Bienvenida a París

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Me desperté y bostecé un poco, me había dormido un rato en el avión, por suerte, ya habíamos llegado a París, me asomé por la ventana, logré ver algunos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad, unos minutos más tarde aterrizamos en el aeropuerto. Sentí una felicidad inexplicable, bajé del avión y tomé mis maletas, según yo, o bueno, según lo que me había dicho mi mamá por mensaje, es que ella ya estaba esperándome en el aeropuerto.

Comencé a caminar como pude y busqué la salida del recinto, había mucha gente así que, como pude empecé a pasar entre todos ellos buscando con la mirada a mi madre.

—Permiso, permiso. —murmuraba, aunque tenía inmensas ganas de gritar que todos se quitaran, casi al estar a la salida encontré unos ojos azules que de inmediato me miraron con alegría y sorpresa, era ella.

—¡Mamá! —exclamé, comencé a acelerar mis pasos para llegar hasta donde estaba ella, al estar lo suficientemente cerca dejé las maletas y me lancé a sus brazos, ella con gusto me recibió en ellos y dejó un beso en mi frente.

—Mírate, creciste bastante hija. —dijo mientras sonreía. Sí, mi mamá no era la persona más expresiva del mundo, pero cuando mostraba sus sentimientos siempre podía tener la certeza de que eran sinceros.

—Y tú, te ves muy bien mamá. —hablé al mirarla, estaba vestida con un traje púrpura, un suéter con cuello de tortuga color rojo, sus lentes, su cabello iba recogido en un moño bastante elegante y la parte final de su fleco estaba teñido de rojo.

Ella sonrió. —Gracias hija —hizo una pausa—, bueno, será mejor que nos vayamos. —comentó, ella hizo una seña y en seguida un señor, que a decir verdad parecía un gorila, tomó mis maletas y las subió a un auto.

—Gracias... supongo, bueno. —murmuré cuando vi que el señor no dijo nada y se subió al auto, hice lo mismo, al igual que mi mamá.

Comenzamos a avanzar, y mientras tanto, yo miraba a través de la ventana las estructuras parisinas, el día estaba muy bonito, o quizás sólo era yo y mi felicidad, pero el cielo azul con el sol alumbrando hacía que todo se viera mejor.

—¿Cómo estuvo el vuelo? —mamá rompió el silencio.

—Estuvo bien, fueron menos de dos horas, creo que la parte más difícil fue la de levantarme a las cuatro de la mañana. —reí un poco, y ella sonrió.

—¿Tu collar? —pregunto y trató de buscarlo con la mirada, yo tiré de la cadenita para que el collar saltara a la vista.

—Aquí está. —dije, supuse que para ella también es especial puesto que me lo regaló mi papá a los diez años.

Continuamos hablando por algunos minutos más, poniéndonos al día sobre nuestras vidas, claro que cuando estaba en Toulouse hablaba bastante seguido con ella, pero nada se comparaba a estar con ella en el mismo lugar.

—Oye, ¿Segura que estará bien que yo viva en donde trabajas? —cuestioné, ahora mamá trabajaba como secretaria y asistente del famoso diseñador de modas Gabriel Agreste, y bueno, a simple vista se veía como aquel señor era bastante serio y reservado.

Bien podría ser el villano de cualquier serie o película... Pero eso ya es sobrepensar, cálmate ____.

—No te preocupes por eso, el señor Agreste está de acuerdo con tu llegada, sabes que él y tu padre eran... Buenos amigos.

En realidad no, no sabía qué tan amigos eran, como sea, noté que mamá titubeó un poco al decir esta última frase y de inmediato desvió su vista hacia la ventana. Me pareció extraño, ya que casi no hablábamos de la relación de mis padres con otras personas, así que supuse que por eso reaccionó así, sin embargo yo, me relajé al escuchar eso, lo que menos quería era causar problemas o incomodidades.

Unidos Por Un Misterio (Chat Noir/Adrien y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora