Capítulo IV

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«Aprovecharé que se está duchando para salir de aquí» Pensó (Tn) mientras veía a la puerta entreabierta de dicho sitio.

Caminó en puntillas con sumo cuidado de no hacer el menor ruido. Ni siquiera había empezado a girar la perilla de la puerta cuando sintió que algo la cogía por el cuello.

Pese a sus pataleos, fue llevada hasta el cuarto de baño por ese brazo que se encogía poco a poco para entonces dejarla a la altura de un par de ojos granate que la veían con seriedad.

El sitio estaba lleno de vapor, de modo que (Tn) casi no veía nada, sumando que tampoco había mucha iluminación. Ella pensó en que quizá Katakuri apagó la luz a propósito.

—Creí decirte que no salieras de la habitación, ¿o es que acaso tratabas de escapar por segunda vez? —le cuestionó, con un tono de voz tan grave que a ella le  provocó escalofríos.

—No iba a escapar —dijo (Tn). Pensaba cuál sería su siguiente línea—. Sólo... sólo quería ir por agua.

Le sorprendió hablar con normalidad a pesar de que Katakuri la tenía por el cuello, pero le asombró mucho más el sentir que la mano de éste realmente no la apretujaba, y que el agarre era gentil. Hasta le pareció que él no deseaba hacerle daño.

Ya que lo meditaba, no había recibido ningún maltrato por parte de él en todos sus meses de cautiverio. Se preguntaba el porqué de ello.

Katakuri suspiró luciendo escéptico. Pero claro que no creyó en la tonta respuesta que acababa de escuchar.

—Quédate aquí hasta que termine de ducharme —le pidió, o era más acertado decir: le ordenó, al colocarla dentro de la bañera. Del otro lado se situaba un cubículo de regadera cuyas paredes eran de cristal transparente—. O mejor aún... —la miró de pies a cabeza. Estaba parado frente a ella—, date una ducha también. Apestas.

Las aletas de la nariz de (Tn) se abrieron más de lo normal mientras inspiraba cabreada. Pensaba en que no hacía mucho que Katakuri le había dicho casi literalmente que ella era horrenda, y que no le provocaba nada como mujer, ¿y después la avergüenza diciéndole que apestaba?

Se preguntaba: ¿por qué Kuzan no la mató ese día junto a sus nakama?

Estaba convencida de que si las chicas estuviesen con vida, éstas por seguro irían a rescatarla. Le dolió saber que ni siquiera había tenido tiempo de llorarlas dado que permanecía bajo vigilancia constante, y no quería por ningún motivo mostrarse vulnerable en presencia de Brûlée, mucho menos frente a Katakuri.

Ya que (Tn) no se movía ni un centímetro de su lugar, y continuaba mirándolo de manera desafiante, Katakuri la cogió del brazo y le arrancó la bata de hospital.

—¡Suéltame idiota! —exclamó ella, apartando el brazo de Katakuri de un manotazo.

—Dúchate. En realidad apestas.

(Tn) rechinó los dientes. Le molestó que él se lo recalcara. Se preguntaba si de verdad apestaba, porque desde luego, tan sólo tenía tres batas de hospital con las que vestirse —bueno, Katakuri acababa de romper una, le quedaban dos—, pero siempre se ocupaba de mantenerse limpia y fresca pese a la prenda que usaba.

Se sentía de alguna manera: humillada. No. ¡Más que humillada! Aparte de todo, ahora estaba desnuda frente al tipo. Su consuelo era que su cabello le cubría los pechos mientras ella se encargaba de ocultar su parte frontal con las manos. Además, ayudaba mucho el hecho de que en realidad había bastante vapor y poca iluminación en el sitio.

Katakuri abrió el grifo de color dorado al pie de la enorme tina cuya blancura sobresalía en la poca oscuridad. Él se fue hacia la regadera. Estaba de espaldas a ella.

ESTOCOLMO  ━━ [Finalizado] 《28》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora