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—Pensé que el sur de Georgia era una región dejada de la mano de Dios, pero no cabe duda de que este lugar le supera.

Habían viajado durante horas por estrechos caminos que se insertaban en lo más profundo del monte, atravesando llanuras y cruzado docenas de arroyos, sin ver una casa ni señal alguna de asentamiento humano. DongWook conducía el carromato, y Jinki estaba sentado a su lado. ChangMin cabalgaba junto a ellos. Entreteniéndolos constantemente en el torrente de su cháchara ingeniosa.

—En mi región hay increíbles montes de zarzas, pero nada comparado con esto —contaba Max, señalando la imponente espesura que se extendía a lo largo de kilómetros—. No puedo entender cómo las vacas entran y salen de ahí con los cuernos que tienen. Mi madre tuvo hace tiempo una vieja vaca lechera con los cuernos del tamaño del rabo de un cerdo. Se enredó en una mata de glicinia y se rompió el cuello. Fue una pena. Nunca volvimos a tener una vaca que diera una leche tan cremosa.

DongWook apenas escuchaba las historias de Max. Sólo era consciente de la cercanía de Jinki y la reciente revelación de que su decisión de permanecer soltero no era tan firme como había pensado.

Nunca había visto a Jinki más encantador ni deseable. No sabía si achacarlo a que iba a perderlo o a que su ropa se ceñía a su cuerpo con una reveladora intimidad. Una hilera de botones que subía hasta el escote preservaba su pudor, pero su torax se delineaba como nunca. Su postura erguida no hacía más que aumentar la presión contra las costuras.

La tentación de cubrir su pecho con las palmas de sus manos era casi irresistible.

Odiaba sentirse dominado por su lascivia, pero si bien Jinki se encontraba sentado a escasos, y provocadores centímetros, no había nada que hacer.

Aunque les separaran miles de kilómetros de distancia, él seguiría sintiendo la tensión que había entre ellos. El mantenía un obstinado mutismo, por lo que no se atrevió a romper su silencio. Había dejado muy claras sus ideas la noche anterior. Él por el contrario, sentía que no había dicho lo suficiente.

Le había hablado de su admiración, de que el le gustaba, pero no del dolor que le causaría su partida.

No podía habérselo dicho, porque no lo supo hasta aquella mañana. Hasta que el salió de la casa cargando sus bultos, no sospechó la verdadera magnitud de su decisión. No esperaba alegrarse de su partida, pero tampoco sentir el deseo de arrodillarse y rogarle que se quedara.

Quizás el estaba en lo cierto, y él nunca sería feliz, si no se casaba, pero no tenía otra alternativa. De modo que a ninguno de los dos le serviría de nada saber que querían la misma cosa pero no podían tenerle. Lo mejor era separarse lo más pronto posible. El dolor sería más llevadero de aquella manera. Y había dolor. Y rabia también, a raudales. A estas alturas ya debería estar acostumbrado, pues toda su vida había sido una sucesión de promesas sin cumplir. Pero lo que más le dolía era saber que el se marchaba creyendo que él sólo sentía un deseo carnal por el. Eso no le hacía mejor que Luke Kearney a sus ojos.

No podría soportar que le odiara a él también.

Tal vez debió explicarle por qué no podía casarse, por qué no quería una familia.

La noche anterior le pareció fuera de lugar hacerlo. Y ahora, puesto que había decidido regresar a Austin, sería injusto quebrantar su determinación.

Y sabía que el debía marcharse.

Había permanecido despierto toda la noche buscando otra solución, pero no la había. Contratarían otro criado, alguien que no tuviera conexión alguna con el Ejército de la Unión.

El ejército. Curioso. Cuando regresaba a casa desde Virginia, había pasado semanas repasando mentalmente los fuertes de la región, intentando dilucidar cuáles le ofrecían las mejores oportunidades de ascender. Cuando pidió información sobre Texas, no se le ocurrió preguntar por el ganado ni por los ranchos, sino que se interesó por las guerras con los indios, por los fuertes y por los hombres que estaban al mando de éstos. Una vez que llegó a casa y comprendió que pasaría algún tiempo antes de poder partir, lo que más le inquietó fue saber que cuanto más tiempo esperara, más difícil sería forjarse una carrera.

Jinki ( Libro 1 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora