veintiocho

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Park Jimin fue parido en los barrios pobres y corruptos de Verham, y siendo el quinto bebé de una familia tanto humilde como disfuncional, trajo más penas que alegrías.

A sus cortos seis años, sufrió toda clase de palizas; los correazos de su padre, las cachetadas de su madre, los puñetazos de sus hermanos y las patadas de los demás niños que habitaban el precario vecindario. El dolor de la vida no era solo físico, lo descubrió cuando, a los ocho, ayudó a cavar la tumba de uno de sus hermanos menores, más adelante debió sepultar un par extra, pero a esas alturas, sus emociones ya no se expresaban con naturalidad.

Al cumplir los diez, su progenitor lo puso a labrar los cultivos de un señor ante la falta de dinero y comida, pero su desempeño en tareas rústicas era terrible y lo devolvieron unos días después. No era de extrañarse, había nacido como un bebé prematuro y era más pequeño que el resto de infantes de su edad, la malnutrición solo acentuaba su delgadez, pero esa explicación no le bastó a su creador, quien le propinó una golpiza brutal por lo inútil que resultaba como hombre en esa casa.

Su mamá era más indulgente, pero su temperamento no era el de una dulce ama de casa. Ya que no servía para proveer de suministros al hogar, aprendió de aseo y cocina con ella y sus hermanas, prefería dedicarse a esas cosas, pero aquello incrementó el acoso de los demás en su contra al cumplir el rol de una mujer.

Una de sus actividades favoritas era usar el cuchillo para rebanar los vegetales de las escasas recetas que podían prepararse, porque era muy bueno en ello y le gustaba sentir que destacada en algo, por más simple que la destreza fuese. Hubo una ocasión, que fue una de las pocas en que tuvo el placer de probar carne antes de que abandonara ese cuchitril, en la que le dieron la labor de cortar el filete, incluso si nunca lo había hecho, y que reconocieran su capacidad fue la sensación más fantástica del mundo.

Park Eunwoo por fin pudo ver que su flacucho hijo era decente en algo y no perdió tiempo en mandarlo a cazar al bosque, desesperado por deshacerse de la vergüenza que era haber engendrado a un varón tan afeminado, pero un niño poco podía hacer contra un animal grande y las liebres eran demasiado rápidas para él. Jimin de por sí era muy veloz, había desarrollado la habilidad tras tener que huir continuamente de sus abusadores, siempre los dejaba tragando el polvo, pero correr detrás de esos conejos era un caso perdido.

Sin embargo, no quería decepcionar a su padre. Ya no quería más golpes ni miradas despectivas de su parte, por eso fue que se escabulló y observó con sigilo cómo un hombre capturaba a las alimañas con trampas y esperó el momento indicado en que el sujeto no estuvo atento para robar uno de los cadáveres.

Fue la primera vez que Jimin robó, pero lejos de sentirse mal o culpable, disfrutó haber sido más ingenioso que su víctima, y el sencillo asentimiento que Eunwoo le dio al observarlo llegar con comida, encendió su hambre de triunfos.

Decidió que se había cansado de ser pisoteado por todos.

La próxima vez que el rubio salió a la calle, lo hizo con seguridad y hasta una pizca de altanería, no con pavor como era lo usual. Tal como esperó, Dongjae, un imbécil que disfrutaba de amedrentar gente más débil que él, estaba rodeado del séquito de niños que lo respetaban y temían. Era la instancia perfecta para Jimin. El chico se le acercó amenazadoramente, pero no permitió que volviera a pegarle, cuando el puño iba directo a su mejilla, se corrió. Era bajo y mucho más ágil que ese tipo superdesarrollado, jugó unos minutos con él a las esquivadas hasta que uno de los amigos del matón se burló y este estalló en irá. Park no sería un estúpido, sabía de sobra que nunca podría tumbar a alguien que doblaba su masa corporal, ni siquiera lo intentaría, porque ya había planeado su estrategia con días de antelación.

fate reader | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora