Capitulo 17

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Por primera vez la fragancia primaveral invadía la habitación, arrasando con el olor a cigarro impregnado en las paredes al cuál me había acostumbrado.
Quién imaginaría el amargo sabor a la ironía que aplacaba cada rincón. Tenía a la mujer de mis sueños pero siquiera era capaz de tocarla.

El silencio que reinaba era menos molesto, tan sólo dos respiraciones era lo unico audible. Un par de ojos posados sobre el cuerpo situado en medio de la cama, la calma con la que su pecho subía y bajaba desafiaba a mi acelerado corazón.
Las puntas de mis dedos clavados en el respaldo del sillón, suspiro, la piel pálida de su larga pierna escapa de entre las sábanas, mil pesamientos indecentes se cruzan intentando fallidamente cruzar la barrera de la cordura.

Era casi mediodía y no había pegado un ojo, mi vista fija en la persona que usurpaba mi cama por horas, sin ser capaz de acercarme, no confiaba en mis posibles acciones.

Como un perro rodeando a un minino, siquiera parpadeaba. Maldigo, ella completamente ignorante ante la situación. Yo no era un perro, sino algo mucho peor, una bestia acechando a su presa, un ser podrido rodeando una flor.

Parpadeo reiteradas veces, cegado por la tentación, ajeno a la cercanía que teníamos ahora. Puedo sentir la fragancia que emana de su alborotado cabello, su piel suave, sus labios sutilmente separados.
Quito un pequeño mechón de pelo de su rostro, acaricio una milésima parte de su mejilla, su cuello, su clavícula. Trago en seco y una presión crece bajo mis pantalones.
Bajo un poco la tira de su blusa acariciando su hombro en el transcurso.

Se remueve y en mi cabeza puedo oir un sonido haciendo click.

Joy suspira y estira ambos brazos.

Me alarmo.

Me alejo tan rápido como me es posible escabulliendome en la cocina, casi como si el destino se pusiera en mi contra mi celular comienza a sonar. Estoy casi seguro que lo que sentía en ese momento era un posible ataque al corazón.
Lo tomo notando el nombre de James en la pantalla, sabía que esperaba por mi pero no tenía tiempo para ello.
Apago el móvil y lo devuelvo al bolsillo de mi pantalón trasero.
Respiro casi a bocanadas y friego mi rostro con ambas manos.

-Debes controlarte, maldita sea!- Me regaño.

No podía volver a la habitación, no luego de ese ataque, posiblemente terminaría con una orden de restricción y una Joy horrorizada. No podría lidiar con algo así.

Buscando la manera de mantener mi cabeza ocupada comencé a preparar café, en mi experiencia personal, sabía que en cuando la castaña despertara sencillamente no lo haría de una buena manera, posiblemente un enorme dolor de cabeza la acompañaría por el resto del día y la confusión a flor de piel.

El aroma a café pronto invadió el departamento, con ello me vinieron recuerdos tan amargos como la bebida entre mis manos.

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-Oye, si sigues bebiendo café de esa manera, terminarás por cambiar tu tono de piel a uno oscuro- Rió burlandose del hombre a su lado.

-Ja ja, que gracioso, si si burlense del negro- Sonreí desviando la mirada de ambos.

-Nos espera una larga noche, el café será nuestra única compañía hoy-.

-Ni lo digas, ansiaba hacerle una pequeña visita a Charlotte pero en lugar de ello, estoy rodeado de un anciano y un vagabundo- Bromea Audrey.

-Oye, a quién llamas anciano?- Dandole un golpe en la cabeza.

-Sólo sigo que no es como imaginaba pasar mi noche del sábado- Se defiende.

Bebo otro trago de la caliente bebida, el frío se calaba hasta por los huesos, la temperatura desendía a cada hora que pasaba. Los negocios habían cerrado y las calles estaban vacías.
Sólo éramos nosotros tres en una camioneta negra, bajo un puente, hundidos en la oscuridad.
Debíamos ser invisible ante cualquier ser humano que pudiera estar por la zona, incluso algún que otro oficial que realizara su recorrido matutino.

Un coche de lujo, color negro, frenó frente al callejón que daba a la casa de empeños dónde observabamos fijamente.

-Atención, parece que por fin tendremos algo de acción- Avisé.

Como si ya supiera como cumplir al pie de la letra cada movimiento, un hombre sale observando para todas partes mientras envia algo de calor en sus palmas soplando y fregandolas.
Al igual que este, una figura baja del coche, al parecer una mujer por sus elegantes movimientos de cadera y una pelirroja cabellera que escapa de su sombrero que hacía juego con su tapado.

-Esto no va a gustarle al jefe- Comenta Audrey -Maldición, y la perra estaba que arde!-.

-Lo siento mi amigo, pero no creo que quieras cogerte a una muerta- Respondió el mayor.

La mujer recibió un paquete para luego volver al coche sin siquiera voltear una vez más hacia aquel tipo.

-Bien, es la señal, adelante- Arrojo lo que quedaba de aquel líquido y arranco para luego acelerar.

-Beberemos mucho café mañana en el funeral- Comentó el mayor.
Lo ignoré, concentrado en el vehículo frente a mí, por unos segundos un pesar se hizo presente.
Todos sabíamos lo que ocurriría en cuanto alcanzaramos aquel coche.
No había opción, se había metido con la persona equivocada y debía pagar las consecuencias.

Doblé en la primera esquina, generando una falsa confianza hacia el chofer, haciendolo creer que me había perdido y entonces poder sorprenderlo por delante.

Frenó casi al instante provocando que saltara desde su lugar golpeando su frente contra el volante, su rostro alarmado reflejado por la luz tenué del poste ubicado sobre una vereda.
Las puertas traseras se abrieron y un par de hombres bajaron al instantes, arrojandose sobre la mujer que inutilmente intentaba tomar el lugar del chofer.

Audrey cubrió sus labios para evitar un grito que alertara a alguien, la rodeó con el brazo cesando sus movimientos violentos.
En un suspiro ya se encontraban todos abordo y conducía hacia la mansión nuevamente.

Desde el espejo retrovisor capté la mirada de la mujer que reflejaba el terror a flor de piel, volteo, era inútil que tuviera esperanzas de que la ayudaría. No podia hacer nada, por más que quisiera.
Las sospechas de que escaparía en cualquier momento en compañía de algún enamorado era motivo de insomnio de su esposo en las últimas dos semanas.
Había estado alterado por días, frustrado, irritado y las "perdidas" de las joyas de su mujer solo empeoraban el asunto.

-Mujeres, son la cura o la enfermedad?- Comenta el anciano -Yo diría veneno, puesto que es de las mayores tentaciones..- Sonríe viendo de reojo a la mujer que temblaba en la superficie del vehículo -Y uno podría morir por ellas-.
Inhalé con fuerza.

-Como sabes cuando es la indicada?- Pregunté casi desafiante.

Este rió como si recordara algún chiste privado.

-Cuando estés lo suficientemente jodido lo sabrás- Cerrando el tema.

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-Que demonios?- Una voz casi inaudible sonó a mis espaldas -Quién eres tú?!-..

•SICK LOVE•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora