-Isaac-
Por lo general, los jueves no me suelen gustar mucho. Tengo bastante trabajo y acabo exhausto. Sin embargo, hoy es diferente. Uno de los niños a los que le doy clases está enfermo y la ha cancelado. A las cuatro ya he terminado y estoy de vuelta en casa. Es tan inusual poder pasar la tarde todos juntos que mi familia decide celebrarlo de la forma más simple: haciendo galletas caseras.
—¿Están ya? —pregunta el insistente Adri, de cuclillas y peligrosamente cerca del horno. Lo aparto con delicadeza y lo subo a mis hombros.
—Quedarán como mucho cinco minutos.
—Tenemos hambre —dice Eva desde el otro lado de la estancia, donde está reorganizando como por quinta vez los imanes y las fotografías que decoran el frigorífico.
—Parece que no os damos de comer —se queja mamá, apoyada en la encimera y bebiendo del que debe ser su cuarto café del día. No la culpo, para cuidar de estos dos hay que abastecerse de bastante energía.
—¿Podemos ponernos los disfraces de mientras?
—No, Adri. Esos son para mañana.
—¡Pero son muy bonitos! —lo apoya Eva sin siquiera mirarnos a ninguno. Está contemplando una de las fotos con más atención que las otras.
No me da tiempo a hacer nada. Mi niña me mira por unos segundos y vuelve a colocar la foto donde estaba con ayuda de un imán.
—Mamá es muy guapa.
Me tenso sin poder evitarlo. Intercambio miradas con mi madre, quien suspira y la anima a terminar con la decoración. Al menos me alivia que ya no hablen sobre su madre en pasado. Fue complicado que lo entendieran, pero parece que ya lo hacen.
—¿Vendrá algún día a vernos?
Esa pregunta es la que más temo. No porque quiera mentir a mis hijos, sino porque ni yo mismo sé la respuesta.
—No tengo ni idea, cariño. —Le hago un ademán para que se acerque y bajo a Adri de mis hombros para poder agacharme y rodear a los dos con los brazos—. Mamá decidió irse, pero yo estoy aquí. Estando juntos no necesitamos nada más.
Sé que son muy pequeños para sumergirse en estos temas, pero prefiero ser transparente desde el principio. Me lo agradecerán en el futuro.
—Venga, a sacar las galletas del horno —apremia mamá salvando la situación. La atención de los bichitos vuelve a la merienda y le agradezco con la mirada.
Las sacamos del horno, dejamos unos diez minutos para que se enfríen y las reparto en platos individuales. Preparo café para mi madre y para mí mientras que mis hijos toman chocolate caliente. Nos sentamos a comer en la mesa del salón y no me contengo: saco el móvil antes de atacar las galletas y les hago una foto para mandársela a Samu.
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Llámalo como quieras [✔]
Fiction généraleSamuel ama el silencio, excepto cuando tiene sus auriculares puestos. Isaac lleva años conviviendo con el ruido y está acostumbrado a él. Samuel apenas sale de casa y su habitación es su refugio. Isaac tiene dos trabajos y pasa más tiempo fuera que...