Apenas llegó la noche el recinto cobró vida; una luz blanca, muy potente, dirigida por un foco se alzó desde la parte alta, corrió por toda la ciudad, revisando cada centímetro, y luego se apagó nuevamente. Dentro, unas tenues luces comenzaron a resaltar entre la oscuridad creciente. Junto con eso, cuatro hombres se apostaron en el segundo piso, vigilando la presencia de cualquier intruso, vivo o muerto, en el exterior. Parecía que la construcción de pronto se había convertido, más que en un refugio de sobrevivientes, en una cárcel, que impedía cualquier tipo de escape.
—Ese foco van a ser un problema —Dijo Tigre.
—Por suerte, no pueden mantenerlo siempre encendido —Contestó Gacela, mientras le tendía una de sus armas de fuego a su compañero—; si lo hicieran, atraerían a los muertos hacia aquí, y tendrían que pelear todos los días. Supongo que hacen una revisión en algunos momentos de la noche y luego lo apagan.
Tigre, aceptó el arma. —Sí, pero… cuando sepan que están bajo ataque lo encenderán y me buscarán —Dijo—, y será difícil apuntar con esa cosa en frente.
—Yo me encargaré del foco; pero, mientras tanto, necesito que llames su atención.
—Qué extraño, mi querido Gacela, en estos momentos me recuerdas al ingenioso y determinado Ulises en la guerra contra Ilión.
—Qué curioso… porque estoy pensando en algo similar…
Los hombres de la guardia estaban en su simétrica rutina nocturna, cuando… de la nada, apareció un hombre solitario en las afueras del fuerte. Estaba extrañamente vestido; con una ropa ancha que lo hacía ver un tanto gordo. Se acercaba tranquilamente caminando por la vereda en medio de la noche, con las manos en la espalda, ocultando algo.
— ¡Gregory! Enciende el reflector —dijo uno de ellos, mientras preparaba su arma para apuntar—. Muy bien —Le gritó al desconocido—. ¡Muéstrame tus manos!
La luz se alzó por sobre las sombras, dio un giro rápido por las cercanías del sujeto, hasta que, finalmente, se posó sobre él. El hombre, lejos de intimidarse con ser apuntado por un arma y estar al descubierto, se rió y comenzó a gritarles:
— ¡Malnacidos, estoy dispuesto perdonarlos! ¡Entreguen a la chica y no tendremos más problemas!
— ¡Estás loco; nosotros somos muchos, tenemos armas! —Le contestó el guardia—. Y… ¿crees que nos va a intimidar un tipejo misterioso?
—Piénsalo bien, nadie quiere un conflicto. Pero si tenemos que luchar no seré yo el perdedor… están advertidos.
La situación era una locura, aquel tipo estaba solo y fuera de la fortaleza, ¿Qué diablos quería lograr con eso?
—Escuché que hay muchos tipos que perdieron completamente el juicio después del ataque de los muertos —Comentó otro de los guardias—. Que muchos de ellos tiene habilidades que van más allá de la razón humana… quizá él sea uno de ellos.
—No seas estúpido —Lo increpó Greg desde el reflector—. ¡Solo es un idiota, dispárale y se irá corriendo con la cola entre las piernas!
—Pero…
— ¿Qué crees que va a hacer? ¿Volar por sobre el muro como Superman y darnos una paliza mientras las balas revotan en su pecho?
El primer guardia alzó el arma, apuntó lo mejor que pudo y disparó un par de tiros. Pero el extraño no era ningún tonto; tan rápido como una sombra desapareció cubriéndose detrás de una pandereta de hormigón.
—Se metió por el callejón en paralelo —Advirtió Greg—. La luz no logrará enfocarlo, ¡deben darle apenas asome la nariz!
En ese instante, un par de tiros se escuchó en el ambiente; afuera unos destellos rápidos se vieron; era el hombre que les disparaba desde abajo. Los guardias se agacharon instintivamente, cubriéndose detrás de la fachada del edificio, luego alzaron las armas y lanzaron una ráfaga de disparos en la dirección donde estaban las luces.
No supieron cómo, pero supieron que no le habían dado a nada; la oscuridad permanecía quieta y silenciosa, sin rastro alguno de quejas o alaridos.
— ¡Maldita sea! ¡Da la cara! —Gritó uno de los hombres—. ¡Ven y pelea como hombre!
— ¡Alto el fuego, abran la puerta! —Ordenó Greg.
Los hombres sintieron un rastro de duda ante las órdenes de Greg, se miraron unos a otros, como confundidos, y no supieron qué hacer.
— ¡Ahora! —Impuso desde el reflector.
Los hombres corrieron hacia los engranajes arcaicamente hechos para poder abrir las puertas desde arriba; otro grupo de hombres se dedicaron a subir las escaleras que se dirigían al segundo piso.
— ¡Ahora, abran las puertas! —Ordenó.
Un rugido dantesco surgió desde dentro de la fortificación, inundando el ambiente de sombras y confusión.
Tigre estaba escondido detrás de un bote de basura en la calle, estaba sentado sobre el suelo, bien protegido y, mientras tanto, cargaba su arma para una segunda ronda de disparos. Tenía bien calculado hacia donde la luz podía y no podía ir, así que se aseguraba de mantener a los hombres acosados a la vez que corría y se escondía de la luz del foco. Sabía que su armadura lo protegería de algún tiro casual; pero, no tendría oportunidad si una ráfaga le daba de lleno. Por eso, valía más ser sigiloso.
Se alzó por sobre el basurero, y se dio cuenta de que estaba demasiado lejos como para disparar. Corrió detrás de una valla de madera, se ocultó y luego se dirigió a cubierto tras un árbol con un tronco grueso y firme. La luz lo estaba buscando por el otro lado, entonces apuntó con su arma y disparó contra los hombres en el segundo piso.
Disparó cuatro… cinco… seis veces, y un quejido entre gritos de rabia le hizo saber que le había dado a uno de ellos.
— ¡Ben! —Gritó un hombre entre la confusión. Luego lleno de rabia se oyó la misma voz—. ¡Maldito hijo de puta, pagarás por esto!
El segundo grito, más que asustarlo, le comprobó lo que ya había supuesto; le había dado, y posiblemente herido, a uno de ellos. Corrió en dirección a un sólido muro de cemento y se ocultó detrás; mientras tanto, los hombres prácticamente deshacían el árbol a balazos de metralla. Era impresionante que tuvieran recursos suficientes para desperdiciarlos así en matar a un hombre… de seguro tenían mucha munición ahí dentro, o se quedarían sin balas en breve.
De pronto, escuchó algo parecido a un gruñido desbordado y enloquecido que venía desde dentro de la fortificación. ¿Acaso era el hombre que había herido? La luz que lo había estado siguiendo de pronto dejó de intentarlo, y se dirigió rauda a enfocar algo dentro del recinto.
«Esto no tiene sentido», pensó. Luego, se dirigió al borde del muro y asomó cuidadosamente la cabeza para observar lo que ocurría.
Los hombres, apostados en las ventanas, sacaban las cabezas y luego las escondían intermitentemente, temerosos de ser heridos. El recinto se veía oscuro y sólido, la luz parecía iluminar algo en el patio, ahora el portón del frente estaba abierto, ¿acaso dejarían salir a Julia? Un par de disparos adornaron el ambiente con unas luces fugaces, y las balas se fueron a perder entre las sombras, lejos de dónde se encontraba.
En ese momento, nuevos gritos de excitación demencial salieron desde dentro. La luz iluminó la entrada del fuerte, y tras ella aparecieron unos diez muertos corriendo y gritando, enfurecidos al extremo. El foco avanzó otro poco por el terreno y los muertos la siguieron, como siniestros insectos siguiendo la luz hipnóticamente. Se quedaban debajo de la luz, luchaban con un enemigo invisible al cual buscaban por todos lados, y luego, al quedar de nuevo en las sombras, volvían a buscar la luz desesperadamente.
«¡Esos malditos, dirigen a los muertos usando la luz!», pensó.
Debía hacer algo pronto, era obvio que los muertos eran una distracción, un plan de reserva para obligar a los posibles invasores a salir de sus escondites y morir en una lluvia de balas. Sabía que no podría disparar, pues el sonido atraería a los muertos de inmediato contra él.
Guardó la pistola en su pantalón, sacó su espada y preparó su escudo y se dispuso a resistir lo que más pudiese. Se escabulló sigilosamente entre las sombras de la calle, intentando encontrar un lugar a cubierto. Miró hacia todos lados y, finalmente, saltó una pandereta y permaneció escondido tras el muro de una casa.
La luz avanzó un par de calles, con los zombies detrás; luego, se apagó y dejó a los muertos a su suerte.
«Era un buen plan», pensó. «Cuando se hubiera terminado con la amenaza siempre podrían volver a encender la luz, y redirigir a los cadáveres dentro del fuerte.
— ¡Abran la sala del kínder! —Ordenó de nuevo el tipo de la luz.
Un chirrido se escuchó en el ambiente al tiempo que nuevos gritos se escuchaban desde el interior. Al parecer, tenían otro grupo de muertos al cual acarrear como ganado humano.
De nuevo, la luz se encendió e iluminó el patio; se disponían a sacarlos nuevamente usando la luz de guía. Súbitamente… un disparo sonó entre la noche, y la luz del foco se apagó… un sonido de vidrios rotos estrellándose en el piso fue lo último que se escuchó.
La oscuridad de la noche lo dominó todo. Un silencio incrédulo se apoderó de la situación, como si nadie entendiese nada. Los muertos dentro comenzaron a gritar y aullar horriblemente. Hasta que un hombre, al fin alzó la voz:
— ¿Qué diablos pasó? —Preguntó alguien sin entender nada.
De inmediato, los muertos que estaban dentro de la instalación rugieron de ira, y comenzaron a sublevarse contra sus antiguos amos, como un furioso y siniestro animal que de pronto descubre que ha sido engañado. Se escucharon algunos gritos de miedo y confusión desde el interior.
Tigre esperó a que la vista se le acostumbrase a la oscuridad, sacó la pistola y apuntó a donde antes estaba había estado la luz del foco; sabía que ahí estaba el hombre, de seguro, intentando reparar la luz. Sus ojos al fin se adaptaron a la noche, y entre la oscuridad del fuerte pudo ver una silueta de un hombre al lado del faro. Apuntó, lo mejor que pudo, y disparó todas las balas del cargador.
La sombra se contrajo al lado del instrumento, pareció tambalearse y luego cayó desde la altura, sobre el patio. Luego de la caída, unos gritos desesperados y patéticos parecidos a una sirena de ambulancia inundaron el aire. El resto de los guardias parecían estar en total confusión.
— ¿Qué coño ha pasado? —Preguntó uno de los hombres.
—Es Greg, ¡lo han asesinado! —Respondió otro.
— ¡Ayúdalo inútil! —Ordenó el primero.
— ¡Es imposible, los muertos lo están devorando! ¡Lo han están destrozado a mordiscos!
Un ruido se escuchó a lo lejos, como el sonido de algo metálico y pesado que azotó contra el suelo de hormigón. Nuevos gritos de rabia y una furia iracunda se oyeron y… nuevamente… confusión.
— ¿Qué fue eso? —Gritó alguien desde el segundo piso.
—No lo sé —Contestó un guardia.
— ¡Pues ve a ver, maldito imbécil!
Tigre esperó un momento, quiso escuchar algo de lo que pasaba en el fuerte antes de salir de su posición segura. Aún así… los muertos ya se acercaban por la calle, parecía que, al haber hecho ruido disparando al tipo del foco, habían descubierto su posición.
—Parecen perros de caza —Se dijo. Antes de preparar su arma para el combate.
Dentro se escuchó un grito atroz, parecía que una garganta se desgarraba intentando dejar salir todo el pánico y el horror que puede contener un alma humana. Luego de eso, nuevos gritos furiosos y demenciales se escucharon salir del edificio.
— ¡Los muertos han subido! —Gritó uno de los sujetos.
— ¡No puede ser! —Dijo una voz llena de miedo— ¿Qué diablos ha pasado?
— ¡Alguien ha bajado una de las escaleras de acceso! ¡Nos atacan!
Una lluvia de disparos se escuchó en el interior de la estructura y, junto con ellos, destellos luminosos salían despedidos en todas direcciones, sombras se precipitaban sobre otras en la oscuridad, y gritos horrorizados se escuchaban a diestra y siniestra. El caos había dominado el lugar y los de adentro parecían muy ocupados. ¡Ahora era el momento de salir a luchar!
Tigre empuño con fuerza su espada, apretó el escudo contra su pecho y se dispuso a limpiar el terreno de los muertos. Veloz, como un animal salvaje en el galope, corrió y saltó la barda que lo separaba de la calle. Los muertos al instante se dieron cuenta de su presencia, y cargaron contra él con furia.
Blandió su arma gigante en el aire con la furia de un león, se preparó para la batalla y recibió al primer muerto con un imponente sablazo que le desgarró todo el pecho. El zombie giró lanzando chorros de sangre desde la herida, como un geiser repugnante. Luego cayó violentamente al piso, quedando en una posición dramática. El segundo ya estaba cerca; era alto y gordo hasta la obesidad. Lo contuvo con su escudo haciendo enormes esfuerzos para no ceder ante su peso mórbido. Mientras tanto, con la espada aprovechaba para darle profundas estocadas en la gigantesca panza. Siguió así hasta que, de pronto… el muerto pareció perder toda su fuerza, e hizo un ademán de casi desfallecer. Entonces aprovechó de darle el estoque definitivo, desde abajo, directo en la parte baja de la barbilla. La espada entró con facilidad, atravesó el cráneo y salió por la parte alta de la cabeza. Luego, Tigre se movió hacia atrás, dejando que el cadáver cayese por su propio peso hacia delante, quedando inmóvil en el piso, sobre un charco de sangre.
— ¿Creen que pueden conmigo? —Le dijo a los muertos, a pesar de que sabía que no podían entenderle un carajo—. Pues vengan… ¡adelante, ataquen!
Más muertos en el frente se acercaban a él, desesperados por alcanzarlo y devorar su carne. Parecía que los hombres habían elegido a los muertos de su rebaño personalmente, pues, entre ellos, podían verse varios zombies anormalmente imponentes, grandes y gordos. Pero él, impulsado por su “arma secreta”, se sentía preparado para todo.

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PODRIDOS
TerrorUn hombre común deberá recurrir a medidas extremas y desesperadas, para poder sobrevivir a la peor de las pandemias. Un mal que se lleva toda la vida y la inocencia y solo deja muerte y desgracia a su paso.