Capítulo 8

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Narrador:

Por el rabillo de la puerta del armario Thomás logra distinguir una figura femenina ingresar a la habitación, una vez en medio de esta notó su cabello despeinado, tallaba su ojo somnolienta, se para frente a la cama de la castaña quién al oír la puerta abrirse se removió incómoda.
La pelinegra observó a su alrededor como inspeccionando que todo estuviera en ordén y así pareció hasta que su mirada cayó sobre la ventana que daba a la calle por dónde había ingresado antes.
Eso llamó su atención, entonces la duda cruzó su mente. Que hacía ella ahí?
Tendría algo que ver la visita de los oficiales? De que habrían hablado después de todo?
La mujer se acerca con cautela y antes de llegar da un brinco al ser sorprendida por una suave voz que la llamaba.

-Chloe, que sucede?- La castaña había despertado, aunque no del todo.

-Lo siento Joy, no quise despertarte, es solo que creí oír algo y quise asegurarme que estuvieras bien-.

-Yo no oí nada- Acomoda las sábanas para cubrirse con ellas.

-Deberías cerrar mejor las ventanas, recuerda lo que dijo el oficial, hasta que se resuelva el caso debes estar en alerta- Se cruza de brazos.

-Si, lo sé- Agotada -Pero no quiero pensar tanto en ello, él mismo dijo que no era la única con quién había hablado. Es decir, que la razón de ese ataque pudo haber sido cualquiera de ellas-.

-No descartemos cualquier posibilidad- Asegura sentandose en un rincón de la cama.

-Piénsalo. Quién podría atacar a un hombre que a penas acababa de conocer y peor aún, por mí?- Con tono divertido.

-Oye, no te eches tan abajo, tú tienes lo tuyo-.

-Sabes, acabo de perder el sueño. Que te parece un poco de te?- Sugiere Joy.

-Me parece bien, vamos-.

Ambas salieron de la habitación con pasos pesados ignorando por completo a un tercero, quién había presenciado aquella charla animada entre buenas amigas.
Dejó escapar un suspiro frustrado al hayarse solo por fin, abrió la puerta del armario sigiloso, salió con lentitud sin despegar la vista de la entrada por si se les ocurría volver a alguna de las muchachas.
Echó un último vistazo a la cama algo desordenada, una sensación de fracaso lo invadió, pudo sentirla a escasos centímetros, rozar sus labios, su aroma recorrió su interior hasta quedarse tatuada en su mente, pero una vez más todo se derrumbó.
Se acercó a la ventana por donde volvió a salir dejando todo atrás, la manera en la que saltaba   sujetandose de las barandas, acortando los escalones y logrando bajar en tiempo recórd demostraba lo ágil que era o tal vez se había memorizado aquel camino luego de tantas visitas nocturnas.

-A dónde vas?- Grita la más pálida desde la cocina mientras su compañera se dirigía a su habitación de nuevo.

-A cerrar la ventana, olvidé hacerlo antes de salir- Responde en el mismo tono y sonríe.

Se acerca despreocupada, coloca el seguro no sin antes confirmar que todo estuviéra en orden, se giró para volver por dónde vino pero pronto paró en seco al notar la puerta del armario abierta cuando creyó verla cerrada antes de salir minutos antes. Levantó una ceja en señal de confusión, acortó la poca distancia que la separaba de este con desconfianza, no encontró más que sacos y vestidos colgando de percheras, lo que le devolvió algo de tranquilidad.

-Joy tiene razón, la paranoía puede ser contagiosa- Soltó una risita por su comportamiento, terminó por cerrar la puerta y salir del cuarto de una vez restandole importancia al asunto.

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El día fué cálido, luego de tanta lluvia y frio por fin podrían olvidarse un momento de aquellos molestos abrigos y bufandas por los cuales limitaban la movilidad de la mayoría.
Ese día la cafetería se hayaba repleta, a diferencia de otras veces, un hombre de rasgos firmes bebía café como de costumbre acompañado de su buen amigo quién no había parado de platicar desde que ingresaron al lugar. Mientras el otro simplemente asentía dandole a entender que estaba atento a toda palabra que saliera de sus labios, sin embargo, su mente se encontraba en un lugar lejano, cuestionandose que había ocurrido con cierta castaña que no había vuelto a visitar aquel sitio en los últimos días.
La duda lo carcomía, ansiaba verla y saber la razón, pero luego de casi ser descubierto aquella noche no quiso volver.
Por más que quisiera arañar las paredes se había convencido que era lo mejor por el momento. De todas maneras, había vuelto a retomar sus noches en el club, las pequeñas heridas en sus pómulos y parte de su labio inferior lo delataban, había vuelto a pelear, es por ello que su amigo se encontraba tan animado relatando estas como si acabaran de finalizar a penas unos momentos.
Thomás sabía que su emoción duraría un tiempo por lo que no le tomaba importancia, simplemente lo dejaba hablar con libertad, el tono de su voz dejaba en evidencia la admiración que sentía por su amigo y es que no mentía cuando afirmaba que era el mejor, así era, se había ganado su lugar entre los primeros puestos con gran esfuerzo y sabía que no cualquiera se lo arrebataría con facilidad.
Aunque todo aquel que conociera el manejo de aquel lugar y los que competían allí, sabían que todo era por dinero, aunque no se lo ganaban de forma honesta eso no importaba, eran casi intocables. Por más que las denuncias, de vecinos molestos por el bullicio y la violencia que se originaba en aquel pequeño edificio, cayeran como lluvia sin control, era territorio prohibido para la policía. Estos últimos recibían una buena suma a cambio de no molestarlos, los oficiales solían visitar el sitio por cumplir con su trabajo pero simplemente les daba alguna advertencia y desaparecían dejando que continuaran con lo suyo.

Thomás no era una persona a quién le interesara el dinero, sin embargo, pensaba que todos a su alrededor se movían por este, había crecido en ese ambiente y todos solían priorizar aquello antes que uno mismo.
Su padre había sido el mejor ejemplo para ello, ya que no recordaba un día en que su casa no se hayara repleta de hombres mayores, ebrios hasta el punto de no poder mantener el equilibrio por si solos, apostando hasta el último centavo, obligandolos a volver a sus casas caminando ya que ni para el taxi les quedaba.
Recordaba claramente que mientras solía ver hacia la ventana, que daba a la calle, niños de todas las edades jugaban animados, gritando y riendo, mientras que él limpiaba vómitos de extraños de su piso y vaciaba colillas de cigarros en el bote de basura para luego lavar los ceniceros y  colocarlos en su sitio nuevamente esperando a ser utilizados esa noche.
Una rutina que acabó a penas pisaba los quince años, luego de una dura pelea con su padre, dónde este último acabó en el frío marmol inconsciente, decidió escapar junto con un tal Michael al que apodaban "El Gallo". Un hombre que pasaba los veinte, que aparentaba ser mucho más grande, bastante decuidado, con una cicratiz en el cuello, resultado de la pésima vida que llevaba.
Le había ofrecido tantas veces ingresar a su mundo, prometía ganar sumas considerables, conocer gente importante dónde llegaría a sobresalir, todo sonaba a un mundo maravilloso, pero no todo es tan bueno; todo esto sería a cambio de vender sustancias a negociantes de la zona, si todo salía como lo planeado y cumplía con las órdenes impuestas podría subir de nível e ingresar a la venta de armas.

Por suerte, o al menos un poco de ella, no llegó hasta ese punto. Tres años después de haberse ido con El Gallo a comenzar una nueva vida conoció lo que sería su nuevo mundo, el mundo de las peleas clandestinas. El lugar perfecto para descargar la furia que llevaba reprimiento todos esos años, sin remordimiento, el único momento en que dejaba salir la fiera de su interior sin limitaciones y en lugar de acabar encerrado en una celda recibía  aplausos, felicitaciones y una muy buena suma de dinero que jamás había imaginado poseer en sus manos.
La vida del mayor se había basado en violencia, maltrato, excesos, todo menos cariño o un tacto cálido de parte de alguien. Jamás recibió una mirada de interés o un apoyo.
Toda su vida había sido una mierda, como él mismo aseguraba, aunque ahora ya no solía asistir a las peleas más que como distracción, no signifiaba que había mejorado en algo.
Pero algo había cambiado, desde que conoció a tal castaña que dió un giro impactante en su mente, cambió su forma de ver las cosas, llegando para demostrarle que no todo estaba perdido, que aunque él se considerara la basura más asquerosa que pudiera existir, al igual que todos los que lo rodeaban, ella le daba esa esperanza de que aún existían personas honestas, desinteresadas, con ganas de superarse, en resumen, buenas personas.
Solo bastó una mirada para darse cuenta que era diferente a las mujeres con las que acostumbraba a involucrarse, unos pocos segundos sus miradas se encontraron y para el mayor fué más que suficiente para que quedara clavada en sus pensamientos, desde entonces no le perdió el rastro. Sin saberlo, se fué adueñando de aquella extraña mujer hasta el punto de odiar que cualquier hombre se atreva a acercarse de más.
Y aunque ella ignore por completo su existencia, no perdía la esperanza de un día tenerla bajo su cuerpo llamándolo con deseo reiteradas veces.

La puertas de la cafetería se abren una vez más, de estas ingresa la tan conocida chica de piel pálida con una reluciente sonrisa, el mayor dejó la taza sobre la mesa al momento en que la vió. Observó de reojo a su amigo que se había acercado a la barra a pedir algo lo cuál no estaba muy seguro ya que ni siquiera lo escuchó, sólo podía notar la forma en la que coqueteaba con la rubia de escote prominente mientras esta le sonreía abiertamente sin dejar de enredar un mechón de cabello estre sus dedos.
Joy notó las mesas ocupadas, incluso en la barra, dejó escapar un suspiro frustrada, se la notaba agotada, una vez más cargaba aquellos tubos y un bolso colgaba de su hombro.
Se giró en dirección a Thomás y este pudo jurar que olvidó como respirar, ella pareció pensarlo pero por fin se acercó, él no supo que hacer, sus manos sudaban, como si estuviera siendo juzgado por haber echo algo malo, se sentía estúpido.
Agachó un poco la cabeza para pasar desapercibido pero eso no funcionó ya que acontinuación lo que ocurrió lo dejó más que sorprendido.

-Disculpa, el lugar está ocupado?- Señalando el asiento que antes ocupaba su amigo.

•SICK LOVE•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora