.

El atrevido apelativo se escapó de sus labios antes de que Minjeong tuviese siquiera tiempo de pensarlo.

Karina pestañeó pero no apartó la mirada.

—Ah, ¿no?

—No.

—Y ¿cómo la miraba?

El ascensor se detuvo en el piso de Minjeong, quien abrió la reja de un empujón para que no siguiese su camino.

—De una forma muy parecida a como te miro yo —contestó con voz grave—. Con admiración... pero también con deseo. Acercándose más a Karina, Minjeong apoyó una mano en la pared, cerca de su cabeza. —Conozco bien ambos sentimientos.

Se inclinó hacia ella y la besó en los labios. Fue un beso superficial, y no intentó ir más allá. En cambio, deslizó la otra mano por el interior de la chaqueta de tweed de Karina y la posó en su cintura, sin dejar de mantenerla prisionera de sus labios.

Sea Stone Café // Winrina // Michaeng //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora