8. stuck-up peasants

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Tamborileo sobre mis muslos mientras estoy sentado en la oficina, esperando pacientemente.

Cuando digo "pacientemente", me refiero a mover las piernas, menear la cabeza, morderme los labios hasta sangrar.

—¿Alguien le bajó al aire acondicionado? —pregunto, levantando la barbilla—. Se me están congelando las bolas.

La recepcionista me mira fijamente, y luego mueve lentamente su cabeza. Sus ojos de insecto han estado sobre mí desde el momento en que me senté en esta silla rígida y fría de metal.

Para que quede claro, mis pezones podrían cortar el cristal.

Levanto una mano a mi boca y compruebo rápidamente mi aliento. No huelo nada. Me lavé los dientes, pero esta mañana me tomé una mimosa y puede que también me haya tomado un shot de... algo para calmar los nervios.

Vamos. No juzgues. Ya sabes cómo soy.

Una campanilla digital suena sobre mi cabeza. A pesar de la calma, me sorprende tanto que medio salto de mi asiento, alarmado, como si despertara de una pesadilla.

Entonces escucho el ruido sordo de los niños que salen de sus clases. Hay risas. Chirridos y roces de zapatos. Chasquidos y cierres de casilleros a la distancia.

Me acomodo en mi silla con un suspiro.

Esa perra de la recepción sigue mirando.

De niño tocaba el piano. Empiezo a fingir a Beethoven en los muslos, aunque hace años que no toco. Luego me detengo y cruzo los brazos de golpe, mi concierto de muslos termina al instante.

Mi culo no puede quedarse quieto.

La recepcionista me llama rígidamente: "¿Señor Córcega?"

Me levanto de mi silla tan rápido que salto en el lugar.

—¿Si? Sí, estoy aquí. Presente. —Levanto una mano y le doy una sonrisa apretada—. Ese soy yo.

—Lo sé. —Ella me hace un gesto cansado con la cabeza—. El señor López está listo para recibirlo. ¿Sabes cómo llegar a su aula, o debería mostrarle el mapa de la escuela?

La forma en que lo pregunta, es como la manera cansada y condescendiente en que le preguntas a tu bisabuela con demencia si necesita hacer tee-tee en el inodoro antes de la hora del café.

Sonrío.

—Supongo que si mi trasero termina en el vestuario de las niñas, les diré que es tu culpa. Es una broma, —le digo a su repentina cara de asombro—, sí, conozco el camino.

Haciendo un esfuerzo por mover mis entumidos músculos, salgo de la gélida oficina y camino por el igualmente gélido pasillo, donde pronto descubro que la escuela tiene un aspecto muy diferente al de la noche de la orientación.

Me detengo en una intersección. ¿Debo doblar aquí a la izquierda, o en la siguiente?

Doy tres vueltas mas antes de darme cuenta de que he estado caminando en círculos y me encuentro frente al mismo cartel. ¿Dónde chingados está la cafetería? Su salón estaba en el pasillo más cercano, ¿no? ¿No escuché a las perras descaradas hablando mal de mi hermanita justo después de ver al señor López y su sexy trasero?

¿Y si son las mismas perras que la empujaron en la clase?

La narrativa ya se está creando en mi cabeza, y es oscura.

Solo tengo un tiempo para hablar con el señor Temo, y aquí estoy perdiéndome en una red de pasillos y carteles.

He tenido pesadillas de la niñez que se parecían a esto.

raising hell | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora