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Por el novio —propuso un desconocido, ofreciéndole una bebida a DongWook—. Que Dios le bendiga con muchos hijos.

—Por el novio —repitió DongWook, aceptando la bebida sin vacilar demasiado. No tenía ningún sentido rehusar. En las últimas horas había brindado una vez por lo menos con cada hombre de Austin. Se había retirado a una esquina esperando pasar desapercibido, pero los hombres parecían encontrar su mesa a los pocos minutos de entrar en la taberna. Se acercaban a él con una sonrisa de enhorabuena en los labios y una bebida en sus manos.

Se había escapado a la taberna para intentar pensar cómo iba a manejar el deseo que sentía por Jinki sin aprovecharse de su amor por él, de su vulnerabilidad, de su generosidad. Pero en aquel momento su cerebro, aturdido por el alcohol, apenas recordaba otra cosa aparte de que su cuerpo ardía en deseos.

—No te puedes quedar aquí hasta el amanecer —le espetó Max—. Es tu noche de bodas.

—¡Ya sé qué noche es, maldita sea! —respondió DongWook, arrastrando las palabras.

Se encontraban en Golden Nugget, una de las lúgubres tabernas de Waller Creek, no lejos de las caballerizas del ejército. Era un recinto alargado, con un techo de poca altura y paredes oscuras. El espejo que estaba detrás de la barra reflejaba la sórdida luz que daban dos faroles de queroseno que colgaban en lo alto. Los clientes que jugaban a las cartas en un rincón tenían que entrecerrar los ojos para poder ver algo con la escasa luz.

DongWook no era bebedor y, en consecuencia, el alcohol se le había subido a la cabeza. Ya era demasiado tarde para arrepentirse por haber tomado esa decisión.

Demasiado tarde para tratar de explicarle a Jinki  que no había querido emborracharse, que sólo había intentado encontrar una manera de ser justo con el y también consigo mismo.

A un novio común le dolería saber que su esposo se había emborrachado una hora después de casarse. Pero teniendo en cuenta la forma en que le había propuesto matrimonio, Jinki quedaría destrozado.

—¿Puedes imaginar cómo debe sentirse Jinki, esperando en ese cuarto sin saber qué te ha ocurrido ni cuándo piensas regresar?

¿Regresar a qué? No podía ir a la habitación donde el estaba y no hacerle el amor. No era tan fuerte.

Varias veces aquella noche había estado a punto de olvidar todos sus escrúpulos y correr directamente a sus brazos. Si pudiera perderse en su amor, tal vez lograra olvidar que su conciencia le remordía sin piedad. Si pudiera satisfacer aquella necesidad física que le desgarraba hasta dejarlo en carne viva, tal vez lograra encontrar respuestas con la mente despejada.

Pero no podía hacerlo. Tenía que permanecer alejado de Jinki hasta que pudiera entregarse de manera plena y honesta a el y a su matrimonio. Era lo mínimo que le debía. Sería cruel por su parte tomar su cuerpo y rechazar sus demás atributos.

Después de todo lo que había hecho por él y por su familia, era lo menos que le debía.

—Le advertí que seguramente no regresaría hasta muy tarde, que no me esperara.

¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Decirle que esperara despierto a un esposo que no sabía si podría regresar, y que no sabía qué haría si volvía? ¿A un esposo que sabía que no debía tocarlo, pero que no se podía resistir a hacerlo?

Pensó en las numerosas noches que había soñado con Jinki, en las incontables horas que había pasado pensando en el, imaginándola en sus brazos, fantaseando que le hacía el amor y recorría cada parte de su cuerpo.

Unos pocos besos tendrían el mismo poder perturbador que habían tenido los de aquella tarde. Pero ahora no había barrera alguna, ningún temor de arruinar su reputación. A los ojos de Dios y de los hombres, el era suyo.

Jinki ( Libro 1 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora