Capítulo veintiséis

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Los Bisen tenían su descanso el día siguiente, de no ser así los trabajadores o los hermanos de Frank, los hubieran encontrado en su camioneta, sus piernas temblaron cuando bajó para poder acomodarse el vestido, Frank permaneció sentado luego de vestirse, se veía cansado, pero la miró mientras acomodaba su ropa.

— ¿Estoy despeinada?

Él nego.

— Te ves hermosa.

Sintió sus mejillas calentándose. Bajó de la camioneta, abrazándola contra su pecho.

— ¿Te lastimé?

— No, estoy bien.

— ¿Segura? Estaba un poco ebrio, fui un poco brusco.

Negó, sonriendo.

— Brusco está bien.

Frank sonrió antes de darle un beso rápido.

— Vamos —dijo.

— No podré ver a Isaac a la cara hoy.

Él rio bajo.

— No pasa nada.

— Van a saber qué hicimos.

Rio, ayudándola a subir.

— Bueno, todos lo hacen.

— Sí, pero les estamos anunciando que lo hicimos.

Comenzó a sentir miedo y vergüenza. Cuando entraron a la sala de estar, todos estaban desayunando, sintió su cara ponerse caliente cuando los miraron. Alice tenía las mejillas rojas, pero se mantuvo dándole de comer a Lia.

Subió a su habitación luego de desayunar, aunque sabía que sabían qué habían hecho, nadie dijo nada, eso la hizo sentir menos incómoda. Tomó un baño rápido, atendió a los pequeños y los preparó para salir, ella quería ir a ver a su madre, sentía que después de hablar con Malik, también tenía que arreglar las cosas con su mamá, ella ni si quiera conocía a su hermano, tampoco había respondido los mensajes ni llamadas y ella en verdad insistía en verla.

Frank acomodó a los gemelos en sus portabebés en la parte trasera de la camioneta, le resultaba extraño ver al hombre con ropa deportiva, pero tampoco iba a negar que se veía sexy, muy sexy.

— Deja de verme así o te llevaré a un motel en lugar de a la casa de tu mamá —Dijo, conduciendo fuera del rancho.

— Tentador.

Aquello lo hizo sonreír, sus ojos azules se iluminaron.

— Es que... Se marca mucho en tus pantalones.

Frank gruñó.

— Está comenzando a ponerse duro, última advertencia.

Rio, se centró en ver por la ventana para no distraerlo hasta que llegaron a la casa donde, por cierto, no sabía que vivía su madre. No estaba del todo lista, pero era algo que tarde o temprano tenía que afrontar.

Frank tocó la puerta, el esposo de su madre abrió, mirándolos con sorpresa, aunque podía ver cierto resentimiento en sus ojos y lo entendía, después de todo la había tratado mal, la había corrido y la había echo sentir mal cuando su embarazo ya era suficiente con que tratar.

— Kelly, Frank. —Asintió hacia ellos.

— Está... ¿Está mi mamá?

Él se hizo a un lado para invitarlos a pasar, la casa se sentía como un hogar, estaba limpia y bien decorada. Lo siguieron por las escaleras al segundo piso, en la habitación encontró a su madre de espaldas, arrullando al pequeño bebé que sostenía en sus brazos. Esta se giró cuando sintió su presencia.

— Kelly —los ojos de su madre se iluminaron cuando la vio, sintió más culpa por eso.

Frank sostenía a los bebés, ella pudo acercarse, no sabía por qué pero inmediatamente comenzó a llorar, provocando lo mismo en su madre la cual tomó al bebé con un solo brazo y estirando el otro para jalarla a un abrazo.

No pudo contener sus lágrimas, lloró hasta que sus sollozos se convirtieron en gemidos de dolor, ella necesitaba a su madre, cuán necesitaba de ella había estado todos estos años, cuánto la había extrañado, cuándo había necesitado tenerla a su lado, de su protección de sus palabras.

El esposo de su madre tomó al bebé en sus brazos, dejando a su madre libre para que pudiera abrazarla con ambos brazos; el abrazo era tan cálido, era un abrazo diferente al de la noche anterior con Frank, era un abrazo diferente al de un amigo, ¿Eso se sentía abrazar a su madre? Sintió las suaves caricias sobre sus cabellos, se sentía como una niña pequeña buscando el consuelo de su madre luego de raspar sus rodillas o de ser regañada.

— En verdad lo siento tanto, tanto, mi Kelly. Jamás pensé que fueran capaces de tanto, no contigo.

No sabía qué decir, muy en el interior sentía miedo de aceptar frente a su madre lo que su abuelo le había hecho, sobre todo porque tenía demasiado resentimiento, sentía en parte que había sido ella la culpable de todo eso.

— No... no sé qué estoy haciendo con mi vida.
— Ay mi niña —dijo Lucía quien aún acariciaba sus cabellos mientras la mantenía aferrada a ella —Necesitamos buscar ayuda para ambas.

Asintió, Ben se lo había dicho ya y, desde entonces, aquella idea no había salido de su cabeza, necesitaba que alguien le ayudara a pasar por todo, los Bisen,Ben, Alice, Frank y Malik le ayudaban, pero sabía que necesitaba otro tipo de ayuda.

Subieron a la camioneta después de hablar por un par de horas con su madre, se sentía bien, era algo que necesitaba, ella iría a terapia, tenía miedo, demasiados demonios que enfrentar y no quería, pero a pesar de no quererlo, sabía que lo necesitaba, por ella, por sus hijos, por su relación y... hablando de ello. Observó a Frank conduciendo, el chico rosaba su pierna cada vez que usaba la palanca de cambios, era una caricia inocente, pero le gustaba, disfrutaba mucho porque sabía que lo hacía inconscientemente.

Los minutos pasaron y ella sólo quería hacer una pregunta, pero no se sentía lista y no lo estuvo hasta muchas horas después de pensar y meditar demasiado lo que tenía para decir.

Frank le había ayudado a dormir a los gemelos, era algo demasiado lindo, ver la forma tan amorosa en la que los trataba le dejaba en claro que, a pesar de que no lo había elegido conscientemente para ser el padre de sus hijos, el menor de los Bisen iba a ser el mejor padre, amigo y compañero para sus hijos y ella no podía pedir más.

Salieron al balcón de la habitación, Frank observaba el rancho, a pesar de que sabía que disfrutaba de sus días libres, también había aprendido que Frank amaba el trabajo y su vida en el rancho, aquel lugar lo era todo para la familia Bisen, ellos sin duda lo habían convertido en un hogar. Observándolo, se dio el valor de preguntar.

— Frank, ¿Puedo hacerte una pregunta?

Sus manos temblaban, su corazón latía con fuerza, pero, a pesar de lo nerviosa que se sentía, tenía que hacer esa pregunta.

El chico se giró hacia ella, viéndola.

— Claro princesa, dime.

— Ah... —hizo una corta pausa—. ¿Nosotros qué somos?

Frank la miró, pensando en la respuesta, aunque no le tomó demasiado tiempo responder.

— ¿Yo? Un estúpido que casi pierde a la mujer más hermosa del mundo.

— ¿Tú? Mi futura esposa y la madre de mis hijos.

No supo qué responder, pero no hizo falta, la tomó firmemente por la cintura, atrayéndola hacia él para besarla.

F I N

K E L L Y  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora