Capítulo XI

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—Puedes salir, (Tn). Es seguro —dijo Katakuri, a la vez, la ayudó a bajar de su espalda.

Se encontraban en una colina muy colorida y llena de comida de diferentes tipos. Tenían una amplia vista al mar de jugo de arándanos.

—Kat esto es... ¡es muy hermoso! —exclamó fascinada.

Todo alrededor estaba lleno de donas y galletas de diferentes sabores, sorbetes, y una gran fuente de donde salía leche de fresa.

—¿Te gusta? —preguntó encantado de verla muy animada.

—¡Me encanta! —declaró feliz y sonriente. Cuánta falta le hacía estar fuera y caminar por sí sola pero, pronto recordó algo que la hizo preocupar—. Kat... —lo miró hacia arriba—, estamos al aire libre, podrían vernos.

—No. Tranquila. He ordenado que nadie me moleste nunca en este sitio, ya que es mi lugar de preferencia para vigilar la ciudad —se puso de cuclillas—. No hay den den mushi de vigilancia y tampoco homies. Ha sido mi capricho mantenerlo así, porque puedo estar solo y no sentirme sofocado por cosas parlantes.

—Ya veo —dijo sonriente.

—Puedes comer lo que quieras —murmuró Katakuri—. La gente de mantenimiento se ocupa de reemplazar cada cosa antes de que llegue a su fecha de expiración. De hecho, hoy vinieron a cambiar todo lo que ves.

—¿Así que todo está fresco? —preguntó con una mirada llena de ilusión.

Él asintió en respuesta.

Tan pronto como Katakuri contestó a su pregunta, (Tn) se apresuró a dejar mordiscos en las donas de chocolate, y comenzó a degustar la crema batida.

Él estaba complacido de verla disfrutar del lugar. Se sentó a observarla comer a su antojo. Después, la miró cargando una enorme dona que puso frente a él, y luego, la siguió con la mirada cuando fue por otra para ella.

Ambos comieron en silencio al lado del otro.

—Esto es muy agradable —dijo (Tn) luego de un largo suspiro de tranquilidad. Estaba llena. No podía ingerir nada más—. Podría vivir aquí toda mi vida y jamás me cansaría de ver centenares y centenares de postres apilados uno sobre otro, y tantas cosas curiosas.

—Podrías quedarte.

—¿Eh? —Inquirió (Tn). Volteó hacia Katakuri.

Lo miró luciendo un leve tono rojizo sobre las mejillas. Él veía al mar de zumo de arándanos. No habría podido verla a los ojos tras plantearle lo recientemente dicho.

—Que... que puedes quedarte si quieres.

—Me gustaría —dijo, dirigiendo su vista hacia el horizonte—, pero tendría que jurarle lealtad a tu mamá y no quiero ofenderte pero, no me gusta recibir órdenes de nadie.

«Lo sé...» Pensó él.

—Si aún caso tú... se-serías la excepción —murmuró sonrojada.

—¿Ah sí? —preguntó Katakuri. Volteó hacia ella y la miró rascándose la punta de la  nariz.

—Pe-pe-pero n-no pienses nada raro e-es na-nada mas por nuestro trato.

—Sí... supongo que tienes razón —convino Katakuri. Se había desanimado un poco al tomar en cuenta cierta cosilla—. Tu naturaleza es ser libre. En cambio yo... —insinuó sin finalizar su frase.

No logró decirle que en realidad él siempre se había sentido cautivo, como si viviera en una prisión a la entera disposición de los caprichos de su madre. Ya que lo tomaba en cuenta, no podía creer que fue capaz de mantener a (Tn) encerrada durante seis largos meses y algunos días.

ESTOCOLMO  ━━ [Finalizado] 《28》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora