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¿A qué distancia están de la casa? —preguntó DongWook. Miró instintivamente el camino de entrada, como si esperara verlos acercarse a todo galope.

—No lo sé. Los vimos en el robledal donde Minho caza los pavos. Max me estaba enseñando cómo cazarlos cuando los oímos —explicó Sehun.

—¿A las dos de la mañana?

—No podía dormir y Max tampoco.

—Apuesto a que estabas acribillándole a preguntas. ¿Dónde está?

—Se ha quedado vigilando.

—¿Qué piensas hacer? —le preguntó Jinki.

—Intentaré convencerlos de que se marchen. Sehun, quédate aquí a ayudar a Jinki.

—Eso no es justo. Yo quiero...

—Esto no tiene nada que ver con la justicia —lo interrumpió DongWook—. Jinki necesita tu ayuda.

Nadie cuestionaba a DongWook cuando usaba ese tono de voz, y Sehun lo sabía.

DongWook fue corriendo a su habitación. Sacó una chaqueta y llenó sus bolsillos con munición. También sacó un rifle de repuesto.

—Regresaré tan pronto pueda, pero no me esperéis antes del amanecer.

—Tendrás cuidado, ¿verdad? —le preguntó Jinki.

—Por supuesto. Hay muchas cosas que quiero hacer, y no tengo ninguna intención de permitir que los McClendon me lo impidan.— DongWook decidió ir a pie, pero no tardó en arrepentirse de esta decisión. Sus botas no estaban hechas para caminar, ni mucho menos para correr. Pero no tenía tiempo para ensillar un caballo, y tampoco quería que esos bandidos oyeran el ruido de los cascos.

No tuvo que caminar mucho. Los McClendon estaban a menos de medio kilómetro de la casa.

—¡Eh! —lo llamó Max desde un matorral que se encontraba junto al riachuelo.

DongWook corrió hacia él.

—¿Cuántos son?

—Seis. El viejo está al mando. Se acercan despacio, han envuelto con trapos los cascos de sus caballos. Quieren acercarse lo más posible para luego atacarnos por sorpresa.

—Pues bien, yo también tengo una sorpresa para ellos.

—Hay algo que debes saber. Silas está con ellos.

—¡Silas! Pero si se fue con los demás chicos a Corpus Christi.

—Debió escabullirse para regresar aquí.

—¿Por qué?

—No lo sé. Pensé que tú lo sabrías.

—¿Cómo podría saberlo? Apenas he cruzado con él más de cuatro palabras.

—Debe tener un motivo.

—Lo sé, y es lo que me preocupa.

—¿Qué piensas hacer?

—Preguntarles qué están haciendo aquí.

—¡Qué...! —Max rió entre dientes—. Seguro que esa táctica no la aprendiste en el ejército.

—No, pero ésta es una batalla que no quiero librar. Podría ser sólo un señuelo. Espero que el grupo principal no se esté acercando por detrás de la casa.

—No lo creo. No se hubieran tomado tantas molestias para que no los oyéramos llegar si intentaran distraer tu atención.

—A eso estoy apostando. Espero que tengamos razón. Ahora volvamos hacia la casa. Tendrán que coger el camino a través del monte. Cuando lleguen al cuello de botella, los detendremos. Tú te pondrás de un lado, y yo del otro.

Jinki ( Libro 1 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora