Capítulo II

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Abría los ojos con gran pesadez después de haberse desmayado tras su salida a través del segundo espejo. Se encontraba en una habitación enorme, acostada en una cama gigantesca. Observó a su alrededor, y notó que Brûlée estaba en una esquina, comiendo galletas que sacaba de un empaque una seguida de otra sin apartarle la mirada; la veía con ojos de sospecha y curiosidad.

—¿Qué me pasó... Brûlée? ¿Dónde estoy? —Le preguntó confundida.

—Te desmayaste —respondió ella—. Estamos en la recámara de Katakuri Onii-chan.

(Tn) guardó silencio por unos instantes en los que continuó mirando a su alrededor.

Todo era exageradamente amplio e iluminado, y no se podía omitir el tamaño absurdo de cada cosa; los espejos, los pocos cuadros elegantes, las ventanas de cristal, las cortinas, las cómodas, el armario en la pared, las lámparas...

—Pensé que iba a matarme, entonces, ¿por qué traerme a su habitación?

—Bueno... —comenzó Brûlée. Exhaló. Se acomodó mejor en el sillón unipersonal, y dijo—: no sé cuáles sean sus planes contigo, pero nadie más que él, un doctor, una enfermera, y yo, sabemos de tu estadía aquí en la isla. —Contestó, sin dejar de comer.

Brûlée lucía algo espeluznante, tanto, que ni siquiera parpadeaba mientras continuaba vigilante, sin dejar de comer cual fuese la golosina que sacara de una bolsa de dulces que mantenía sobre las piernas.

A pesar de observar el extraño comportamiento, (Tn) no sintió desagrado, aunque el hecho no cambiaba con el paso de las horas.

(Tn) se puso a pensar en que habían pasado quince días desde que llegó a ese territorio. Ignoraba cuántas horas más transcurrieron desde que se desmayó al salir de mundo espejo, sumando el tiempo que estuvo siendo arrastrada por las olas del mar hasta llegar a la isla. Lo que sí sabía, era que moría de hambre, pero su orgullo no le permitía pedir comida.

Más horas transcurrieron, y su estómago no paraba de rugir. Tenía sed, pero tampoco pedía agua.

Brûlée continuaba callada, observando desde la esquina de la enorme habitación.

—Entiendo que Katakuri te pidió que me vigilaras, ¿o me equivoco? —Inquirió, para acabar con el interminable silencio.

Brûlée asintió en respuesta. Ahora tenía un espejo en sus manos.

—¿Para qué es el espejo?

—Tengo que estar alerta por si decides atacarme.

—No te atacaré, Brûlée Nee-san... Ni siquiera tengo la fuerza suficiente como para mantenerme en pie. —Le sonrió con amabilidad—. Además, me caes bien.

Los labios de Brûlée se separaron algunos milímetros; estaba sorprendida por lo escuchado recientemente. Iba a contestar algo, pero en ese momento Katakuri llegó a la habitación.

«Ya está. Hora de morir...» Pensó (Tn).

—¿Onii-chan? —murmuró Brûlée casi inaudible. Hubo cierto detalle que no se le escapó al ver el empaque que él ponía en la esquina de la cama, cerca de los pies de (Tn)—. ¿Acaso tú...?

—Debes tener hambre —comentó Katakuri, mirando a (Tn) con gran seriedad—. Qué esperas? Come.

(Tn) sintió que los ángeles habían escuchado las plegarias de su estómago, aunque no sabía si debía comer o no.

ESTOCOLMO  ━━ [Finalizado] 《28》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora