Capítulo X

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—¿Salir de aquí? —inquirió (Tn). Su semblante se fue apagando poco a poco. Ella no quería irse, aunque tampoco encontraba la manera de hacérselo saber a Katakuri—. ¿Adónde?

Él hizo un gesto de desconcierto, aunque pronto supo que deseaba sacarla a pasear antes de dejarla en libertad. Quería pasar un momento a su lado, en el que no estuviese presente la sensación de cautiverio que propiciaban esas cuatro paredes.

—A conocer un poco de la isla —respondió él. La veía con dulzura.

(Tn) casi suspiró llena de alivio a la vez que esbozaba una tierna sonrisa. Ella y Katakuri sostuvieron la conexión visual por un efímero instante en el que intercambiaron cierta chispa de ilusión. Después, voltearon hacia direcciones opuestas.

—Pero Kat, ¿cómo se supone que vaya si todo está bajo estricta vigilancia por las piezas de ajedrez y cada cosa que denominaste como «homie»?

—Tú no te preocupes por nada y deja que yo me encargue de eso.

—Pero tampoco tengo algo que usar más que tus camisas; aunque para mi estatura... —se sonrojó a la vez que bajaba la mirada—, hasta las que te quedan más ajustadas para mí son como un vestido exageradamente grande y holgado.

—L-Lo siento —dijo él, ocultando su rostro en la bufanda. También se había sonrojado al igual que (Tn)—. Todo lo que he tenido para ti son las odiosas batas de hospital y mis camisas.

—No, Kat —murmuró (Tn).

Se puso de rodillas y avanzó en esa posición sobre el colchón de la cama, hasta quedar a la orilla, donde lo miró hacia arriba. Él estaba a pocos pasos de distancia.

—Podríamos ir a comprar algo para ti —sugirió sin mirarla a los ojos—. Debes odiar mis camisas y creo que definitivamente no te sientes bien con ellas porque son muy grandes para ti. Tal vez es una mala idea invitarte a dar un paseo porque no tienes nada que usar... —le dio la espalda. No pudo mantener la conexión visual dado que recordó que ella no llevaba ropa interior por debajo de la prenda.

—No odio tus camisas, de hecho, yo no necesito nada más que tus camisas, Kat —soltó (Tn) repentinamente. Sintió la necesidad de convencerlo de que las cosas no eran como él las creía. Se puso de pie y apretó los puños mientras respiraba profundo para coger valor y así poder decirle—: ¡Me gusta usar tus camisas!

(Tn) se sorprendió por lo dicho ya que había sonado menos «extraño» en su cabeza, o eso pensaba. Notó que las orejas de Katakuri se habían teñido de rojo. Creyó que lo había incomodado.

«¿No odia mis camisas? ¿No necesita nada más que mis camisas? ¿Le gusta usar mis camisas?» Meditó mirando al piso.

No encontraba el valor para voltear. No lograba controlar, mucho menos suprimir esos extraños pensamientos que le decían que (Tn) en realidad se sentía muy cómoda con él pese a las circunstancias.

—Bu-bueno...yo n... he... esto...

Katakuri se rascó la sien con el dedo índice. No sabía qué decir o qué hacer, ya que tampoco era su intención que cualquier cosa que saliera de su boca fuese malinterpretada hasta el punto de incomodarla.

(Tn) por su parte creía firmemente que su comentario estuvo fuera de lugar, aunque su cometido no era sonar como una loca ofrecida o algo por el estilo.

—E-es un alivio que no te moleste usarlas —Fue lo único que se le ocurrió decir.

—Bu-bueno... m-me gustaría salir contigo —se tornó aún más roja—. Di-digo: me... me gustaría dar un paseo por la isla pe-pero podrían verme.

ESTOCOLMO  ━━ [Finalizado] 《28》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora