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La débil luz de la mañana rasgó la penumbra de la habitación. DongWook se movió y abrió los ojos. No podía ver con claridad. ¿Dónde estaba? Se sintió desorientado. Lo único que sabía era que no estaba en su cama. Tenía que levantarse. Tenía que descubrir dónde se encontraba.

Al intentar incorporarse sintió un dolor punzante en el centro de su cabeza. Se la agarró con las manos y se desplomó en la almohada. Intentó levantarse de nuevo. El dolor seguía siendo espantoso. Dejó escapar un gemido. ¿Estaba herido? ¿Tenía alguna lesión que no podía recordar?

—¿Cómo te sientes?

No estaba solo. Era difícil adivinar con la cabeza martillándole de aquella manera, pero parecía la voz de Jinki. Seguramente estaba en casa. Debía estar enfermo.

Abrió los ojos otra vez. El rostro de Jinki apareció en medio de la bruma que parecía rodearlo. Paulatinamente la habitación fue tomando forma. No era su cuarto.

No estaba en casa.

—Debiste haber bebido más de lo que pensé —declaró Jinki—. Hace una hora que trato de despertarte.

¿De qué estaba hablando? Él nunca bebía. Sabía en lo que el alcohol convirtió a su padre, volviéndole irritable y cruel. Buscando siempre pelea con todos y soltando atrocidades o despiadadas calumnias. DongWook había jurado que nunca bebería.

Sin duda era Jinki el que había bebido. Nada de lo que decía tenía sentido.

—Hay una cola de gente ahí fuera esperando enterarse cómo sobreviviste al whisky y a tu noche de bodas.

Con un impacto parecido al de la coz de una mula, recordó de golpe los acontecimientos del día anterior. ¡Se había casado!

¡Y se había quedado profundamente dormido en su noche de bodas!

No sabía si echarse a reír o salir corriendo de la vergüenza.

Decidió reír. Tal vez así no se sentiría tan humillado. Pero el dolor de cabeza era insoportable. Le dolía hasta cuando movía los músculos de la cara.

—¿Qué hora es? —logró preguntar. Su voz sonaba pastosa, y arrastraba las palabras.

—Son más de las diez. Hace calor, pero va a ser un día estupendo.

—¿Entonces por qué está el cuarto tan oscuro?

—Pensé que sería mejor para tus ojos.

El se acercó a la ventana para abrir los postigos. Una luz cegadora hizo que una terrible punzada penetrara hasta el centro de su cerebro. DongWook volvió a agarrarse la cabeza, apretando con fuerza sus ojos con las palmas de las manos.

—Sí, ya lo veo, un día encantador.

Quiso parecer jovial y algo irónico, pero en realidad sonó enfadado.

Jinki se rió con dulzura.

—Imagino cómo debes sentirte, pero no te puedes quedar en la cama todo el día. ¿Crees que podrás levantarte?

Pensó que el esfuerzo lo mataría, pero debía intentarlo.

—Nos acaban de traer café.

Si el esfuerzo por levantarse no lo mataba, eso seguro que sí. Odiaba el café. Si mal no recordaba, había bebido muchísimo la noche anterior. En algún lugar había oído decir que el pecado se pagaba con la muerte. Bueno, pues él había pecado, pero al parecer los ángeles pensaban que la muerte no era castigo suficiente. Iban a mantenerlo vivo hasta exprimirle la última gota de dolor.

De nada servía posponerlo más tiempo. Tenía que levantarse. Morir en el intento sería lo mejor que podría pasarle.

DongWook se incorporó.

Jinki ( Libro 1 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora