Puedes contar conmigo.

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La semana de evaluaciones termina y Kyojuro tiene un breve respiro, pero ya muchos profesores comenzaron a decir cuáles serán los siguientes proyectos escolares para la siguiente evaluación qué será en tres semanas, ya que como son trimestres, todo es más rápido.

Cada vez más piensa que debería buscar un lugar donde quedarse, en el que sus padres pueden decirle que sí, porque si les dice que un alfa le dijo que puede irse a vivir en su departamento, lo pondrían inquieto.

Ya en una ocasión Giyuu fue a casa de los Rengoku para trabajar una investigación, a su madre le agradó mucho, aunque su padre mencionó qué ver a ese chico tan deprimido, lo deprimió más de lo que suele ser Shinjuro.

Llegando, ve que su hermano está sentado viendo la televisión en la sala. El menor se emociona al ver a Kyojuro llegar a la casa, que no duda en abrazarlo.

—Mamá no está y padre se quedó dormido en su habitación —explica Senjuro.

—Creí que estabas solo —Kyojuro se siente más tranquilo de saberlo.

—No, padre estaba aquí bebiendo esa cosa que huele feo, dijo que como ya no tardabas en llegar me quedara viendo la televisión y no me moviera —platica el menor.

—Al menos no te amarró como lo hizo conmigo. No me dejaba salir al jardín y me amarró de los brazos y piernas —ríe Kyojuro al recordar eso—. Madre estaba furiosa cuando llegó.

—Sí, me amenazó con hacer eso.

Kyojuro alza la ceja con incredulidad. Senjuro le dice que le han dejado su comida en el microondas, algo que también ya ansiaba. Ambos hermanos se sientan en el comedor mientras que Senjuro le platica como le fue en la escuela, totalmente emocionado y que pronto tendrán una excursión a un acuario para ver la sección de los pingüinos.

Una vez terminando de lavar los platos, Senjuro y él se sientan en la mesa para hacer la tarea. Al menor de los Rengoku le gusta que su hermano esté con él, así cuando tenga dudas puede ayudarle.

Terminando Senjuro su tarea, él y Kyojuro se van al dojo a entrenar un rato. Aunque a su padre no le gusta que estén ahí, no lo toman en serio y se ponen a practicar. El omega coloca un muñeco para que ambos entrenen con los movimientos qué han visto de su padre y algunos otros más que les ha ayudado los manuales qué tiene guardado.

—¿Por qué papá ya no quiere entrenarte? —pregunta Senjuro.

—Bueno, creo que porque está un poco deprimido por la falta de alumnos —dice el omega con tristeza.

—Entiendo —Senjuro hace un pequeño puchero.

Una vez cansado el menor, Kyojuro continúa practicando sus movimientos hasta sentir que sus manos le duelen. Ha practicado lo suficiente para que ningún alfa se quiera propasar con él.

Una vez terminando de practicar, toma un baño rápido y se enfoca a continuar con sus trabajos desde su habitación.

Si se mudará con su compañero, se pondrá triste porque no podrá practicar seguido el kendo, ni tampoco pasar tiempo con su pequeño hermanito.

El suave golpe de la puerta rompe con sus pensamientos y Kyojuro alza la vista para encontrarse con su mamá, una mujer de cabellos oscuros y rostro serio. El omega sonríe al verla y no duda en ir a saludarla con un enorme abrazo.

—Bienvenida, mamá —le dice el rubio con calidez.

—Hola, cielo —le saluda la mujer—. Tus ojeras se ven terribles, ¿estás durmiendo?

—Duermo pasando de las 12 haciendo tareas, en el camión y en el tren duermo un par más —contesta el omega—. ¿Quién dijo que la universidad es fácil?

I Hate My Self For Loving YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora