Llámalo como quieras [✔]

[9] Gorgeous

-Samuel-

Isaac no ha venido a clase hoy.

Sé que parece que lo único en lo que pienso es él, pero juro que no es así. Al menos una parte del tiempo. La otra sí que me la paso recordando nuestras conversaciones, ahora más aún considerando que también hablamos por mensaje.

Debo admitir que mandar ese primer mensaje fue todo un reto. Si tardé en hacerlo fue porque no podía dejar de comerme la cabeza pensando en cuál era la mejor forma de iniciar la conversación. Y sí, el proceso se extendió varios días. Isaac debe pensar que soy idiota. Aunque si todavía sigue hablándome después de todos los impedimentos que he puesto, dudo que deje de hacerlo así como así.

Tampoco te confíes.

Sabes de primera mano que cualquiera puede abandonarte sin previo aviso.

Cierro los ojos y respiro profundamente. No es el momento ni el lugar adecuado para esto. Reprendo a mi mente y vuelvo a la realidad tras parpadear varias veces seguidas. Estoy en clase con una silla vacía a mi lado y alumnos sentándose y hablando entre ellos a mi alrededor. A decir verdad, es como transportarse a aquellos días en los que Isaac dejó de hablarme. Esos que se parecían tanto a mis años de adolescencia en el instituto. Los días que hicieron que odiara este sitio.

Aprovecho que la profesora aún no ha llegado para hurgar en mi mochila y sacar el móvil. Reviso la última conversación que tuve con mi compañero de mesa —todavía no me atrevo a llamarlo amigo, aunque sea para mí mismo— y la leo una y otra vez. Me dijo que le había gustado mucho la canción que le había recomendado y que iba a intentar tocarla en el piano. No sé cómo sentirme al respecto.

Llevaba unos días obsesionado con Enchanted —más de lo normal, pues siempre estoy obsesionado con las canciones de Taylor— y todo es a causa de la letra. Decir que me siento identificado es quedarse corto. No sé todavía definir el tipo de efecto que Isaac tiene sobre mí, pero si me viera forzado a describirlo con palabras usaría esa canción.

Ni siquiera sé cómo fui capaz de enviársela. Bueno, sí que lo sé: mandé el enlace, lancé el teléfono bien lejos de mí y no volví a revisarlo hasta el día siguiente. Me daba pavor su reacción. A pesar de todo, no fue mala. Parece que no ha pillado la indirecta más directa de toda la historia de las indirectas. Mejor para mí, no sé en qué estaba pensando.

Suspirando una última vez bloqueo el móvil y lo guardo en uno de los bolsillos de la mochila. ¿Por qué no habrá venido Isaac? Quizás está enfermo. O se ha quedado dormido. O se ha cansado de mí y no encuentra otra forma de decírmelo que faltando a clase.

Eso es lo más estúpido que has pensado en mucho tiempo.

No todo gira en torno a ti.

Por doloroso que sea aceptarlo, mi conciencia tiene razón. Aparto estos pensamientos de mi cabeza y me acomodo en el respaldo de la silla. Pasan unos minutos en los que varios alumnos llegan y se sientan en sus respectivos asientos. Para mi sorpresa, una figura se detiene a mi lado y me sonríe.