Capitulo 27

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—¿Por qué me rechazas?

Me acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé. Busqué a Gina con la mirada y despacio me acerqué a ella.
—Gina, necesito hablar contigo —le dije. Ella me miró.
—Luego continuamos muchachas —les dijo a las modelos con la que trabajaba —¿Qué sucede? ¿Todo bien?
—Gin, renuncio —solté lo que tenía pensado sin ninguna traba y deseando que no me pidiera explicaciones. La boca de Gina se abrió formando una "O" y la verdad la comprendía, era un trabajo estupendo, veía mujeres en lencería casi todo el día, un sueldo increíble, podía molestar a Lea...Lea ¿Por qué sigo pensando en Lea si ella es la razón de mi renuncia?
—¿Qué? Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres un gran asistente, Tim! —me dijo
—Gracias Gina, de verdad te agradezco mucho que me hayas contratado. Pero ahora es lo mejor para mí, antes de que la indiferencia de tu hija acabe conmigo.
—¿Quieres que la rete un poco? —preguntó.
—No, no. Eso no cambiaria mi problema —dije. Me acerqué a ella y le di un abrazo de sincero agradecimiento —Eres la mejor jefa que un chico como yo podía tener. Me hiciste sentir muy útil estos días. 
Sus ojos se humedecieron y me miró con tristeza.
—Eres un gran chico, Tim, no dejes que nadie te haga dudar eso. Incluso si es la gruñona de mi hija —me dijo y acaricio mi mejilla maternalmente.

Había perdido la cuenta del tiempo en el que no sentía a alguien viendo como Gina lo hacia, me veía como si tuviera fe en mi y supiera que no soy un caso del todo perdido, supongo que es la mirada que las mamás le dan sus hijos. Eso debe sentir Lea cada vez que su madre la acaricia o la mima.
—Adiós Gin —dije por lo bajo.
—Espera — dijo buscando en la gaveta de su escritorio — Toma, esto es tu sueldo del mes — me estaba entregando un sobre.
—No Gina, de verdad no te preocupes.
—¿Cómo que no, Timothee? Por favor, solo estoy pagándote tu trabajo.
—Ni siquiera voy a terminar este mes...faltan algunos días, no me sentiría bien recibiéndolo.
—Por favor, por lo menos dame ese gusto. Ya que no te quedas, déjame pagarte el mes.
—Pero aun no termina el mes.
—Tómalo, y no acepto un no —sentenció. Suspiré y tomé el sobre. Ella se acercó a mí y me abrazó —¿Vendrás a visitarme?
—Cada vez que pueda —le dije.
Se alejó y sonrió.
—Ya puedes irte.

Sonreí y me di vuelta para irme a quien sabe donde a despejar un poco mi cabeza y mis problema. Mejor dicho mi problema el cual tiene nombre y apellido: Lea Piernas Preciosas Winkler.
Salí de las oficinas sobre Vicky y comencé andar sin rumbo alguno. Hasta que sin darme cuenta estacioné frente al bar de Susan.
La última vez que vine aquí fue cuando Lea comenzó a bailar y termino provocando babas de todos los hombres del lugar, incluyéndome. Me bajé de la moto y caminando despacio entré.
Para la temprana hora que era, el lugar ya estaba infestado. Este era un lugar perfecto para desahogar culpas, dolores y problemas. Y no había nadie mejor que Susan para hablarlo. Ella no ponía un límite para tomar. Ella me dejaba tomar hasta que estuviera lo suficiente anestesiado, y por ese motivo era el bar más visitado de todos. Sonando los huesos de mis manos me senté en la barra. Susan me miró algo sorprendida.
—Vaya, vaya —dijo y sonrió —Hace bastante que no te veía por estos lados, Tim ¿Qué te ha pasado?
—Sírveme un vaso de vodka —le dije tomando asiento en un taburete de la barra. Ella asintió. Eso me gustaba de Susan, nunca me presionaba a mas de lo que mi boca se atrevía a decir.
Puso el vaso frente a mí y lo iba a tomar cuando mi celular comenzó a sonar. Busqué en mi bolsillo y el nombre de Lea ilumino mi cara en medio de la oscuridad del bar.
Vacilé algunos segundos en contestar, pero fue más fuerte que yo y terminé por atender.
—Hola —dije apenas.
—¿Dónde estas? ¡Te necesito! —me dijo ella. Cerré los ojos con fuerza y maldije para mis adentros.
—Supongo que no te refieres a que me necesitas por que no puedes vivir sin mí, sino a que quieres que te haga algún favor, ¿verdad? —le pregunté probando un poco de mi bebida alcohólica, quizá estando alcoholizado me hacia tratar con Lea de mejor forma y no perder los estribos tan rápido. 
—Vas entendiendo como es esto —dijo contenta.
—Bueno, como sea. Renuncie.
—Pero...
—Que tengas buena tarde —colgué el teléfono y lo apagué.
No quiero volver a escuchar su voz en todo el día. Tomé lo que quedaba de mi bebida y de un solo trago volvió a quedar vacío. 
—Entonces, Timothee ¿Quién se atrevió a romperte las alas? —me preguntó Susan. La miré y le hice un gesto para que me volviera a servir. Volvió a llenar el vaso.
—¿Recuerdas a la chica que traje la última vez? La morenita, castaña, que me llega como al codo —le dije. Ella sonrió.
—Si, si la recuerdo. Lea, ¿así se llama?
—Lea —afirmé asintiendo con la cabeza y permitiéndome saborear su nombre con otro trago de vodka, esto lo hacia menos amargo. 
—¿Qué pasa con ella?
—Se metió en mi cabeza y no hay manera, te lo juro, no hay una maldita manera de sacarla de ahí. Estoy por volverme loco, Susan. 
—¿Loco por que te persigue o loco por que no te da ni la hora?
—Ninguna de las dos.
—Entonces, ¿Cómo es la cosa?
Volví a tomar, hasta que el vaso quedó vacío. Sentí como el liquidó quemaba a su paso mi garganta, hasta llegar ardiendo a mi estomago.
—Ella quiere que seamos amigos — Y volver a admitir eso en voz alta me pareció ridículo, de nuevo. ¿En que parte del cerebro de Lea la idea de ella y yo siento amigos funcionaba?
Susan rió por lo bajo y sin que yo se lo dijera volvió a llenar el vaso.
—¿Qué tiene eso de malo?
—¡¿Cómo que tiene de malo?! —le pregunté elevando un poco mi voz —Yo no puedo ser amigo de una chica como Lea ¿la has visto? Físicamente es todo lo que me atrae, yo no puedo verla sin querer comerle la boca.
—Por ahí vas entonces —dijo divertida —Tú quieres revolcarte con ella como el adicto sexual que eres y ella solo esta dispuesta a darte su amistad.
—Si, ¿Puedes creerlo? — le dije tratando de tragarme esa idea. Imposible. 
Tomé otra vez, pero esta vez no ardió tanto como la anterior.
—¿Tú ya le dijiste que quieres acostarte con ella? —me preguntó.
—Se lo dije, se lo insinué, casi se lo grafiqué... pero aun así no hay caso.
—Entonces no es que ella no quiere acostarse contigo porque no te tenga ganas o algo por el estilo. Ella no quiere hacerlo contigo, porque tiene miedo, simple —me dijo.
Fruncí el ceño y la miré extrañado.
—¿Miedo? Lea no... no suelo hablar esto con otras personas pero, Lea no es...ella ya estuvo con alguien mas, Susan.
—¿Eres tonto de verdad o te haces?—dijo divertida —Tiene miedo de sentir algo más que placer después de estar contigo —la miré más confundido que antes —¿La has besado?
—¿Qué si la he besado? Esta clasificado como mi actividad favorita —le admití. 
—¿Cómo reaccionaba ella cuando la besabas? —me preguntó.
Comencé a dejar que mi cabeza pensara y recordara aquello. Siempre al principio se dejaba, pero luego reaccionaba... y no de la mejor manera.
—Se dejaba un poco pero luego reaccionaba y... me abofeteó un par de veces —dije y coloqué mi mano sobre mi mejilla riéndome, recordando la forma en que Lea fruncía su ceño fingiendo que no le había encantado mi beso.
—¿Lo ves? —dijo, mientras pasaba una rejilla sobre el mármol de la barra —A ella le da miedo, pavor, horror, sentir algo por ti... es más que obvio.
—Entonces, ¿tú dices que está enamorad de mi? —le pregunté totalmente confundido.
—No digo enamorada —aclaró ella —Pero que le gustas... si le gustas, digo, si al principio de cada beso cedía, no puedo pensar en que no le gustes. Pero... ¿Y tú? —me dijo subiendo y bajando las cejas. La miré.
—¿Yo que?
—¿Qué te pasa cuando la besas? —preguntó.
—¿Cuándo la beso? Y bueno... cuando la beso, ya te dije, necesito tener una cama cerca o tomar una ducha fría porque... —le dije.
—Calla, suficiente. Entonces, si te enciende solo con un beso estás metido hasta la cabeza —dijo divertida.
—¿Metido? ¿Hasta la cabeza? —dije confundido.
—Enganchado, embobado, enamorado... como sea —dijo Susan moviendo los hombros como si decir que yo estaba "enamorado" fuera asi de simple.
—No, no, no —dije con tono divertido —Yo no estoy enamorado de Lea. Yo estoy loco por tenerla. Te digo Susan, esto no se me va a pasar hasta que... — voltee a verla.
—¿Y si no se te quita? ¿Qué pasa si después de acostarte con ella eso que llamas "locura" no se te va? —me dijo.
La miré fijo por unos cuantos segundos. Ella solo quería asustarme, incomodarme, o simplemente me estaba hablando muy en serio.
—Se me va a ir —aseguré.
Volví a tomar, y ya sentí un leve mareo que confundió mis pensamientos.
—Es una mujer hermosa, Tim, se ve tan libre y tan cómoda con ser ella —dijo ella. Reí por lo bajo y terminé de tomar lo que estaba en el vaso. El alcohol, ya se me había subido a la cabeza.
—Si, es tierna, es dulce, es inteligente, es hermosa, pero ¿sabes que también es?  es diabólica, enredadora, calculadora y es muy factible que logre enredarse en tus pensamientos.
—Dime, ¿te preocupas por ella?
—¿Preocuparme? —pregunté y le hice un gesto para que volviera a llenar el vaso. Lo llenó de nuevo, y yo volví a tomar un sorbo.
—Si, preocuparte, estar muy pendiente de ella. Como por ejemplo, saber quien le habla, quien la mira, que hace, a donde va, con quien va, su salud, su bienestar...
—Puede ser —dije y apoyé el vaso en la barra —Si tal vez, he estado bastante pendiente de ella.
—Pues si, ya sabia, se notó aquella noche, en la que te la llevaste de aquí para que nadie más que tú pudiera mirarla o si quiera pensar en fantasear con ella —me dijo con media sonrisa en los labios.
—¡Ya deja de insinuar que estoy enamorado de ella! —le advertí.
Susan rió divertida.
—Me parece que voy a llamar a Ben para que venga por ti, ya estas ebrio —me dijo con una leve sonrisa.
—¡No, no necesito de nadie! —le dije enojado —Estoy bien, puedo irme solo.
—No puedes irte solo, y lo sabes —me dijo y me quitó el vaso —Ya no tomaras más por hoy.
—¿Qué pasa contigo? —le pregunté molesto —¿Desde cuando pones limites para tomar?
—Desde hoy y más si es un tal Timothee. Aun eres un bebe como para tomar hasta no recordar tu nombre —me dijo.
—Pues ¿no te parece que eso lo decido yo? —dije y quise tomar el vaso, pero ella lo alejó más de mí.
—No, ya no vas a tomar —sentenció y escondió el vaso debajo de la barra.
—Susan... necesito olvidarme de... —dejé de hablar y la miré. Ella sonrió.
—Necesitas olvidarte de Lea —terminó la frase —Pero no te la vas a sacar de la cabeza con alcohol, es más quizás el alcohol te lleve a hacer cosas que en realidad no quieres hacer.
—Solo quiero una noche con ella, sus besos, su calor...¡maldición, Susan! Quiero todo su cuerpo —hablé con la voz acortada. Ya comenzaba a salir mi parte sentimental —¿Es mucho pedir un poco de ella?
—Quizás no necesites solo un poco de ella —me dijo, la miré fijo y fruncí el ceño amargamente.
—Voy a llamarla —le dije y saqué mi celular.
Lo prendí y comencé a buscar su número.
—Tim, no creo que sea buena idea que la llames en estas condiciones —dijo e intentó quitarme el teléfono, pero no la dejé. 

Lo puse en mi oreja y esperé a que ella me contestara, mientras veía a Susan irse a atender un montón de motoristas bulliciosos. 
—¿Se puede saber en donde estas? —me preguntó al atender. Su voz pareció enviar una oleada de calor a mi cuerpo —Todo el mundo esta buscándote.
—¿Por qué no quieres estar conmigo? Una noche, Lea, es todo y ya. —le pregunté con voz ronca, mi garganta estaba seca por culpa de alcohol.
—¿Qué? —musitó atónita.
—¿Por qué no me dejas estar adentro tuyo solo una vez? ¿Acaso es demasiado pedirte un poco de placer? Somos adultos.
—Tim, Dios mío, Timothee, ¿estas ebrio? — podía oír la agitación en su respiración, pero no me importaba en absoluto. No era la primera vez que hacia enojar a Lea.
—¿Qué importa eso? Quiero que me contestes, ¿Por qué? ¿Por qué no me dejas tocarte y besarte hasta que amanezca?
—¿Dónde estás? —volvió a preguntar.
—¿Por qué me rechazas?
—Por favor, préstame un poco de atención y deja de decir tonterías.
—¡No son tonterías! —le dije exasperado —Te necesito. No tienes idea de lo mucho que te deseo, no sabes lo desesperante que es verte y no pensar en nada mas que en...
—Cállate, por el amor de Dios, cállate. Déjame ir a buscarte, solo dime donde estás —pidió en un susurro. Cerré los ojos y respiré profundamente.
—No quiero que vengas por mí, solo te quiero conmigo, en mi cama, en mis brazos, desnuda, debajo de mí...
Sentí como alguien me quitaba el teléfono, me giré a verla y suspire vencido. Perdí de nuevo, se estaba haciendo costumbre de todos modos. 
—Lea, soy Susan, no se si te acuerdas de mí, pero Tim está aquí en el bar de siempre.

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Me encanta este capitulo ggggg, disfrutenlo y mil gracias por su apoyo!

Peligrosa Obsesión -Timothée Chalamet-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora