Capitulo 24

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—Entonces, ¿así vas a terminar las cosas? —dije.


Él negó divertido con la cabeza.
—Llévenselo a una celda individual, está demasiado joven como para meterlo con los grandes.
—Gracias sargento, es usted muy considerado.
—No me subestimes jovencito —me aclaró —Ahora llévenselo.

Me empujaron un poco hasta tirarme dentro de una celda que contenía una cama, y a un costado un baño.
Miré a mi alrededor y maldije por lo bajo. Otra vez caí en este agujero, y esta vez necesitaba de un milagro para poder salir de aquí. Me senté en la cama y trate de calmarme, poniéndome como loco no voy a lograr nada.
Las horas comenzaron a pasar, y se me hacían interminables. Me puse a pensar cuantos años eras lo que podía llegar a pasar en un lugar como este, y juro que llegué a desesperarme.
—Chalamet, tienes vistas —me dijeron. Levanté la cabeza y vi como mis dos amigos se acercaban.
— ¿Qué hiciste? —preguntó Max.
—Tenía que hacerlo —le dije.
—Pero ¿Acaso no te pusiste a pensar en las consecuencias? —dijo Ben. Los miré.
— ¡No, diablos, no! —Rugí, y me puse de pie —¡Ese maldito infeliz me buscó, y me encontró!
—Ese no es el problema ahora, Tim —me dijo Max —El problema ahora es que tendrás un juicio y una sentencia. Cal, puede hundirte.
—Pues que lo haga, no me interesa...
—Ambos sabemos que si te importa, Tim —dijo el rubio.
—Si, tienes razón —dije soltando un suspiro.
—Nosotros haremos todo lo que podamos, no estás solo en esto. Debo decirte que tu prima esta como loca buscando un buen abogado. —me contó Ben.
—Mi rubia prima, y yo que quería devolverla por donde vino —dije nostálgico
—Y otra que está buscando por todos lados es Lea.
—¿Lea? —pregunté.
—Sip —asintió Ben —Le dijeron que habías golpeado a su ex novio, que él estaba en el hospital y tú que estabas preso, y lo primero que hizo fue preguntar por ti.
—No sabe lo que quiere—musité.
Era por ella que yo estaba aquí adentro, pero juro que no estaba arrepentido. Y juro que todas las cosas que le dije a Cal, fueron cosas que me salieron de lo mas profundo de mi cabeza. Cosas que deseo, cosas que imagino. Lea Winkler está metida en mi cabeza de una forma que no puedo describir.

La noche se me pasó lenta en aquel lugar. No pude dormir pensando en todo lo que podía pasar si no salía de aquí. De verdad tuve que haberme controlado... pero él, él me saco de quicio. Además, ¿Cómo logró saber todo eso? Alguien estuvo hablándole a aquel infeliz de mi vida. Al día siguiente los guardias me dieron de desayunar y me dieron la noticia de que tenía una visita.
Vi como ella entraba con cuidado y con algo de asco miraba a su alrededor.
— ¿Anne? ¿Qué haces aquí? —le pregunté. Ella se acercó más a la celda.
—No sabes lo preocupada que he estado por ti —me dijo ella.
—No hacía falta que vinieras —dije mientras me ponía de pie. Fastidiado, no necesitaba su lastima.
—A pesar de que te la pases dándome celos con la odiosa de Lea, aquí estoy, Tim... Y hablando de ella, ¿Dónde está? ¿No era que si pasaba algo entre ustedes?
—Si, si pasa —escuché la voz de Cassie. Ambos nos giramos a verla, no estaba sola. Lea venía a su lado —Vamos Anne, ellos tienen que hablar de sus cosas o hacer cosas, si sabes ¿no?
—No vas a pedirme que me vaya por ella, ¿verdad? —me preguntó la rubia.
Miré a Lea y luego a Cass. Volví mi vista a Anne. Estaba muy cansado, la estadía aquí no fue 5 estrellas y Anne no podía poner sobre mis hombros decirle que se fuera de forma amable. Porque, a pesar que Lea fuera un dolor de culo, Anne no creía que la iba a escoger por sobre ella ¿verdad?
—Va a ser mejor que te vayas Anne, déjame escuchar que tienen para decir —le dije lo más amable que pude.
—Eres un mal agradecido —me dijo indignada y comenzó a caminar.
—Si, si lo es —le dijo Cass mientras caminaba detrás de ella.
Fijé mi vista en Lea. Ella solo se acercó un poco más y todavía no lograba verme a los ojos. ¿Para que viniste, Lea?
—Solo vine a decirte que ya tenemos la forma de sacarte de aquí —me habló distante.
— ¿Estás segura? ¿O también viniste a la visita caritativa? Te prometo que no estoy de humor para eso.
—Ni siquiera cuando estas a punto de terminar preso por unos cuantos años dejas de ser idiota, ¿verdad?
—Se que te preocupaste más por mí, que por Cal, al menos —le dije serio.
—No vine a hacer caridades contigo —sentenció y por fin pude ver sus ojos oscuros. Al parecer de verdad estaba enojada —Para eso tienes a otras, solo vine para decirte que esta tarde será tu juicio y declararé a tu favor. Lo único que tienes que hacer es guardar silencio y confirmar todo lo que yo digo.
Comenzó a caminar, entonces me acerqué más a los barrotes.
— ¿Por qué lo haces? —le pregunté. Se giró a verme.
—Por tu prima —me respondió. Me reí.
— ¿Estás completamente segura de eso? —le dije. Me miró —Por favor, ven —le pedí. Me miró con duda y se acercó. Con cuidado tomé sus manos. Ella miró extrañada como tomaba sus manos y las sostenía, y luego volvió la vista a mí —Muchas gracias.
— ¿Por qué? —me preguntó.
—Por querer ayudarme —respondí —Aunque no sea por mi.
—Yo se lo mucho que ella te quiere —dijo sin mirarme a los ojos.
Entonces con cuidado solté sus manos para tomar su rostro. Me miró frunciendo el ceño y tratando de alejarse.
— ¿Qué haces? —preguntó nerviosa.
—Shh —le dije y despacio la acerqué más al pequeño espacio que había entre los barrotes. Acaricié su mejilla —Déjame besarte, por favor —le rogué en un susurro. 
—Claro que no —negó efusivamente mientras ponía las manos sobre las mías e intentaba alejarse.
—Por favor Lea, déjame hacerlo, lo necesito. Tuve una noche de mierda, no he dormido, la comida sabia a baño publico y... solo por favor, te lo estoy rogando, necesito sentirme tranquilo siquiera por un momento en medio de esto. Además es mi manera de agradecimiento por... —dije mientras mi mirada estaba clavaba en sus ojos.
—Yo no quiero nada de ti —aseguró rápidamente.
—¿Por qué me haces esto? — Venia a verme a este infierno, a ofrecerme su ayuda y luego se comportaba como si yo fuera la persona mas despreciable. Yo de verdad no la entendía, quería creer que ella de verdad estaba ayudándome por ser yo y no por ser primo de Cassie.
—No estoy haciendo nada, Timothee, tú eres el que hace mal las cosas —dijo.
—Por favor, déjame hacerlo. Lo necesito —le pedí. Ella volvió a negar pero no se alejó, sus manos apretaron un poco más mías que estaban sujetando su rostro —Cierra los ojos.
—No, tú cierra los ojos —dijo ella.
—Siempre lo hago cuando te beso —le confesé.
Sonreí levemente, para luego acercarme más al tiempo que mis ojos se cerraban. No iba a ser violento, ni hambriento, quería ser ¿tierno? Rocé sus suaves labios con cuidado, separándolos un poco.
—Creo que ayer fuiste muy claro cuando me dijiste que ya no me querías cerca. Bueno, lo entendí, me quedó claro. Yo quise establecer una relación amistosa, pero al parecer eso no cuadra contigo —se alejó de mi agarre. La miré algo sorprendido —Mejor cada quien por su lado, Tim.
—Lea, que...
—Ya me cansé de intentarlo contigo, , eres tan cínico, no lo comprendes. Yo no soy como Anne, que la  tratas como quieres y luego regresa como si no ha pasado nada, y además pienso que acostarse con alguien que apenas conoces es despreciable. 
— Deja que nos conozcamos mas entonces — le propuse, rogando internamente que esta vez cediera, ya no estaba seguro de si aun le estaba proponiendo esto por el sexo o porque simplemente quería pasar mas tiempo con ella.
—No, asi estamos  bien —me dijo.
Suspiré levemente.
—Entonces, ¿así vas a terminar las cosas? —dije.
— ¿Qué te parece si lo discutimos cuando salgas? —preguntó.
— ¿Por qué no ahora?
—Porque no se me da la gana, y no puedes hacer nada al respecto. Estas encerrado.
Me guiñó un ojo y comenzó a caminar para alejarse.
—¡Loco, Lea, vas a volver loco! —le grité fuerte a sus espaldas. Porque era verdad, aunque creo que ya lo estaba, primero la había dicho que no sabia si la quiera cerca y ahora volvía a rogarle por una oportunidad para meterme en sus pantalones,  necesitaba escapar de esta situación un minuto.
Suspiré y me acosté en aquella pequeña cama. Escuché que alguien corría hacia mi celda. Levanté la cabeza y la miré.
—Lo siento, se me olvidó —dijo. Una caja cayó sobre el piso de cemento desnudo. La tomé y eran cigarrillos. Volví mi vista a ella. Sonrió levemente —Solo fuma, si ya has desayunado, claro. Ahora si, adiós —se despidió y se fue.
Me senté en la cama y miré la caja entre mis manos.
No la comprendo, ¡Me es imposible! Si ella solo fuera un poco más clara conmigo, yo no estaría tan confundido.
Las horas comenzaron a pasar, hasta que uno de los guardias entró y me dio un traje que me había mandado mi prima.
Faltaba media hora para que el juicio comenzara. Me cambie y me senté a esperar a que vinieran por mí.
—Vamos, Chalamet, ya es hora —me habló el sargento.
Me puse de pie y abrieron la celda.
— ¿Cree que si vaya a librarme? —le pregunté.
Él sonrió por lo bajo y me hizo caminar un poco para entrar a una oficina.
—Pues la veo un poco difícil hijo, pero no imposible.
—Cualquier cosa, si llego a quedarme, le aseguró que no voy a ser un chico problema —dije algo divertido.
—Ya lo creo, ya lo creo —palmeó mi hombro.

Me tomaron de los hombros guiándome a la sala, como si fuera un criminal de primera clase.
De verdad deseo con todo mi corazón salir de esto, y juro que voy a comportarme. Juro que no volveré a ser impulsivo. Pero Cal también tiene que jurar no volver a tocarme las costillas con temas que no le importan.
Comenzaron a caminar conmigo y más rápido de lo que pensé llegamos al juzgado. Una puerta de madera se abrió y me empujaron levemente para que entrara.
Todo el mundo se puso de pie, ya que el juez a cargo de la causa entraba por la otra puerta. Divisé a mi prima y a Lea sentadas al lado de un Byron, mi abogado. Mi fiel abogado. Quizás mi padre se haya apiadado y lo haya contactado.
Del otro lado, divisé a Cal, sentado al lado de su abogado. Sonreí para mis adentros al ver el estado en el que estaba. La felicidad que recorrió mi cuerpo fue muy gratificante. Eso significaba que yo no había pasado una noche dentro de esta cárcel en vano.
Sentados detrás estaban Max y Ben, los miré a ambos y los dos sonrieron contentos. Algo me decía que yo ya estaba salvado.

—Comencemos —dijo el juez.
Me sentaron al lado de mi abogado y al instante mi prima me abrazó. No pude devolverle el gesto pues tenía las esposas en las manos
—El acusado, Timothee Hal Chalamet de 20 años de edad, por atentado físico al señor Cal Thomas Hood que es el demandante. Pido a los abogados que se acerquen al estrado.
Nuestros abogados se levantaron y se saludaron con una apretada de manos. Volvieron su vista al juez, dijeron algo en voz baja y Byron se volvió a sentar.
— ¿Crees que salga? —le pregunté en voz baja.
—Si creen todo lo que dirá la señorita Winkler, lo más probable es que si —me contestó.
— ¿Y qué es lo que va a decir? —dije intrigado.
—No seas impaciente —dijo Byron con una leve sonrisa.
Giré mi cabeza para mirar a Lea. Su mirada se cruzó con la mía, pero al instante la apartó.
Ella no solo es mi perdición, sino que ahora también le voy a deber la libertad.
¡Esto es increíble!

—Llamo a declarar al señor Cal Hood —habló su abogado.
Hood se puso de pie, y un poco rengo se acercó al estrado.
Se sentó y un hombre con un libro se acercó a él.
—Jura decir la verdad, y nada más que la verdad —dijo él hombre.
—Si, juro —dijo y apoyó la mano sobre el libro.
—Señor Hood, ¿Hace cuanto que conoce al señor Chalamet? —le preguntó.
—De conocerlo un año mas o menos —dijo él y me miró —De interactuar con el, un mes aproximadamente.
— ¿Tenían una buena relación?
—Ni buena ni mala, apenas tratábamos.
— ¿Qué pasó ayer por la tarde? —le preguntó su abogado.
—Yo estaba caminando por el jardín de la universidad, entonces vi a Timothee,  me acerque a él y lo saludé amablemente —dijo aquel infeliz —Entonces, comenzó a insultarme, a decirme cosas sobre... – se detuvo y miró a Lea – No importa y luego me golpeó.
—¡Eso no fue así! —rugí poniéndome de pie.
—Señor Chalamet, le voy a pedir que guarde silencio —me advirtió el juez.
Soltando un gruñido me senté en mi lugar.
—¿Entonces usted asegura que el señor Chalamet lo atacó sin motivo alguno? —le dijo el abogado.
—Sin ningún motivo —aseguró. 

Peligrosa Obsesión -Timothée Chalamet-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora