Capítulo veintidós

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Despertó poco después del mediodía, a pesar de la forma tan fea en la que le había hablado a su madre, esta no había dejado de buscarla, Frank parecía querer estar encima de ella todo el tiempo, pero ella, simplemente, no tenía ganas de lidiar con absolutamente nadie y es que, a decir verdad, no tenía ganas de, absolutamente, nada. Era una sensación horrible que se extendía por todo su cuerpo, su pecho dolía y sentía muchas ganas de llorar, porque, a pesar de todo lo que sentía, a pesar de querer tener a Frank lejos de ella, también quería que este siguiera insistiendo, quería que la ayudara, que se acercara a ella.

Los días que había permanecido encerrada en su habitación, la habían puesto a pensar muchas cosas, cosas que la torturaban a cada segundo; todo el tiempo pensaba en lo que hubiese pasado, en lo que hubiese pasado si hubiese podido escapar con su madre, en lo que hubiese pasado si hubiese vivido una vida libre de golpes y violencia psicológica, en qué hubiese pasado si Malik se hubiese confesado antes de que pasara todo lo que pasó con Frank, ¿Ella lo hubiese aceptado? ¿Hubiese podido ser feliz con él? No sabía, incluso en ese momento.

Todos aquellos pensamientos la atormentaban, su cabeza dolía y no había parado de llorar, no era algo que le gustara, quería salir de la cama, tomar a sus bebés y continuar con su vida, con Frank en ella, a pesar de que sentía un rencor enorme al pensar que estuvo con alguien más.

Escuchó a alguien tocando la puerta, Frank entró con una bandeja llena de comida, la dejó en los pies de la cama y procedió a abrir las cortinas de la habitación, la luz calaba fuerte en sus ojos, los cerró.

— Estás despierta —dijo Frank, este vestía unos shorts flojos y una playera ligeramente holgada.

De alguna u otra forma amaba cuando se vestía de esa forma, se veía más joven y atractivo, Frank la encontró mirándolo, la miró fijamente para luego tomar la bandeja y subir a la cama, sentándose a un lado de ella.

— Alice hizo hot cakes, huevos con jamón, café y jugo, ¿Qué quieres comer primero?

Lo miró, ni si quiera tenía ganas de hablar, sentía como si fuera la cosa más difícil del mundo en esos momentos pues todas sus palabras se atoraban en su pecho. Ambos se miraron un par de segundos, Frank tomó un tenedor y llevó un pedazo de hot cake a su boca, el sabor dulce explotó en sus labios, comió lentamente, el día anterior no había querido probar bocado.

Frank la alimentó lentamente, teniéndole paciencia cuando masticaba pues le era muy difícil hacerlo debido al enorme nudo en su garganta. Quería ponerse de pie, ir a ver a sus gemelos, su padre los llevaba cada cierto tiempo en el día para que los viera, pero habían pasado días desde la última vez que los tomó en sus brazos, quizás semanas, ni si quiera tenía noción del tiempo. Y eso la hacía sentir mal, ella era una mala madre, lo sabía, una mala mujer, se había convertido exactamente en la madre en la que juró que nunca se iba a convertir, ella quería ser amable, amorosa, cariñosa con sus hijos, pero ni si quiera los alimentaba o arrullaba antes de dormir. Ni si quiera podía sentarse en la cama para comer, mucho menos había tomado un baño en demasiados días para ser higiénico, ¿Y le importaba? Sí, pero no.

Frank se puso de pie para dejar la bandeja en una de las mesitas de noche a lado de la cama, se recostó a un lado de ella sin decir nada por mucho tiempo, Frank a veces hacía eso y lo amaba, porque eso hacía que sus pensamientos dejaran de atormentarla mientras estuviera ahí.

Los primeros días, cuando todavía tenía fuerza para pelear, Frank había soportado todas las malas palabras y comentarios que tenía para él, había sido paciente y no había tenido arranques de ira en respuesta, ningún día se alejó de ella, estuvo día y noche como lo estaba en ese momento, a pesar de que algunas veces ni si quiera le hablaba o lo miraba.

K E L L Y  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora