Ayer, después de lo ocurrido con la familia de al lado. No escribí nada más en el diario, pues me sentía deprimido y agobiado en mis sentimientos de culpa. La noche se desarrolló en su extrema rutina siniestra y desesperante: los gemidos lúgubres de los muertos al llegar el ocaso, y principios de la noche, siempre son algo estremecedor, los aullidos terribles que gritan de manera intermitente y los ruidos que producen cuando atacan, sin querer, algo que ellos creen que está vivo. Todo eso forma un ambiente terrible y lleno de horror.
Las botellas de tequila se me agotaron anoche, pese a todo lo que intenté economizar su contenido; aun así, sus últimos sorbos me dejaron dormir con relativa normalidad.
9 de febrero
Domingo.
Hoy desperté acongojado, deprimido y abatido —pensando en los cómo(s) y los porqué(s)— intentando deducir los significados de todo esto. No entiendo por qué pasan estas cosas en este mundo. Yo pensaba que el mundo de antes era triste y despiadado; cada uno luchando con sus propias garras, pero… ¿esto? Esto es demasiado para cualquiera.
Me quedé en la cama para evitar ver el desolador paisaje de la calle a través de la ventana. Quizá si me quedo aquí adentro… pueda olvidar lo terrible de los días anteriores.
Luego de unos momentos mi mente comenzó a recordar detalles del día anterior que había olvidado escribir por el apuro con mis vecinos:
Ayer (8 de febrero), mientras observaba los departamentos con mis binoculares, vi al chileno. Pero… un momento… Me acabo de dar cuenta de algo. No he escrito porqué conozco a un chileno, ni tampoco he explicado porqué tengo binoculares:
Hace unos tres años, aproximadamente, me dio mucha curiosidad por saber cuáles eran las constelaciones. Quería saber todo acerca del cielo nocturno. Salir de mi ignorancia al respecto fue algo tan maravilloso que nunca podría explicarlo en palabras. Como los pequeños puntos que antes no significaban nada; de pronto empiezan a tomar sentido, y forman la primera constelación que reconoces… eso es un momento mágico.
Recuerdo que mi primera constelación fue Orión (el cazador), según la mitología griega, era el más grande y fuerte de todos los cazadores en la antigüedad. Cazó a todos los animales sobre la tierra, y llegó a tanto su orgullo que se proclamó el más grande de todos. Por supuesto, esto no les gustó para nada a los dioses; porque para ellos Orión era un simple humano, por muy fuerte e inteligente que fuera. Así que planearon algo… mandaron un animal a que le diera su merecido (el escorpión).
Cuando el pequeño animal llegó donde el gran Orión, éste se rió y confiado se puso a echar bravata.
— ¿esto es lo mejor que tienen los dioses? —dijo lleno de orgullo.
Y justo en ése momento el escorpión lo pico en el pie; se había acercado sin que orión se diera cuenta, mientras éste se reía y burlaba. Por supuesto, orión al instante levantó su arma y lo mató. Pero el animal ya había hecho su trabajo. Había esparcido un veneno tan potente en su cuerpo que Orión murió en poco tiempo.
Ambos fueron puestos en el cielo, en forma de constelaciones, para que el mundo recordase la historia. Están en los extremos opuestos del cielo y son los eternos enemigos. Siempre que orión aparece en el cielo… significa que no vas a encontrar a escorpión por ningún lado y viceversa.
Desde que aprendí esas maravillosas historias, quise saber más y por eso compré unos binoculares para poder ver las constelaciones con mayor detalle. Quería aprender lo que más pudiese de las estrellas.
Aunque siempre la contaminación lumínica de la ciudad no me dejaba ver el cielo en todo su esplendor. Creo que ése es un problema que no volveré a tener por aquí, pues cuando los zombies llegaron al pueblo lo primero que falló fue la electricidad. Es increíble lo frágil que es éste sistema sin mantenimiento: un auto se estrella contra un poste, falla un transformador y listo… adiós a la electricidad en la mitad del pueblo.
Bueno, volviendo al punto. Fueron momentos fantásticos los que pasé estudiando el cielo, pero aún mejores fueron los que viví junto al chileno:
Se llamaba Ángelo, y trabajábamos juntos en un supermercado Walmart. Juntos éramos los que llamaban “los vampiros” pues siempre nos dejaban de noche. El turno de noche era eternamente divertido con él, pues siempre llegaba con alguna música autóctona de su país (que por lo demás eran canciones muy divertidas). Particularmente le gustaba un grupo llamado “los picantes”. Era un grupo extraño y, a pesar de que el grupo tiene un guitarrista muy bueno, el cantante tenía letras… “inusualmente fuertes”, por así decirlo.
Fueron incontables las noches en que nos daban calambres en el estómago de tanto reírnos: entre los chistes bizarros, la música que alegra la noche y que nos comíamos la mitad de lo que teníamos que reponer… es un milagro que no nos hubiéramos muerto de diabetes, o de la risa.
Recuerdo a éste compañero, particularmente, porque una vez… cuando los jefes nos cambiaron al turno de día, en plena época de ventas navideñas, otro compañero, que se llamaba Jorge, le propuso lo que llamamos luego “el reto de retos”: poner su música especial, los picantes, por altoparlante.
Ángelo fue con paso firme hacía el computador que cambiaba la música y, con la rapidez de un hacker experto, cambio la música del local por la que a él le gustaba. El gerente al escuchar lo que estaba sonando con el local, lleno a tope de clientes, se le hinchó la garganta de la rabia y, encorvado por la tensión nerviosa, fue al encuentro de quien había cambiado la música.
Nosotros mirábamos desde lejos: vimos como discutían un poco, luego el gerente, con la cara roja por la furia, comenzó a gritar sandeces y, en ése momento, ocurrió lo extraordinario… Dominado totalmente por la cólera intentó darle un manotazo a nuestro compañero. Quien se cubrió el golpe, sin mayor esfuerzo, y reaccionando rápidamente, haciendo un movimiento parecido al de los boxeadores profesionales, le devolvió un manotazo tan fuerte que dejó al pobre gerente sentado en el piso, con los ojos perplejos y mudo de la estupefacción.
Nosotros nos tapábamos boca con las manos: las mujeres, para esconder su impresión; los hombres, para esconder nuestras risas.
En ese momento Ángelo volvió con nosotros, aún irritado porque habían intentado golpearlo, y con su cuerpo lleno de adrenalina se le salía el chileno que llevaba dentro. Hablaba lleno de modismos:
—quería echarme la foca… si quiere show yo le planto cara —decía—, pero la música no me la cambia ni a palos.
Por supuesto, después de eso ya no siguió más en el supermercado, pero entre los que se quedaron se ganó el apodo de “Ángelo el legendario” o simplemente “la leyenda”; aunque seguí viéndolo mucho después, porque aparecía en las fiestas y alegraba el ambiente.
En fin… ayer lo vi, está convertido en un zombie. Lo distinguí claramente pues merodeaba cerca de los departamentos, donde sé que vivía. Tenía esa típica vestimenta de colores llamativos que le gustaba tanto, y ese peinado raro con el pelo largo arriba y corto en la zona cerca de las orejas. Estoy noventa por ciento seguro de que era él… Ahora está muerto y convertido en una de esas cosas, Jorge de seguro también, el gerente y todos mis compañeros.
Estoy intentando volver a mis recuerdos amigables, pero no sé por qué todo pensamiento me devuelve a la deprimente realidad; quizá sea porque la muerte se ha llevado todo lo que conocía, y lo ha transformado en una pesadilla llena de horror y muerte.
Aún sigo preguntándome: ¿por qué escribo este diario? ¿Servirá de algo? ¿Alguien lo leerá?
Tarde.
Durante la tarde me levanté impulsado por el hambre, y me di cuenta que la comida que había guardado está empezando a desaparecer de forma alarmante. Pensé que las provisiones durarían un poco más; pero me equivoqué terriblemente. Lo que hace que las provisiones duren más es el hecho de disponer de desayuno y cena independientes, tener la libertad de comer un pan y beber un café hace que la comida de la casa dure mucho más. Sin esas comodidades debo comer lo que tengo a la mano. Si cada vez que el hambre me ataca debo comer la comida al desayuno y en la cena… eso hace que todo se agote mucho más rápido de lo que debería.
He intentado durante los últimos días no realizar actividades agotadoras, como hacer actividad física o enfocarme en tareas agotadoras. Todas mis actividades se reducen a cosas como leer o escribir en este diario, para evitar que la sensación de hambre me ataque con mayor fuerza; pero a pesar de todo, mi comida se va como agua entre los dedos. Y siento que no hay nada que pueda hacer para evitarlo.
Y hablando de agua… esta tarde, cuando fui a renovar una de las botellas que había vaciado, pude notar que el agua del grifo salía claramente café. Me imagino que el empleado que hacía las mantenciones propias del agua también había muerto. Y que el agua limpia es solo lo que quedaba en las tuberías. Ahora ya ha pasado una semana, aproximadamente, y ya era hora de que se empezara a notar.
— ¡estos empleados! ¡Que no van a trabajar después de muertos! —dije, fingiendo quejarme frente a alguien invisible. Luego me reí del chiste más tonto del mundo.
Decidí —para distraer la mente— comenzar a leer el primer libro de “el señor de los anillos”. Espero así que mis pensamientos se distraigan de esta locura y comenzar a tener algo más positivo en que pensar.
Ahora intentaré dormir…
![](https://img.wattpad.com/cover/302889793-288-k807061.jpg)
ESTÁS LEYENDO
PODRIDOS
رعبUn hombre común deberá recurrir a medidas extremas y desesperadas, para poder sobrevivir a la peor de las pandemias. Un mal que se lleva toda la vida y la inocencia y solo deja muerte y desgracia a su paso.