Capítulo 2

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Harry Styles es un alfa de 26 años, actual residente de pediatría del Saint Francis Memorial Hospital, quien tiene una personalidad encantadora en todos los aspectos existentes. Son pocos los que no quedan a su completa voluntad después de conocerlo.

Su facilidad de palabra y esencia auténtica lo convierten en un médico destacado que agrada a sus pacientes y a los padres de estos. Se desenvuelve naturalmente en su profesión, pues además de ser empático y carismático es muy inteligente. Se graduó de la escuela de medicina con uno de los mejores promedios de su generación, por lo que el ambiente clínico le ha sentado de maravilla para expandir sus conocimientos, todo con el propósito de dar lo mejor de sí para sus pacientitos.

Aquella tarde su jornada finaliza a las 18:00 después de hacer 36 horas de guardia, y aunque tiene mucha hambre dado que no ha probado bocado desde esa mañana, primero quiere pasar a ver a Louis.

Conoce a Louis desde el primer año de la preparatoria, donde compartieron la gran mayoría de sus clases juntos, y sólo bastó un par de conversaciones para que ambos se volvieran inseparables. O por lo menos para que Harry no se despegara de su lado.

A pesar de haber estudiado carreras diferentes en la universidad, su amistad continuó a través de los años y juntos compartieron un centenar de días soleados, nublados y lluviosos, noches de desvelos cargadas de estrés por los parciales de la escuela, o llenas de risas y recuerdos inmortalizados por fiestas y veladas en compañía de sus amigos. También, claro, pasaron por momentos grises cargados de luto y lágrimas, y una que otra pelea absurda por burlarse de los estilos de cabello de Harry o de las aberraciones culinarias del ojiazul.

Quiere a Louis como a pocas personas. Confía en él para cruzar la calle con los ojos vendados y sabe que es un sentimiento mutuo, por lo que le resulta extraño que su amigo no le comentara nada acerca de su estado de salud o de su ausencia del trabajo.

Presiente que algo anda mal. No puede explicarlo, pero desde días atrás se encuentra a sí mismo respirando más rápido de lo normal, agitado, como si en cualquier momento tuviese que echarse a correr para escapar, o quizás para alcanzar algo o a alguien.

Mientras conduce por las calles de San Francisco, siguiendo la ruta que ya se sabe de memoria hacia la casa de Louis, siente aquella sensación de agitación aumentar poco a poco.

Intenta llamar al teléfono del ojiazul cuando está a unos minutos de su calle, sin embargo es enviado directo al buzón de voz, lo que sólo ocurre cuando el móvil de Louis se descarga por completo.

De ser el caso, entonces supone que el ojiazul debe de estar muy cansado como para siquiera acordarse del aparato, quizás incluso para prepararse algo de comer. Piensa en pasar por un restaurante y recoger algo para que ambos cenen, pero sin tener idea de qué es lo que tiene Louis, no quiere llevarle algo que pueda caerle mal, así que decide que mejor le hará algo de comer ya que esté en su casa.

Una vez que llega a su destino, deja su carro estacionado afuera y se baja del vehículo, asegurando las puertas detrás de sí.

Atraviesa el pequeño patio delantero cubierto de césped verde, caminando por el sendero de grava firme que conecta la acera con un par de escalones que dan con la puerta principal, la cual está rodeada por un pequeño porche decorado con macetas de barro colocadas en lugares estratégicos, y cuyos barandales son invadidos por una variedad de arbustos de hojas rojizas plantados en el patio.

Harry toca el timbre de la casa y espera, pero no escucha el usual "¡Ya voy!" que Louis siempre contesta al instante.

Vuelve a tocar el timbre, pero esta vez anuncia su llegada.

"¡Louis, soy yo!" medio grita lo suficientemente fuerte para que se escuche hasta la habitación del ojiazul situada en el fondo de la casa, donde sabe que pasa la mayor parte de su tiempo libre, sin embargo no obtiene contestación alguna.

Hipopituitarismo - LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora