Capítulo 10

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—¡Tienes una pinta horrorosa, chiquilla! —Gritó Jihoon desde el otro extremo de la estancia—. ¡Ese cabrón engreído te la ha hecho buena!

«Dios, ¿por qué no pones un puto anuncio en el periódico y se lo cuentas a todo Busan, imbécil?»

—Estoy bien, Jihoon. ¿Dónde está Lucas?

—Ha salido con Im, para cubrir la asamblea extraordinaria de la asociación de padres. Parece que los padres y los profesores del Instituto van a unir fuerzas.

—¡Esa historia era mía, y quiero acabarla yo! —gritó Minjeong, furiosa.

— Seunghyun lo ve todo rojo cada vez que oye tu nombre, Kim. Im se ocupará.

—¡No es justo...!

—Vete acostumbrándote. Nada es justo. Has presentado cargos contra él. No me malinterpretes, sé que lo merecía, pero no quiero que te presentes ante él por ahora.

Echando chispas, Minjeong dejó el bolso en la silla que había junto a su abarrotado escritorio.

—¿Y qué se supone que debo hacer entonces, pegar sellos?

El rollizo rostro de Jihoon se ensombreció. Cuando se lamió lentamente los labios, Minjeong reconoció las señales de tormenta inminente.

—Ándate con ojo, chiquilla. De hecho, quiero que me escribas un artículo sobre la tal Park.

—¿Quién?

—Lo más cercano a la realeza que tenemos en esta ciudad. Ese vejestorio cumplirá cien años dentro de tres días. Ella y su familia tienen una larga historia, ya sabes, es la que posee la mayor parte de la industria pesquera de Corea del Sur.

—¿Park Jihyo?

—Esa misma.

—No sólo son los dueños de la industria pesquera, sino también de media ciudad, junto con los Yu. No sabía que era tan vieja...

—El artículo venderá muchos ejemplares y nos conseguirá anunciantes si lo planteamos como un artículo biográfico sobre ella. El que escribiste sobre la Myoui te hizo famosa. Quiero que hagas algo parecido con la tipeja esta.

«¿La tipeja esta?» Jihoon era un cretino; la falta de respeto que solía mostrar hacia los demás nunca dejaba de sorprenderla. «¿Por qué no me limito a contestarle "que te jodan" y largarme de aquí?» Se mordió el labio y recogió su bolso. «Irme, ¿a dónde?»

—Necesito que cubras todos los preparativos de su cumpleaños. Se supone que será un fiestorro tremendo que dure todo el día.

—Claro. ¿Cuándo? —contestó Minjeong, preguntándose si él detectaría el tono de resignación de su voz.

—Oh, dentro de unos... treinta minutos —dijo él, después de consultar la hora en el enorme reloj de pared.

—¿Treinta? Dios, eso me deja apenas el tiempo de coger mis cosas e ir a por el coche.

«Espero que no acaben conociéndome por ese maldito Volvo.» Pasando de resignada a furiosa de nuevo en apenas un segundo, Minjeong se pasó la correa del bolso por encima de la cabeza y se aseguró de llevar el portátil, cinta virgen para la grabadora y una libreta. Se encajó una gorra de béisbol, esperando que disimulase la mayor parte de los moratones.

—¿Dónde se celebra el tal «fiestorro»? —preguntó, aunque sabía que perdía el tiempo dedicándole a Jihoon sus sutiles sarcasmos.

—En la mansión de la anciana señora, junto al embarcadero. Ya sabes, justo después del muelle.

Sea Stone Café // Winrina // Michaeng //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora