Zack
Dias antes...
Después de hablar con aquella mujer cogí mi coche y puse rumbo hasta ese sitio. Al llegar corrí hacía el mostrador de una de las empleadas.
— Hola, llamé antes. Quiero saber si aquí está una chica de ojos... — ella me cortó
— ¿Otra vez tú? Ya te he dicho que no puedo dar información —
— Es importante necesito encontrarla —
Ella me ignoraba mientras colocaba unos libros y yo la seguía como un perro a su dueño.
— Deja de insistir, aquí no está Luna — al decir eso esforcé mi mejor sonrisa pero... un momento, yo en aquella llamada nunca dije su nombre. Ella se estaba dando la vuelta cuando la agarré del brazo.
— Eh eh, yo nunca te mencioné que se llamara así — dije mientras se soltaba de mi agarre.
— Harold, tu turno — dijo y él tal Harold apareció delante mía.
— ¿Qué quieres chico? — dijo Harold y yo fui detrás de la empleada, me puse delante de ella impidiéndole el paso.
— Por favor... —
Ella me miró y me jaló hasta unos sillones.
— Bien, está aquí pero no quiere visitas, necesita estar sola y cerca de su madre —
— ¿Su madre vive aquí? —
— No es de tu incumbencia, ya sabes lo que querías, ¿ahora qué quieres? —
— ¿Puedo verla? —
— ¿Que te he dicho? —
Sin decir palabra la miré fijamente e intenté dedicarle una sonrisa pero solo me salió una triste.
— Aggg, Luna me matará pero sé quién eres, Luna me ha hablado de ti, toma mi número personal, llama todos los días a esta hora y si quiere visita te lo diré pero ahora vete —
No pude decir nada más porque volvió a su puesto, salí por la puerta y solté una bocanada de aire mientras miraba la tarjetita donde estaba su número de teléfono, todo me pareció muy raro pero no pude evitar hacerle caso era la única persona que sabía donde estaba Luna. Subí a mi coche y llevé un poco de McDonalds a casa, sabía que eso alegraría al menos algo. Al llegar a casa deposité la bolsa en la mesa cogiendo mi comida para irme directo a mi habitación, llegué a mi habitación y vi que se me olvidó mi coca cola, volví atrás y en el camino me encontré a James que impidió mi paso.
— ¿Me dejas pasar? —
— Sé que has ido a verla —
— ¿Cómo? —
— No te hagas el que no sabe nada, ¿dónde está Luna? —
— Más quisiera yo saberlo y si lo supiera, ¿no crees que lo diría?
— No lo sé —
— Ves no juzgues a las personas sin conocerla — él se quedó callado y yo solo seguí. —Ahora mismo la estoy buscando yo solo ya que no recibo ayuda tuya ni de mi prima —
— ¿Te crees que no estoy preocupado? Estoy muriéndome por dentro —
— Pues no lo parece, déjame decírtelo, Luna se merece a alguien mejor que tú —
— Como por ejemplo ¿Tú? — no supe que contestar y él solo siguió. — Mira ni me conoces como para decir eso —
— Ni te conozco ni basta me hace, creo que en estas pocas semanas has demostrado lo que es no ser un amigo y si me disculpas — dije yo chocando mi hombro contra el suyo.
Solo oí su respiración de odio mientras volvía a mi habitación con mi coca cola, en mi camino hacia mi habitación me paré delante de la habitación que tenía al lado, vi como mi prima en su habitación miraba el móvil y lloraba, sonreí tristemente y continué mi camino. Cogí mi comida y fui hacia la habitación de Luna, la cual tenía en frente, entré y vi como la habitación estaba como la había dejado, me senté en el borde la cama y cogí un cuadro que tenía sobre la mesita de noche, la vi cuando era un bebé abrazada a una señora parecida a ella pero esta era rubia aunque tenía sus mismos lunares. Mientras pasaba mi dedo sobre su cara, sin querer este cuadro se abrió y de el salió una especie de nota ''La única foto con mamá'' miré la nota mientras miraba la foto sorprendido, ¿su madre murió en su nacimiento? Por eso aquella mujer me había dicho aquello, pobre Luna lo debe estar pasándolo fatal. Coloqué el cuadro igual lo había visto y me fui rápidamente de ahí como un cobarde, no podía seguir mirando el cuadro, lo único que quería ahora mismo es demostrarle a Luna que tenía apoyo ya que esos últimos días nadie se lo había dado, si hubiera sabido hubiese ido corriendo importándome una mierda lo que me había dicho aquella mujer.
El día siguiente fue un poco igual, no salí de mi habitación en todo el día esperando la hora en la que llamar a aquella señora. El reloj marcó las siete de la tarde rápidamente cogí mi móvil y marqué el número, esperé y esperé pero no hubo respuesta, volví a llamar y lo mismo, tiré mi móvil contra la cama y me fui corriendo al gimnasio de la parte baja de la casa. Encendí la maquina de correr y empecé a correr sin detenimiento, ¿por qué coño me hacía sentir de esa forma?, ¿por qué me preocupaba tanto?, ¿por qué al no estar ella me sentía en una especie de pozo sin fondo? Seguí corriendo mientras estas preguntas rondaban mi mente. Luego de un rato subí a mi habitación y abrí un libro de poesía que había dejado de lado hacía tiempo y quise retomar, en la primera página estaba justo la frase que la describía a la perfección.
Ella,
como la luna,
en su fase más oscura
no dejaba de
irradiar magia.
Al día siguiente a las seis comencé a vestirme, tenía claro que iba a ir en busca de ella al no recibir ayer ni una noticia. Cogí mi coche y conduje hasta el sitio que me acordaba a la perfección, quedaba bastante tiempo para que fueran las siete así que me senté en una cafetería. Mientras esperaba mi pedido vi a alguien muy parecido a Luna correr delante de mis ojos, dejé propina y salí corriendo a la calle, para mi sorpresa esa silueta había desaparecido, me eché manos a la cabeza y miré mi reloj, las seis menos cuarto, subí a mi coche y llegué justo a las siete. Entré y lo que vi me sorprendió bastante.
— Luna, Luna, ¿qué pasa? — decía Erick.
Me escondí tras una cortina y los espié.
— Erick, lo siento por ilusionarte, no puedo —
— ¿Es por Zack? —
Oir mi nombre me sobresaltó y me acerqué un poco más escondido todavía.
— No lo vas a entender, déjame sola — dijo Luna mientras se cerraban las puertas del ascensor. La señora aquella y Erick la llamaron a gritos mientras yo corrí hacía las escaleras con señal de subirlas, no sabía a dónde se dirigía pero yo las subí. Ahora oía los gritos dirigirse a mí pero no me importó. Subí hasta donde mis pulmones pudieron y allí la vi, abriendo la puerta sollozando.
— Espera...—
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La llave de tu puerta
RomanceCuando acepté esa escapada no sabía que mi vida daría un auténtico giro de 180 grados. No supe a ciencia cierta lo que mi amiga quiso decir cuando dijo que este iba a ser nuestro viaje... Esta historia narra el viaje que cambió mi vida, ¿quieres des...