Capítulo 6

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A Minjeong no le sorprendió en absoluto encontrarse a Karina sentada ya en la mejor mesa de la sala. Mientras se acercaba a su vecina, que la estudiaba atentamente, Minjeong se sintió extrañamente torpe, como si estuviese a punto de tropezar con la alfombra en cualquier momento y ponerse en evidencia. Sin embargo Karina, vestida con traje sastre color negro, blanquísima blusa de algodón y joyas engañosamente sencillas, proyectaba una imagen profesional y segura de sí misma, de mujer capaz de manejar cualquier situación. Incómoda con aquella nada frecuente falta de confianza en sí misma, Minjeong procuró acelerar el paso y sonrió valientemente.

—Hola, ¿llego muy tarde? —dijo soltando su larga trenza, que había quedado prisionera de la correa del bolso—. Había muchísimo tráfico.

—No te preocupes, yo acabo de llegar. ¿Te parece bien agua mineral? —contestó Karina mirándola por encima del menú y señalando los vasos de tubo.

—Gracias.

Minjeong aferró el vaso y bebió con ansia. Al dejar de nuevo el vaso casi vacío sobre el blanco mantel notó que el calor invadía sus mejillas.

—Sí, ya sé, no digas nada, no sé lo que son los modales.

—Bebes cuando tienes sed. ¿Debería parecerme mal? — preguntó Karina, enarcando las cejas al tiempo que tomaba un sorbo de su agua.

Minjeong reprimió las ganas de alisar su chaqueta de pana: tenía ya unos cuantos años, y se suponía que debía tener aquel aspecto arrugado, pero temió parecer desaliñada al lado de la imagen de la perfección que tenía frente a sí. Se preguntó si habría algo que pudiese ella hacer o decir para lograr que Karina siguiera sonriendo por siempre. Respiró hondo, elevando el pecho, y cogió el menú, localizando rápidamente su plato favorito. Le pareció que lo mejor sería decidirse por lo que ya conocía.

—Tomaré sopa de almejas, y té helado. Me espera una tarde muy atareada.

Para su sorpresa, Karina escogió lo mismo que ella.

—Parece que tenemos los mismos gustos —reconoció Karina con una breve sonrisa, antes de continuar—. ¿Sabes? No recuerdo haberte visto anteriormente por el edificio. Tu tía no parecía tener muchas visitas, aunque sí recuerdo a alguien que venía una o dos veces por semana en motocicleta.

—¡Esa era yo! —exclamó Minjeong con una carcajada—. Normalmente me muevo siempre en mi Yamaha Wildstar, si el tiempo lo permite. Taehee era la tía de mi madre, de modo que era tía abuela mía. Mi madre... nunca tenía tiempo para visitarla. Minjeong se dio cuenta de la crítica que parecía implicar aquella frase y añadió velozmente: —Mi madre tiene muchísimos compromisos. Trabaja como voluntaria para nuestra iglesia varias veces a la semana, y... Me educaron en la fe baptista. Eso empeoró las cosas más adelante.

—Lamento tu pérdida —susurró Karina, súbitamente mansa—. No pretendía parecer insensible.

—Tranquila. Taehee murió hace ahora seis meses, y ya me he hecho a la idea de que no está. De hecho, el vivir en su apartamento, rodeada de sus cosas, ayuda. Lo único que tuve que hacer fue pintar la sala y el dormitorio; por lo demás, todo está exactamente igual que cuando ella vivía allí.

Minjeong deseaba contarle más cosas a Karina, compartirlas, pues no le gustaban los secretos. «Los secretos siempre tienen consecuencias indeseadas.» Alzó la vista hacia Karina.

—Ella me aceptó tal como era, con todos mis miedos y mis defectos.

—Me alegro. Era una señora muy agradable. Nos vimos varias veces, cuando teníamos reuniones de vecinos. Fue presidenta de la comunidad durante varios años.

Minjeong recordó con cariño a su discreta tía abuela, que cuando ella era pequeña podía convertirse de repente en una terrible dictadora. Kim Taehee era paciente tan sólo hasta cierto punto, aunque Minjeong y sus dos hermanas pequeñas habían puesto a prueba sus límites varias veces. «Sin embargo, fue Taehee la que me acogió en su casa cuando mi madre comenzó con sus ridículos ultimátums.» Minjeong reprimió un escalofrío. No deseaba tocar el tema de su madre.

Sea Stone Café // Winrina // Michaeng //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora