-Samuel-
—¿Eres Samuel Guerra?
Parpadeo y me veo obligado a asentir. La chica frente a mí me dedica una sonrisa reconfortante y se hace a un lado.
—¡Genial! Pasa.
La observo una última vez antes de hacerle caso y adentrarme en la estancia. El corazón me bombea fuerte dentro del pecho, pero no lo puedo controlar. A fin de cuentas, es un día muy importante: hoy empiezo mi primer trabajo. Es una fundación privada que cuida a perros abandonados y se dedica a buscarles un hogar. Me han contratado para atender los cuidados más básicos de los animales. El salario no es mucho, pero es más de lo que podría pedir al no tener experiencia.
Desde hace unos días no puedo quitarme de encima la sensación de que voy a meter la pata, y eso que ni siquiera he empezado a hacer nada aún. Debo calmarme. Suspiro e intento controlar los nervios a medida que avanzo por el pasillo junto a la chica de pelo rizado y piel morena que me ha dado la bienvenida.
—Soy Abigail y también trabajo aquí. Si tienes miedo quítatelo de encima, los perros lo huelen.
Me quedo mirándola en silencio y ella rompe a reír.
—Es broma. Aunque es cierto que con algunos hay que tener cuidado. Ven, te voy a explicar unas cuantas cosas.
La sigo hacia una estancia donde tienen varias jaulas para los animales. Me da bastante pena verlos encerrados de esta manera, pero Abigail me explica que es para dormir y en ciertas ocasiones como la de hoy. El resto del tiempo los tienen en un parque especial colocado en el jardín de la parte de atrás. La chica me explica todo sobre los cuidados, los horarios y las comidas que son especiales para cada perro.
Abigail me da un uniforme de color azul idéntico al suyo y una placa con mi nombre. Me da vía libre para cambiarme en los baños —el uniforme no tiene una capucha, qué pena— y cuando salgo la sigo hasta otra habitación. Según me dice, es hora de bañar a los perritos y me va a ayudar para que aprenda cómo hacerlo. Saca a un bulldog francés de pelaje oscuro llamado Frank de la jaula y lo coloca en una bañera gigantesca que tienen. Nos rodean todo tipo de productos, los que hay que escoger con cuidado según la raza y el pelaje. Por suerte, hay un álbum con los expedientes de los animales que especifican qué les viene bien y qué no.
—¿Tienes mascotas? —me pregunta la chica mientras abre el grifo y el agua se calienta.
—Sí, un Beagle —respondo casi en un susurro mientras acaricio a Frank—. Se llama Ben y es un cachorro. Apenas lleva en mi casa unos meses.
—Aquí tenemos un par de esa raza, son adorables.
Empieza a mojar al perrito con el agua y me indica los botes que debemos usar. Me deja que use un cepillo que es un dispensador para el champú y que utilizo para aplicárselo a Frank. Me quedo asombrado por la tranquilidad que mantiene el perro.
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Llámalo como quieras [✔]
General FictionSamuel ama el silencio, excepto cuando tiene sus auriculares puestos. Isaac lleva años conviviendo con el ruido y está acostumbrado a él. Samuel apenas sale de casa y su habitación es su refugio. Isaac tiene dos trabajos y pasa más tiempo fuera que...