Capitulo 3

236 15 1
                                    


Pasos apresurados, respiración agitada, rostros cansados con apariencia de no haber dormido las horas suficientes, bocinazos por doquier provenientes de choferes malhumorados, el olor penetrante que emanaban los vehículos ingresaban a sus fosas nasales. El bullicio ensordecedor y más, solo describían otro típico día en la Gran Ciudad de Nueva York.

De entre la multitud una castaña intentaba sobresalir, con el brazo extendido busca parar un taxi, con los nervios de punta ya que su suerte parecía jugarle en contra y es que al agudizar la vista podía notar qué en el interior de cada uno iban algún que otro pasajero.
Sentía el cuerpo cansado y juraba que los huesos le dolían, no había pasado una buena noche eso era evidente, ansiaba un poco de café que la ayudara a despabilarse.
Uno de los taxis frena frente a la muchacha y antes de que reaccionara algo impacta por su hombro desde atrás dejando caer su bolso, mientras deja un dolor leve en la zona, se agacha a recogerlo y levanta la vista observando fulminante a la mujer que se había colado y robado aquel viaje que le pertenecía.
Suspira frustrada, era tarde para esperar el bus por lo que había optado por esta opción pero analizando mejor la situación dudaba de su elección.
Ya podía imaginar a Loren, su jefa, una mujer coqueta, estricta, muy exigente, de cabellera rubia, ojos verdes esmeralda, piel blanca con numerosas pecas en su espalda, una mujer hermosa que no aparentaba más de treinta años aunque se encontraba pisando los cincuenta, pero aunque estos adjetivos sonaran muy interesantes, todo esto se veía eclipsado por su voz aguda y su fingida amabilidad e inocencia al estar frente a un hombre atractivo.
Sabía de antemano que recibiría un regaño de aquellos desde que pusiera un pie en la entrada del local hasta que llegara al final de este y colocarse detrás del mostrador.
Solo deseaba que su amiga y compañera de trabajo llegara a tiempo para cubrirla, de está manera sería menos presión.

Como si no fuera suficiente la situación, un hombre devoraba un hot dog a su lado, el olor llega impactando contra la boca del estómago y lo siente revolverse, a quien se le ocurría comer algo así a esa hora de la mañana? Observa curiosa el reloj en su muñeca el cual marcaban las siete con doce minutos, sentía que moriría en cualquier momento, Loren jamás dejaría pasar algo así como si nada, tal vez haría que sacara a pasear a su perro de nuevo como aquella vez que olvidó confirmar una de sus citas.
Se sentía una falsa imitación de El Diablo viste a la Moda. Pero que podía hacer? Necesitaba el dinero y más ahora que se estaba atrasando un poco con el pago del alquiler.
El señor Wilson era un hombre muy comprensivo y paciente, pero ella era consciente de su obligación, podía tan sólo levantar el teléfono y pedirle algo de dinero a sus padres pero eso tan sólo sería tomar el camino fácil y no quería preocuparlos que ya suficiente tenían con su hermana que se encontraba en rehabilitación.
Se sentía avergonzada pidiéndole un poco más de tiempo pero él entendía la situación, jamás se había atrasado y eso le daba ventaja.

Como si alguien hubiera oído sus suplicas un taxi se acerca nuevamente, sobre el techo de este un letrero que decía "libre", en fracción de segundos ella baja de la vereda colocándose casi en medio de la calle con ambas manos al frente y mirada desesperada.
-Pare, por favor, se lo suplico- Golpea la ventanilla dirigiendose a la parte trasera, el coche frena y ella sube de prisa antes que alguien más le ganara el lugar.
-129 Hudson Street- El chófer asiente y arranca.
El calor que despedía la calefacción la cubre por completo logrando relajarla, deja caer la cabeza hacia atrás sobre el asiento envuelto en cuero sintético y exhala algo de aire.

Observa por la ventanilla el camino, las calles estaban repletas, personas yendo y viniendo, empujandose unos a otros, coches amontonados, el cielo se mantenía cubierto casi en su totalidad, el sol comenzaba a salir del todo luego de dos días de haberse mantenido oculto entre tanta lluvia, el movimiento del coche resultaba placentero y sus párpados comienzan a pesarle, sus mejillas adoptan un leve sonrojo a causa del calor, se acomoda mejor en el asiento lo último que quería era caer en un profundo sueño en ese momento.
Espía curiosa al chofer, un hombre de unos cuarenta años, pelinegro, tenía la vista oscura fija en el camino, pestañea varias veces antes de volver su atención a la ventanilla.

•SICK LOVE•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora