8 - Primeras veces

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Mi pequeña historia de hadas se iba desvaneciendo como cenizas. Hoy era mi sexto día en el campamento y, aunque han pasado tantas cosas, parece que he estado aquí mucho más tiempo. Hoy es mi última oportunidad de disfrutar, ya que mañana regresamos a nuestras casas.

—Hola, Leo. ¿Qué tal todo? —le pregunté, dándole una palmada en el hombro.

—Todo bien, estúpendo —respondió entre risas.

—¿Algo que me quieras contar? —ironizé, tratando de sacar información.

—De hecho, sí. Anoche besé a Rihanna, la chica de aquella fiesta de la fogata —dijo con una sonrisa.

—¡No me lo creo! —grité y comencé a saltar de la emoción por todo el lugar.

—Relájate, pareces más emocionada que yo —sonrió Leo.

—Estoy muy feliz por ti, la verdad. Parece que ya vas superando a Lety.

—Eso creo. La verdad es que desde que conocí a Rihanna, mi vida cambió —sonó muy enamorado.

—¿Cuándo me la presentas? —le pregunté, mirándolo con cara tierna.

—Tiene que ser hoy, porque ya mañana nos vamos. ¿Qué haré sin ella? —noté cómo sus ojos se ponían llorosos.

La verdad es que este chico se enamoró de ella. Qué afortunada, ya quiero conocerla.

—Yo tampoco sé cómo me alejaré de Liam —lo abracé.

—Es muy difícil, pero vamos a encontrar una salida para estar con las personas que queremos. Vamos a luchar —noté un rayo de esperanza en su voz.

—Sin duda alguna, eso haremos —lo abracé nuevamente con fuerza.

He sentido atracción por chicos anteriormente, pero ninguno ha logrado hacerme sentir como lo hace Liam. Creo que este chico me ha hechizado por completo, porque nunca había experimentado el amor de una manera tan hermosa.

—Olvidé contarte algo. El campamento decidió hacer una fiesta de despedida.

De solo oír la palabra "despedida" me dolía... nada es para siempre.

—¿A qué hora será? —le pregunté curiosa.

—Empezará a las 9. Será divertido —agregó.

—Ahí estaré. Iré a dar una vuelta por el campamento, necesito estar sola —dije con melancolía.

—Te quiero mucho —me guiñó el ojo.

Empecé a caminar sin rumbo, sin saber a dónde ir, y después de unos minutos me guié hasta donde empezó todo, en el mar.

Me senté en la orilla y recordé desde el primer día hasta hoy.

Te veía a lo lejos, tú, el chico misterioso...

Una lágrima se escapó de mis ojos, me sentía vulnerable. Sentí unas manos conocidas rodear mi espalda.

—Soy yo, chica linda.

Sentir esas palabras cerca de mis oídos erizó mi piel.

—Yo también te voy a extrañar, y mucho.

Al escuchar esas palabras salir de sus labios, cerré mis ojos y otra lágrima visitó mi mejilla.

—No llores, siempre estaré contigo aunque estemos a distancia —me secó las lágrimas.

Y el tiempo se detuvo cuando me besó en cuestión de segundos.

Nuestros labios se juntaron. Era un beso dulce, lleno de sentimientos, pero no quería que sonara como despedida.

Le seguí el beso y, dado un momento, nos separamos.

—Te quiero —murmuré cerca de él.

—Yo te quiero a ti —soltó y lo abracé muy fuerte.

Pasamos un momento callados mientras nos abrazamos, mirando al mar. Nos tomamos varias fotos y todo el tiempo que quedó restante lo disfrutamos juntos. Luego decidimos ir a organizar todo para la fiesta de esta noche.

—Hasta pronto, princesa. ¿Paso a buscarte para ir juntos a la fiesta? —me preguntó.

—Claro que sí, chico misterioso. Ya no tan misterioso —dije y reímos.

Me dio un corto beso y se marchó.

Me puse un vestido azul para ir a la fiesta, una coleta y solo un poco de maquillaje constituido por un labial color piel.

Me tomé una foto y la publiqué en mi Instagram.

Sentí a alguien llamar a la puerta desesperadamente.

—¡Ya voy! —avisé, mediante gritos.

Cuando abrí la puerta, me encontré a Liam, muy bien vestido, con un pulóver blanco, un pantalón negro y el pelo un tanto alborotado.

—Te ves muy bien —dijo, mirándome de arriba a abajo.

—¿Qué puedo decir de ti? Estás muy guapo —le dije con una leve sonrisa.

—Pase usted primero.

—Gracias, qué amable —le respondí, y me dio un beso en la mejilla.

En todo el camino estuvimos contando anécdotas de nuestra infancia. Me contaba lo difícil que le fue conseguir aprender a montar bici de pequeño; según su rostro, le iba fatal. Tenía más caídas que logros.

Y yo, por mi parte, le conté de una ocasión en la escuela en que la maestra me atrapó ayudando a un compañero durante los exámenes finales, y me regañaron. Liam se rió a más no poder.

—Eso solo te pasa a ti, Alejandra. Es que eres tan buena con todos —reía aún.

—Tampoco es para tanto, me daba pena dejarlo que reprobara el examen, solo eso —me defendí.

—Si tú lo dices.

—Oye, le di por la costilla, ya no te rías más de mí —ordené con cara de gruñona.

—Ya llegamos —dijo Liam.

—Solo queda pasarla bien.

—Una cosita más: no te separes de mí en toda la noche. Estás muy linda y no quiero tener que ensuciarme las manos —me miró con cara peligrosa.

—Cómo órdenes, Scott —le dije y ahora me reí yo—. Perdón, es mi turno de burlarme. Te ves muy lindo serio.

—Muy graciosa, señorita —dicho esto, me agarró de la mano para entrar.

Mi Mejor Accidente [Providencia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora