-Isaac-
Todavía queda bastante para el concurso de disfraces, pero si por algo se caracterizan mis hijos es la impaciencia. El piso está lleno de purpurina, trozos de tela por el suelo en los que he terminado enredado más de una vez y varias máscaras por metro cuadrado. Sí, se puede decir que la verbena es el evento favorito de mis hijos.
Solo hay un pequeño inconveniente: Eva y Adri insisten en llevar sus disfraces las veinticuatro horas del día. Ya el año pasado les advertí que no podrían llevarlos cuando vayan al colegio o para dormir, pero no veo el problema con que los presuman el resto del tiempo. Al fin y al cabo son niños, ¿verdad? Deben ser lo más felices posible y mientras eso esté en mi mano haré todo lo que pueda por complacerlos.
Eso sí, a veces resulta algo tedioso tener que lidiar con esta ropa del demonio. Es por la tarde, he venido de trabajar y como padre responsable que soy me he visto en la obligación de hacerle un favor a mi hijo y arreglarle su disfraz favorito.
—Se ha pisado la capa como ochenta veces —señala mi madre desde el sofá. Aparto los ojos de Adri por unos segundos para mirarla con sorpresa fingida.
—No me digas. —Le muestro parte de la capa y expongo las pisadas de zapatos marcadas en la tela negra. Adri ríe.
—Mi niño, eres el vampiro más torpe que he conocido nunca.
—Pero es parte de su encanto —aclaro con una sonrisa orgullosa. Adri suelta otra risita y lucha para zafarse de mis intentos de coserle el agujero del disfraz—. Oye, puede que seas un monstruo chupasangre, pero hay una criatura a la que deberías tenerle más miedo que a ti mismo: tu padre.
—¡Papá, este año podrías disfrazarte del Doctor Dufansmi! —chilla Eva desde el otro extremo de la estancia, tan emocionada que se le caen las alas de hada y se ve obligada a recogerlas. La serie favorita de ambos es Phineas y Ferb, por supuesto.
—Doofenshmirtz —corrijo como por décima vez en el día de hoy, a pesar de que sé que seguirá diciéndolo mal—. Y no es mala idea, la verdad. Aunque había pensado en disfrazarnos los cuatro en conjunto.
—¿Los cuatro? —Mi madre frunce el ceño y yo río.
—Si yo caigo tú caes conmigo, mamá.
—¡Seamos vampiros! —pide Adri intentando dar saltos, pero limitado por mi agarre en su capa. Juro que este niño tiene una obsesión por los vampiros.
—¡No, de piratas como Jack Sparrow!
—¿Cómo sabe Eva quién es Jack Sparrow? —interrogo a mi madre, quien se ha desentendido de la situación y ha devuelto la atención a su café.
—Vimos Piratas del Caribe el otro día.
Hago una mueca de ofendido.
—¿Sin mí?
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Llámalo como quieras [✔]
General FictionSamuel ama el silencio, excepto cuando tiene sus auriculares puestos. Isaac lleva años conviviendo con el ruido y está acostumbrado a él. Samuel apenas sale de casa y su habitación es su refugio. Isaac tiene dos trabajos y pasa más tiempo fuera que...