Día… desconocido…
Mes: febrero… según las cuentas de mi compañero.
Me he despertado temprano en la mañana… como la disciplina lo demanda, he hecho los ejercicios necesarios: cincuenta burpies, cien flexiones de brazos, ciento cincuenta sentadillas y doscientos abdominales. Mi energía no era la óptima, pero pude cumplir con las obligaciones mínimas necesarias para que el cuerpo sea un arma. Como mi viejo maestro decía: “una espada, necesita mantenerse afilada para considerarse mortal; así mismo, el cuerpo necesita ejercicio para hacer que un golpe sea mortal”. Luego de la parte de fuerza, he hecho el entrenamiento de golpes y patadas necesarias para despabilar y perfeccionar la técnica. Finalmente, tomé un baño en el río antes de volver a la casa, antes del amanecer.
Al fin he dejado mis aposentos, donde había agonizado en fiebre y delirios por siete días y siete noches. He dispuesto el desayuno para nosotros. La mañana pasó rápidamente y luego de hablarlo un poco, decidimos tomar el camino del Este. A pesar de que mi compañero insiste en ir al norte, he logrado convencerlo de seguirme en el camino.
Partimos cercano al mediodía, con el sol aun golpeando con su calor implacable desde las alturas. Desde ahí tomamos un camino estrecho, subimos una loma y justo ahí… honré a mi nuevo amigo. Ha vigilado mi lecho durante toda mi convalecencia, y me ha defendido de innumerables amenazas.
—desde hoy en adelante, estoy en deuda contigo… y prometo que pagaré con creces este sacrificio que has hecho —le dije—. No importa cuánto tiempo pase, o las cosas que vivamos desde ahora en adelante, yo siempre mantendré este juramento.
Luego de eso, almorzamos y caminamos el resto del día hacia siguiendo el sol, hacia el Este. El largo y solitario camino parecía drenar nuestras fuerzas y nuestras pisadas se fueron haciendo cada vez más débiles y cansadas a medida que pasaba el tiempo, el almuerzo había tenido poco de contundente y las energías comenzaban a escasear. Debido a la detención en la casa, nuestras provisiones habían disminuido radicalmente.
Aproximadamente a las cuatro de la tarde cuando encontramos un manzano, en sus ramas sus frutos se dejaban ver y Gacela accedió a escalarlo para poder tener algo con que llenarnos al estómago. Luego de una media hora, habíamos conseguido suficientes como para llenar un pequeño morral. No era mucho… pero bastaría por ahora. Los demás frutos en los alrededores estaban fuera de época y comer frutos inmaduros sin doctor alguno en las cercanías no parecía una buena idea.
Seguimos caminando, siempre en la misma dirección. Cruzamos un campo de gladios y flores que parecía un reflejo del cielo de los ángeles. Luego de eso, encontramos un pequeño pueblo abandonado que no tenía más de seis casas, descuidadas y sucias. Parecía que los habitantes habían dejado el lugar hace mucho, y ahora la vegetación comenzaba a crecer entre las grietas de la madera húmeda.
Exploramos el lugar, en silencio, buscando a algún sobreviviente, pero nadie parecía respirar dentro de aquellos muros. Pensamos en pasar la noche ahí, pero el sol aún se alzaba en lo alto y nos daba esperanzas de continuar más lejos antes de necesitar refugio.
Decidimos detenernos momentáneamente, comer un poco de los frutos que habíamos conseguido y, luego de recuperar fuerzas, nos dispusimos a continuar.
Tomamos un sendero pedregoso rodeado de árboles, como pinos, eucaliptos y sauces, desde donde se podía apreciar toda la vastedad de la naturaleza sin domar; arboles sin igual, de todas las formas y tamaños, altos, bajos y retoños. Si no fuera por la senda en la cual caminábamos, nos hubiera resultado difícil creer que algún pie humano hubiese pisado aquellos terrenos verdes. El pasto era abundante, los matorrales grandes y tupidos, y el camino serpenteaba hacia su destino en el Este.
Finalmente, el sendero nos llevó a una casa que parecía ser la casa de algún terrateniente o algo parecido, pues era increíblemente grande: parecía más una mansión que una casa, la construcción era de cemento pintada de blanco, con grandes ventanales en la parte alta para observar el paisaje, dos pisos con techo elevado y un hermoso e inmenso jardín, con toda clase de flores y árboles de increíble belleza.
Rápidamente nos aventuramos a adentrarnos en el patio. Hay que ser sincero… no nos esperábamos encontrarnos con algún ser vivo dentro de la casa; era demasiado llamativa, y parecía que le decía a todos los alrededores “aquí estamos”. Las puertas estaban trancadas por dentro y no pudimos hacerlas ceder, por lo que decidimos romper una de las inmensas ventanas. Una vez adentro, descubrimos que nadie había vivido ahí dentro en un buen tiempo; no obstante, supimos que algo no andaba del todo bien: las paredes y muebles de la casa parecían manchados de sangre. Alguien, de una manera caótica y lúgubre, había manchado todo con las manos ensangrentadas, parecía una de esas pinturas rupestres pintadas por los neandertales y que se conservan en alguna caverna oculta.
— ¿Quién pudo hacer algo así? —Preguntó Gacela.
—De seguro algún demente… —Le respondí.
Nos adentramos en el gigantesco comedor de la casa, y luego procedimos a explorar todo el primer piso, sin encontrar ningún rastro o pista de los dueños. Todo el lugar estaba desordenado, vacío y con un silencio espeluznante que hubiera alterado a cualquiera.
De pronto, la quietud fue interrumpida bruscamente… desde arriba, en el segundo piso, fuertes golpes sordos comenzaron a escucharse.
— ¿Qué crees que sea eso? —Murmuró Gacela.
—Quizá alguien encerró un muerto en alguna habitación, y luego huyo… —Supuse.
—No lo creo… la puerta estaba cerrada por dentro —dijo Gacela—. No puedes huir y cerrar la puerta por dentro.
Nos adentramos en la casa, tomamos la escalera y, una vez arriba, nos dirigimos hacia el origen de los sonidos, caminando por un oscuro y lúgubre corredor. Los golpes eran fuertes y estremecedores, pero de algún modo… distintos a los que antes habíamos escuchado… parecía que alguien golpeaba las paredes con las palmas de las manos.
Finalmente, encontramos el lugar; una pequeña habitación en el fondo del corredor. Nos preparamos para todo, sacamos nuestras armas y nos dispusimos para la lucha, justo antes de abrir la puerta… grande fue nuestra sorpresa cuando entramos.
Adentro, había un muerto semidesnudo, con las manos manchadas de sangre y suciedad, que se movía a través de todo el lugar, dejando rastros de sangre en la pared. Parecía una especie de demente o psicótico, sus ropas estaban rasgadas y viejas, se había defecado y tenía unos cabellos largos y sucios.
Nosotros nos preparamos para matarlo… lo curioso sucedió después, cuando el muerto nos vio, pues se detuvo un segundo ante nosotros, como notando nuestra presencia, y luego siguió manchando las paredes con la suciedad acumulada en sus manos.
Nos quedamos confundidos, observando aquella escena repugnante y sin sentido. Era el primer muerto que conocía que rechazaba la carne humana y se concentraba en otra actividad…
—Mira… —dijo Gacela, apuntando al centro de la habitación— ahí está la clave.
Yo miré, curioso por debelar el misterio, y pude ver que un montón de cuadros desordenados estaba apilado en el centro de la pieza.
—Al parecer nuestro huésped era un artista —Afirmó Gacela—. Una vez conocí a un muerto que hacía cosas raras: se llamaba Jonathan. Murió peleando con una horda de zombies y después, cuando ya era un muerto, no dejaba de luchar contra ellos. Pasaba días enteros golpeando a los muertos sin descanso. Él me ayudó a salir de la ciudad cuando estaba rodeado de monstruos…
— ¿Quieres decir que se parece a aquella niña zombie que hablaba?
—Algo así… la verdad, ni yo lo tengo del todo claro. Sólo sé que algunos muertos, uno en un millón, mantienen parte de su consciencia y hacen cosas que no son típicas.
Mientras conversábamos, el cadaver corría alrededor, manchando las paredes de manera caótica, parecía que había “pintado” una especie de árbol con excremento y una bola de manotazos sanguinolentos se asemejaba a un sol; gacela parecía más tranquilo, contemplando los hermosos cuadros, con bellas flores y paisajes, que había pintado siendo un humano, ahora manchados y llenos de suciedad; yo, aún mantenía la guardia por si el muerto nos atacaba a traición.
— ¿Crees que en algún momento recupere la consciencia? —Le pregunté.
—No. Me imagino que es como cuando las personas tienen algún accidente y no pueden respirar por mucho tiempo; dicen que si dejas de respirar por dos minutos, la mente puede volver a ser normal; pero si dejas de respirar por tres, cuatro y hasta cinco minutos, el daño en tu cerebro es grave y tu mente ya nunca volverá a ser la misma. Supongo que es lo mismo en estos casos —dijo, mirando como el cadáver azotaba las manos en la pared, dejando una fea mancha—. Un cerebro que es disfuncional… es muy poco probable que de pronto se vuelva funcional. Es como aquellas personas que nacen con problemas mentales… es poco probable que lleguen a ser normales.
— ¿Crees que exista un tratamiento para volver a convertirlos en humanos?
—No… pienso que, a estas alturas, estas almas ya se perdieron.
Luego de un rato, contemplando el caos de aquella la pintura, vociferé un nombre…
—Vincent —dije.
Los dos pensamos que el nombre le venía de perlas, así que nos dispusimos a dejar la habitación y la cerramos detrás de nosotros, dejando al artista trabajar a solas…
23 de febrero.
Lunes.
¿Pueden creerlo? Tigre había robado mi diario y se puso a escribir cosas en él. Pensé que lo había perdido en la mañana, incluso creí haberlo dejado en la casa donde Tigre se recuperaba… durante todo el día le pregunté si lo había visto en algún lado y, ahora de pronto, lo encuentro escribiendo en él. A veces este hombre parece un niño en un kínder…
Al parecer ha descrito el día aunque no de manera del todo correcta… pues no pasó siete días y siete noches agonizando, sino solamente un día y medio, y sería incorrecto decir “agonizando”, lo correcto sería decir “enfermo”. No sé si estar enojado por lo que hizo o aliviado por haber encontrado el diario. Podría corregir algunas cosas más respecto al día; pero por ahora, me conformo con haber encontrado el diario.
Luego de los hechos, Vincent ha seguido pintando sin descanso, hemos decidido dormir en la mansión. Mañana retomaremos el camino hacia el Este. Tigre dice conocer un lugar donde podemos encontrar provisiones y que no está lejos.

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PODRIDOS
HorrorUn hombre común deberá recurrir a medidas extremas y desesperadas, para poder sobrevivir a la peor de las pandemias. Un mal que se lleva toda la vida y la inocencia y solo deja muerte y desgracia a su paso.