Capitulo 17

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—Yo no quiero corromperte —dijo rápidamente.


Comencé a despertar cuando sentí unas manos sacudiéndome, me moleste en el instante hasta que recordé quien podría ser. Abrí un ojo ansioso y la miré. Ella me sonrió levemente.
—Buenos días, nana —le dije con voz ronca. Un poco decepcionado al darme cuenta que no fue la morena la que me despertó. 
—¿Se puede saber que haces durmiendo en el sillón? —me preguntó. Me senté y miré a mí alrededor.
—Mi cuarto está ocupado —contesté restregándome los ojos, y me puse de pie para ir al baño. Entré, me lavé la cara y los dientes. Salí y me acerqué a la mesada para sentarme frente a Rose 

—¿Qué hora es?
—Las doce en punto, Tim —me contestó y comenzó a sacar ollas y comida para cocinar.
—¿Tim? —escuché su adormilada voz.

Mi nana y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su rostro era una mezcla de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a mi nana. Me puse de pie y me acerqué a ella. Los recuerdos de anoche comenzaron a invadir mi mente, todavía no podía borrar la sensación del beso de Lea sobre mis labios.
—Hola, muñeca, vamos — la tome de la mano y regresamos por donde salió. 
Me giré a verla, después de cerrar la puerta.
—¿Dónde estamos? —me preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.
—En mi departamento —le contesté parándome frente a ella. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente de pie.
—¿Qué hiciste conmigo? —dijo nerviosa y sonrojándose —¡Oh, Dios! No me digas que tú y yo...
—Claro que no —la interrumpí divertido —No hicimos nada de lo que estas pensando. Te hubiera encantado ¿verdad, picara? — le dije subiendo y bajando las cejas — Y para serte sincero a mi también, pero no voy a tocarte si estas borracha.
—No, claro que no —dijo rápidamente —Además como iba a encantarme, si no recuerdo nada de lo que pasó.
—¿Nada? —pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.
—Bueno, recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza —¿Qué estas insinuando?
—No, nada.
—Chalamet —dijo mi nombre con tono de advertencia.
—¿De verdad quieres saberlo? —le dije. Ella asintió —Bueno, pues para empezar tomaste mucho por lo que supongo y espero todos tus actos fueron debido al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de verdad.
—No me digas eso —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención. Con cara de vergüenza y preocupada.
—Pusiste música en el bar, comenzaste a bailar muuuuy sexy, no tengo quejas sobre eso, me gusta verte bailar. Coqueteaste con Nick.
—¿Nick? —preguntó.
—Un grandulón, así le dijiste, que va allí siempre —le dije —Me sedujiste.
—¿Qué hice que?
—Me sedujiste, me bailaste muy pegado, tocándome, provocándome.
—Yo...
—Luego te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y bailaran junto a ti. Pero debo decir, que aun así eras la más sexy, tu trasero se veía increíble con los jeans que usabas. Luego un baboso quiso tocarte, lo puse en su lugar. ¿Qué mas, muñeca? Ah, si, te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a las vegas, nos casamos y ahora eres mi esposa. Estoy esperando que me des la noche de bodas que me merezco.

Ahora su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó sus ojos en mí, los entrecerró y me miró con recelo.
—Eso último es mentira, ¿cierto? —me dijo muy segura de ello. Sonreí divertido.
—Pensé que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia —le dije.
Sus ojos se abrieron como platos y no había visto sus mejillas tan rojas antes, como ahora. Me gustaba provocar ese efecto en ella.
—Eso es mentira —aseguró bajando la cabeza.
—No, no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo como el príncipe azul que soy, no iba a decirte que no.
—Eres un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estas diciendo que yo te besé a ti.
—¿Para que voy a mentirte? —pregunté —Si yo te hubiese besado te lo digo fuerte y claro "morena, anoche te besé, me encanto y lo volvería  a hacer justo ahora". Pero no lo hice.
—Tim, yo... si fue así entonces de verdad te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente avergonzada. ¿Qué demonios significaba eso? ¿Lo que dijo sobre que no podía resistirse a mi era mentira?
—No tienes que pedirme perdón. De mi parte, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.
Ella bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.
—¿Quién es la señora que está en la cocina? —me preguntó cambiando de tema.
Arqueé una de mis cejas ante su repentino cambio de tema. Ella ya no quería seguir hablando de eso. Sonreí levemente.
—Rose, mi nana. Viene los fines de semana para cocinarme y dejarme la comida preparada. Soy un desastre cocinando y en todo lo que tenga que ver con cosas del hogar.
—¿Así que tienes una nana? ¿Por qué no me sorprende? Y que tierno de tu parte, Chalamet —me dijo.
—Lo ves, no todo es pecado en mí, muñeca.

Peligrosa Obsesión -Timothée Chalamet-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora