Capítulo 17

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—¿Mi madre me hizo esto? —inquirió Clary, pero su sorprendida indignación no sonó convincente, ni siquiera a sus propios oídos.

—Así es, ella conocía los riesgos.

Mirando a su alrededor, vio compasión en los ojos de Jace, y en los de Alec... incluso Alec lo había adivinado y sentía lástima por ella.

—¿Por qué?

—No lo sé. —Magnus extendió las largas manos blancas— No es mi trabajo hacer preguntas. Hago aquello por lo que me pagan.

—Dentro de los límites de la Alianza —Le recordó Jace, la voz suave como el ronroneo de un gato. Magnus asintió con la cabeza.

—Dentro de los límites de la Alianza, por supuesto.

—¿De modo que a la Alianza le parece bien esto... esta violación de la mente? —preguntó Clary con amargura.

Al ver que nadie respondía, se dejó caer sobre el borde de la cama.

—¿Fue sólo una vez? ¿Hubo algo específico que ella quiso que yo olvidara? ¿Sabes lo que fue?

Magnus paseó nerviosamente hasta la ventana.

—No creo que lo comprendas. La primera vez que te vi, debías de tener unos dos años. Yo observaba por esta ventana —Dio un golpecito al cristal, liberando una lluvia de polvo y pedacitos de pintura— y la vi a ella viniendo a toda prisa por la calle, sosteniendo algo envuelto en una manta. Me sorprendí cuando se detuvo ante mi puerta. Parecía tan corriente, tan joven.

La luz de la luna pintó de plata su perfil aguileño.

—Desenvolvió la manta cuando atravesó mi puerta. Tú estabas dentro. Te depositó en el suelo y empezaste a deambular por todas partes, cogiendo cosas, tirándole de la cola a mi gato, chillaste como una banshee cuando el gato te arañó, así que le pregunté a tu madre si tenías una parte de banshee.

No se rio. Hizo una pausa. En aquellos instantes todos le contemplaban con atención, incluso Alec.

—Me contó que era una cazadora de sombras. No valía la pena que mintiera sobre eso, las Marcas de la Alianza salen a la luz, incluso cuando se han desvanecido con el paso del tiempo, en forma de tenues cicatrices plateadas sobre la piel. Titilaban cuando se movía. —Se frotó el maquillaje de purpurina que le rodeaba los ojos—. Me dijo que había esperado que nacieras con un Ojo Interior ciego... a algunos cazadores de sombras hay que enseñarles a ver el Mundo de las Sombras. Pero te había pescado aquella tarde martirizando a una hadita atrapada en un seto. Sabía que podías ver. Así que me preguntó si era posible cegarte la Visión.

Clary emitió un ruidito, una dolorida exhalación de aire, pero Magnus siguió adelante sin piedad.

—Le dije que inutilizar esa parte de tu mente podría dañarte, incluso volverte loca. Ella no lloró. No era la clase de mujer que llora con facilidad, tu madre. Me preguntó si había otro modo, y le dije que se te podía hacer olvidar aquellas partes del Mundo de las Sombras que podías ver, incluso mientras las veías. La única salvedad era que ella tendría que venir a verme cada dos años, que es cuando los resultados del hechizo empiezan a desvanecerse.

—¿Y lo hizo? —inquirió ella. Magnus asintió.

—Te he visto cada dos años desde esa primera vez... te he observado crecer. Eres la única criatura que he visto crecer, ya sabes. En mi negocio uno no es generalmente tan bien recibido cerca de niños humanos.

—Así que reconociste a Clary cuando entró —dijo Jace—. Debes de haberlo hecho.

—Claro que lo hice. —Magnus sonó exasperado—. Y fue todo un sobresalto, también. Pero ¿Qué habríais hecho vosotros? Ella no me conocía. Se suponía que no me conocía. Sólo el hecho de que estuviera aquí significaba que el hechizo había empezado a desvanecerse... y, de hecho, debíamos habernos visto hará aproximadamente un mes. Incluso pasé por tu casa cuando regresé de Tanzania, pero Luke dijo que saldrías por tu cumpleaños. Dijo que iría a verme cuando regresaras, pero —se encogió de hombros elegantemente— jamás lo hizo.

MERCY (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora