Capítulo III

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-¡No por favor! ¿Por qué me hacen esto? ¿A dónde me llevan? Tengo derecho a saber qué van a hacer conmigo! - Gulf sintió el golpe en su estómago que lo dejó sin aliento - "Aquí no tienes nada niño bonito" le contestó el guardia que lo llevaba a rastras mientras los demás guardias y los internos del penal se quedaban inertes ante sus gritos y súplicas 

El olor a tabaco y wiskey barato inundó todos los sentidos del joven, sus ojos almendrados color ámbar se llenaron de lágrimas, como pudo se zafó la mordaza que cubría sus ojos para quedar helado del miedo que le produjo lo que vio: una cama de resortes oxidados con esposas en los cuatro extremos, al director Turtapak que lo miraba con lujuria y parecía estar disfrutando verlo luchar mientras sus secuaces lo amarraban a la cama que sólo contaba con una colchoneta llena de rastros de sangre y otros fluídos que el chico pudo saber de inmediato qué eran. Ahí entendió Gulf qué quizo decir el jefe Charnobil cuando le dijo a sus compañeros de celda que él era intocable, que era un regalo para el director.

Gulf nunca hubiera estado preparado para lo que vino después, ese hombre que debía ser la autoridad y cara de la justicia en ese lugar empezó por apagar su tabaco en la espalda descubierta del más joven, luego tomó sus pantalones y los razgó de un tiro, haciendo que Gulf volviera a gritar pidiendo ayuda, pero esto sólo hizo que el mayor se excitara más y golpeara a el chico en la cara dándole una cruda advertencia

 -"Nadie vendrá a salvarte, estás sólo, eres mío, nunca saldrás de aquí"- Las lágrimas empezaron a correr por las mejillas del resignado castaño.

Luego sintió las embestidas bestiales del repugnante funcionario, eran tan fuertes que Gulf sentía que con cada una iba a morir, podía sentir al director entrar y salir de él pero ya no podía reaccionar, no había en él sino miedo, dolor y resignación a la vida que le esperaba en ese asqueroso lugar, de un momento a otro paró la tortura, escuchó un quejido nauseabundo que le indicó que aquel hombre había llegado a su climax.

Los guardias entraron, lo vistieron y lo arrojaron en la enfermería para que las encargadas curaran sus quemaduras, cortadas y el desgarro por la violación, pero le dejaron claro que ésto era sólo para tenerlo listo para la próxima visita a la oficina del director, eso era ahora, el juguete nuevo del director de la cárcel más grande y más cruel de Tailandia.

- Gulf, Gulf, despierta....-  Up trataba por todos los medios de sacar a su amigo de la pesadilla que hacía que gritara desesperado y temblara como si en ello se le fuera la vida, pero no lo lograba, llevaba varias horas colocando paños húmedos en su cabeza tratando de bajar su fiebre pero ya no sabía qué mas hacer para ayudarlo, era la segunda noche que Gulf pasaba en libertad y desde que se acostó a dormir la noche anterior había tenido pocos momentos de lucidez en los que su amigo muy difícilmente había podido lograr que tomara un poco de sopa y medicamentos para la fiebre.

Era lunes en la mañana y Up debía ir a trabajar, Gulf no tiene familia, ni otros amigos, sólo se le ocurrió una persona a la que le podía confiar el cuidado de su amigo que seguía inconsciente mientras él se iba a ocupar de algunos asuntos a la oficina de la revista Elle, en la cual trabajaba como editor. 

- Teniente Suppasit... mmm le habla Up Pirapat, sé que no me conoce pero encontré su número entre las pertenencias de mi amigo Gulf y no sé a quién más llamar...- 

Mew sintió su teléfono sonar insistentemente a las 5 am del lunes, pensó que algo había ocurrido con alguno de los expresidiarios que tenía a su cargo, era bastante normal que lo llamaran a avisarle que habían encontrado su cadáver o que habían encontrado a alguno de "sus chicos" involucrados en un robo o en cualquier otro delito.

"El que es nunca deja de ser" tenía Mew por refrán frecuente. 

Pero cuando contestó escuchó la voz de un joven bastante educado, se escuchaba asustado y desesperado, cuando la voz al otro lado del teléfono le mencionó el nombre del castaño, algo se retorció en su interior, ese chico de ojos almendrados color café había estado en su mente desde que lo dejó en libertad hace 2 días, pero no sabía explicar por qué. Escuchó atentamente la voz de quien lo llamó y sin ninguna razón aparente, o quizás sí pero no estaba listo para aceptarlo, Mew Suppasit, el oficial que aseguraba que sus casos sólo eran basura, salió frenético de su apartamento, subió en su auto y se dirigía hacia la dirección que le dieron donde Kanawut se encontraba moribundo.

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