[21] Treacherous

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-Samuel-

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-Samuel-

Hoy es el primer día en el trabajo que me toca estar solo. Sí, solo, sin la ayuda de Abigail. La mayor parte de mis nervios se debe a la posibilidad de meter la pata y que me despidan. ¿Y si pierdo las llaves del recinto? ¿Y si se me escapan los perros? ¿Y si se me olvida hacer algo esencial y perjudico a la empresa? La culpa caería al completo en mí.

No obstante, la tarde va sobre ruedas. Ningún animal se ha comportado distinto a como normalmente lo hacen cuando estoy con mi compañera y he podido manejarlo bien. Incluso me permito tararear una canción bajito mientras baño a los perros y les doy mimos. Una vez termino, empiezo a prepararles la comida en los cuencos y a limpiar mientras me pierdo en mis propios pensamientos.

—Por cierto... Quería aprovechar para decir que me sigues gustando. Y mucho. Para que no se te olvide.

Este ha sido mi recuerdo número uno desde hace semanas: la declaración de Isaac. Mi cabeza es un debate constante entre si debería creerle o no. Sé que él jamás mentiría sobre algo así y también sé que tenemos algo, algo íntimo que se escapa de cualquier descripción que pueda hacer con palabras y que solo él y yo sabemos. No obstante, mis inseguridades obstaculizan el camino como muros inmensos de piedra que resultan incapaces de atravesar. ¿Cómo me puedo permitir pensar en un futuro con él si ni siquiera sé si voy a tener un futuro propio?

Desde que eso pasó, me he limitado a no pensar en el futuro. Todo en mi cabeza es pasado. Hace mucho que no sueño con lo que pueda pasar el próximo día, mes o año. Es como si mi vida hubiera acabado a los quince y lo que he experimentado hasta ahora hayan sido las experiencias de otra persona. Porque sí, el Samu de hace nueve años comparte similitudes con mi yo de ahora, pero últimamente se me antojan hasta personas distintas.

Isaac no se merece a alguien como yo. El problema es que es muy fácil dejarme llevar cuando estoy cerca de él. Me permito abrirme, contarle cosas que casi nadie sabe —como lo del grupo de apoyo— e incluso dejo que me bese. Y por muy bien que se sienta, soy consciente de que no me lo merezco. No he hecho nada bueno en este mundo para ganarme su cariño, sino todo lo contrario.

Estos días he estado pensando en la posibilidad de contárselo. La historia entera, con pelos y señales. Luego recapacito e imagino cómo cambiará su perspectiva de mí, lo mucho que llegará a odiarme, y descarto la idea de inmediato. No puedo hacerlo. Ni siquiera Alejandro lo sabe y cada vez que he intentado explicárselo la garganta se me cierra con un nudo desagradable y soy incapaz de hablar. Además, sigue demasiado vivo en mis recuerdos como para exponerlo de manera correcta en voz alta.

Estoy sacando a los perros al jardín para que empiecen a comer cuando escucho el timbre de la entrada. El cuerpo se me tensa en el momento justo en el que recuerdo de quién se trata. Abigail me advirtió que el veterinario vendría esta semana a revisar a los animales como parte del chequeo mensual. Qué mala suerte que sea justo hoy ya que no tengo mucha energía para socializar. Ni hoy ni nunca.

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