[22] Never grow up

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-Isaac-

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-Isaac-

—Pásame el típex, porfa.

Samu se estira para alcanzar el objeto que se encuentra dentro de mi estuche y me lo entrega. Nuestros dedos se rozan al intercambiarlo y no puedo evitar quedarme mirándole. Pasa un rato hasta que el chico se percata de que me estoy fijando en él.

—¿Pasa algo?

—Sí, tengo un problema.

—¿Cuál? —pregunta con esa inocencia suya y ajeno a mis pensamientos indecentes.

—Que teniéndote delante no puedo concentrarme en el temario.

El rubio se ruboriza y huye de mi mirada. La fija en su propia libreta, llena de apuntes pero también de dibujos y garabatos por aquí y allá.

—Deberías concentrarte —recomienda tras aclararse la garganta—. El examen es mañana y cuenta casi la mitad de la nota final.

—Lo sé. Pero, como te he dicho, eres una distracción.

Suspiro y me vuelvo a tumbar en el suelo. Samu siempre me ofrece una silla, pero la alfombra suave del salón es mucho más cómoda. Él no tiene problema con que nos traslademos al suelo. De hecho, se ha convertido en una especie de costumbre. Siempre que me siento o me tumbo aquí él termina haciendo lo mismo, ya tarde unos minutos o el día entero. Me gusta pensar que nos atraemos mutuamente de una manera casi física.

Todas mis pertenencias están ordenadas en mi estuche, al contrario que las de Samu, que tiene numerosos bolígrafos, lápices y materiales escolares desperdigados por el suelo. Por suerte, Ben ha aprendido a ignorarlos. Solo busca caricias de vez en cuando y luego se va a su cama a roncar la mar de tranquilo. Y hablando sobre la cama...

—Se le está quedando pequeña —comento señalando con la barbilla al cachorro.

—Ya, siempre se me olvida comprar otra —confiesa él con la vista todavía fija en su cuaderno—. Esa se la regaló Ale y es muy especial, pero pronto necesitará otra. Está enorme.

—Oye, no digas eso con él delante. Puedes herir sus sentimientos.

Samu suelta una risa que es música para mis oídos y yo me acerco a darle un achuchón al animal. Observo el collar que compramos en conjunto hace poco en el que figura su nombre y sonrío. Cada vez que estoy con este perro no puedo evitar considerarlo nuestro de alguna forma, de Samu y mío. Sé que vive con él, pero estoy demasiado apegado a él como para verlo como una mascota cualquiera.

—¿Sabes qué me gusta pensar cuando estamos con Ben? —pregunto de repente sin poder reprimirme a mí mismo.

—¿El qué? —cuestiona con verdadera curiosidad.

—Que para él somos sus padres.

La frase se queda colgando en el aire mientras Samu se pone rojo y yo sonrío. Me encanta provocarlo de esta manera. Supongo que intento averiguar hasta dónde es capaz de aguantar sin tener que salir corriendo.

Llámalo como quieras [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora