Capítulo uno.

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Las calles estaban oscuras, tenía que haberse acostumbrado antes a eso, era pan de cada día caminar de regreso a su casa luego del trabajo... o de ir a cualquier lugar.

Algunas tiendas y negocios aún estaban abiertos, había personas en la calle, pero sabía que había tramos donde solo estaba ella, rodeada de árboles y soledad.

— Ey, hermosa.

Escuchó, un hombre caminaba del otro lado de la acera, se acercó a ella; no era muy viejo, de hecho sospechaba que era trabajador en alguno de los ranchos cercanos.

— Piérdete —le dijo, segura de sí misma.

A medida que crecía, había aprendido a ahuyentar a los hombres y a defenderse. Principalmente por su padre y su abuelo. Ella no quería ser un blanco fácil de ningún hombre.

— ¿Te acompaño a casa? Es muy noche para que andes sola por ahí.

— Puedo defenderme.

— Anda, cariño, sube a mi camioneta, podemos pasarla bien antes de que te lleve.

Veía cómo poco a poco se acercaba a ella, trató de caminar más rápido, más adelante había una tienda que podía ver abierta. Pero el hombre la tomó del codo jalándola hacia él.

— Te va a gustar, te lo aseguro.

— ¡Suéltame!

Intentó forcejear, pero era inútil, el hombre era alto y bien constituido, cuando ella se alejaba un poco, él, con un simple jalón, la traía de vuelta.

— ¿No escuchaste que la dejes en paz?

Escuchó la voz familiar, el hombre se giró, apretando fuerte su brazo, se quejó. Frank lo tomó por el cuello, haciendo, por la fuerza, que la soltara.

— Entiende cuando te dicen que no, pedazo de mierda.

Lo lanzó, haciéndolo retroceder un par de pasos hacia atrás. El hombre rió, ladino.

— Ah, el muchachito Bisen —rió—. Te veo después, hermosa.

La miró de arriba abajado con lujuria, trató de que aquello no le afectara pero esa mirada era una promesa no dicha de que las cosas no habían terminado ahí.

— Si te veo cerca de ella de nuevo voy a partirte la cara a golpes, ¿Entendiste?

Frank se veía molesto, se lanzó hacia el tipo, pero ella logró detenerlo, el hombre subió a su camioneta y se fue.

— ¿Estás bien? —Le preguntó Frank.

— Sí, Frank, gracias.

Él bufó.

— Odio a los idiotas como él.

— Agradezco que me defendieras.

— ¿Vas hacia tu casa? Dame un segundo y te llevo.

Negó, lo que menos quería era meter a Frank en más problemas y de paso causárselos ella misma.

— No hace falta, puedo caminar.

Y así lo hizo, se dio la vuelta y retomó su camino, pero Frank la alcanzó, insistiendo, tanto que no tuvo más remedio que aceptar.

El camino fue silencioso, su casa realmente no estaba tan lejos, Frank entró en el camino de tierra que dirigía a su casa, se bajó luego de agradecerle.

— No hay problema, nos vemos luego.

Frank le dio una de esas sonrisas que la habían flechado desde el primer instante, esperó a que saliera para poder entrar en su casa, mientras abría la puerta podía sentir cómo su corazón palpitaba a mil por segundo, sus manos sudaban.

K E L L Y  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora