Quiero dejar este diario para quien se interese en leerlo. En caso de que no sobreviva; estos documentos son testigo y testimonio de lo que he vivido.
Primero que nada, decir que ya casi no recuerdo como comenzó todo este asunto, aparte de la información que he ido reuniendo por el camino y mis diarios; no he encontrado nada concreto para poder dar respuestas contundentes a esta situación.
Supongo que mi historia, más que una historia detallada y llena de respuestas, será una historia contada desde el azar, pues no soy el actor principal en esta pandemia; no le puse principio y mucho menos le pondré fin. Es una historia casual, eso es: "una historia contada por un tipo ordinario que vivió en un tiempo extraordinario", un historia desde el punto de vista de alguien que vivió solamente por la pura suerte o la cobardía; supongo que eso lo juzgará quien lea lo que tengo que contar.
Para empezar, debo decir que no llevé un diario de los sucesos hasta que la peste llegó a mi ciudad, fue ahí cuando me vi en la necesidad de escribir y contar mi historia; así que, de los sucesos anteriores a eso, aún no he podido recopilar gran cosa.
Nosotros, la personas comunes, sólo supimos que la cosa empezó en Polonia... al principio nos llegaron noticias aisladas de algunas ciudades donde se comenzaba a propagar una nueva enfermedad. Los nombres de aquellas ciudades ya se perdieron en mi memoria, lo que sí recuerdo es que la infección rápidamente llegó a Alemania; Berlín, que está ahí justo en el borde de la frontera, calló rápidamente. Entonces fue cuando comenzaron los bloqueos de ciudades, y ley marcial comenzó a ser una frase en extremo familiar; luego, como piezas de un dominó ordenadas en hilera, los demás países colindantes empezaron a caer como moscas: Republica Checa, Eslovaquia, Lituania, Ucrania, Austria, Suiza y, finalmente cuando ya todos nos dimos cuenta de que la cosa era muy seria, Francia y el Reino Unido estaban cerrando sus ciudades.
Todos los medios de comunicación intentaban dar noticia de lo ocurrido; pero, no había ninguna imagen o prueba concreta de lo que en realidad pasaba. Sólo sabíamos que la rutina era la siguiente: primero, la enfermedad llegaba a una ciudad, los primeros contactos sólo Dios sabe cuándo se daban, pues por los medios nunca nos llegó información al respecto. Se alcanzaba a saber de fuertes protestas, actos de vandalismo y rebelión en algunos sectores (desordenes generalizados); segundo, la fase restrictiva, las autoridades intentaban por todos los medios contener la enfermedad, se imponía ley marcial y se creaba un cerco sanitario hecho por la milicia en la ciudad en cuestión, y se cortaban todos los medios de comunicación como: radio, televisión, internet y llamados telefónicos. Ahí era cuando nosotros, las personas comunes y corrientes, nos enterábamos de que había pasado de nuevo, otra ciudad se había ido al carajo.
Y, finalmente, se descubría que la enfermedad de alguna forma había pasado la barrera sanitaria, y había llegado a otra ciudad; entonces, se volvían a repetir los pasos primero y segundo una y otra, y otra, y otra vez.
Supongo que es natural, después de todo la peste negra se extendió por todos lados de la misma manera: la peste llegaba a una ciudad y todo se llenaba de pánico, las personas intentaban huir, y sin querer estaban llevando la peste con ellos. Llegaban a otro pueblo o ciudad sólo para manifestar los síntomas ahí. Entonces, el circulo volvía a empezar: Peste, pánico y expansión.
Supongo que lo mismo volvía a pasar en la actualidad. Como decía mi padre: "las personas siempre quieren huir de las desgracias; pero, al final lo único que logran es llevarlas a cuestas con ellas".
Nosotros, que estábamos del otro lado del gran océano nos sentíamos seguros, ¿Qué mejor que un mar de kilómetros y kilómetros para mantener la plaga lejos? No teníamos ni idea de nuestra ignorancia, pues el virus llegó por donde menos lo esperábamos... Estados Unidos, el gigante americano, comenzó a cerrar ciudades. Solo eso supimos y recién ahí, comenzamos a tomarle el peso a la situación.
La gente murmuraba sobre qué era la nueva plaga: Évora, una variante nueva de la peste bubónica, algún africano que viajó fuera del continente con una de esas enfermedades raras, virus creado por los rusos, los cuatro jinetes del apocalipsis, incluso llegó a circular por ahí la palabra "zombie" en algunos medios. A veces, por las redes, se podían ver imágenes aisladas de una persona caminando de manera errática, y se rumoreaba que era por la plaga. Lo único concreto es que era algo lo suficientemente serio para no dar información al respecto. Muchas veces los medios de comunicación fueron cerrados y los reporteros arrestados, solo Dios sabe bajo qué ley de emergencia.
Las dudas y el temor empezaron a aflorar en todos. Y los estragos causados por la plaga, en la distancia, comenzaban a notarse cada día más en nuestras vidas. Comenzó la escases de recursos, aún más pronunciada que antes. La falta de insumos era pan de cada día y, como es natural, el humor de las personas también se vio afectado... personas que antes tenían mal humor se volvieron aun peor. Ahora era típico ver peleando a dos personas por un asunto que antes sería algo vanal, o discutir a muerte temas que antes eran triviales. Los cigarros, el alcohol y la marihuana incrementaron su precio por tres o cuatro veces.
Para mí, la pandemia tuvo un poco de todo. Los aislamientos y el poco contacto con las personas hicieron de mí una persona huraña y antisocial. Los contactos y la compañía que antes hubiera buscado desesperadamente ahora los rehuía, y buscaba incansablemente una soledad que se me hacía cada vez más cómoda y pacífica. Cuando comenzaron las primeras limitaciones dentro de las ciudades, y debíamos tomarnos la temperatura hasta para ingresar a un baño público. Toda esa inestabilidad y toda esa incertidumbre fueron haciendo que toda mi ansiedad saliera a flote, como decía mi padre: "la inestabilidad externa genera inestabilidad interna; y viceversa". Y cuando tu negocio, que duramente habías sacado a flote con el esfuerzo de tu espalda y el sudor de tu frente, de pronto tiene que cerrar por tres meses, y el mundo entero parece haberse ido al demonio... bueno, yo diría que esos factores alterarían a cualquiera; por eso, prefería mantenerme distante de las personas.
El punto es que, de pronto, me sorprendí a mí mismo despertando a las tres de la mañana. Durmiendo dos o tres horas al día, y sin tener trabajo, la energía debía gastarla en algo más... Decidí salir a correr y hacer deporte. Me echaba a correr cada vez que una duda atravesaba mi cabeza, y tenía un montón de dudas, tanto de mi futuro como de mí mismo. Así que en tres o cuatro meses bajé doce kilos.
Finalmente, luego de varios meses sin poder trabajar y sobrevivir prácticamente de esperanza y ahorros finalmente las cosas mejoraron: pudimos reabrir el comercio y las cosas parecieron ir a mejor, dentro de las limitaciones que la nueva situación planteaba.
Lo más trágico de todo es que en ese tiempo empezó a escasear la gasolina y el petróleo, y junto con eso empezó a escasear todo lo relativo al transporte. Se hacía cada vez más difícil encontrar los productos: Los medicamentos, fueron parte importante de las pérdidas pues a muchos de ellos se les perdió la pista; las frutas y verduras, pues sin camiones que los transportasen, todas esas mercancías que se pudren con el tiempo, comenzaron a ser cada vez más escasas. Ante los retrasos y la inexistencia de transporte estos productos pronto se convirtieron en un lujo. En fin, estos impedimentos hicieron que pronto tuviera que dejar mi cómodo auto por la bicicleta.
Es aquí donde comienzan los escritos de mi diario, con mi historia, que les presento a continuación...

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PODRIDOS
HorrorUn hombre común deberá recurrir a medidas extremas y desesperadas, para poder sobrevivir a la peor de las pandemias. Un mal que se lleva toda la vida y la inocencia y solo deja muerte y desgracia a su paso.