17. well, bloody hell

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Una vez escuché que hay que perderse para encontrarse de verdad con uno mismo. Ese momento me ocurrió hace varios años. No era más que un gaybe de veintidós años cuando finalmente ocurrió.

En el fondo de una botella vacía de lubricante.

Mira, cada pequeño y grasiento chorro que exprimí de esa botella fue una decisión que tomé. Cada chorro de lubricante en la palma de la mano, en el culo de un joven, en mi verga envuelta, me acercaba más a la inevitable verdad de Aristóteles Córcega Castañeda.

Y entonces llegué al fondo. Todo pa' fuera.

No sé qué fue. Tal vez la canción que estaba sonando en otra habitación al otro lado de mi puerta cerrada. Tal vez el dedo meñique que Diego me pintó con esmalte verde hace un par de días. Tal vez la forma en que la habitación daba vueltas, o el leve olor a lubricante, o que no podía recordar el nombre del wey que estaba esparcido por mi cama como si fuera mayonesa.

Pero en algún lugar de ese desorden, tuve una epifanía. "Este soy yo", me di cuenta de inmediato, con los ojos estrellados, luminosos, probablemente drogado como un carajo. "Yo... soy esta botella".

Vacía. Toda agotada. Acabada. Un recipiente que una vez estuvo lleno de mugre útil, ahora todo exprimido por perras calientes.

Yo estaba todo exprimido.

El tipo al que me iba a tirar, simplemente levantó su cansada cabeza de la almohada, confundido, y dijo: "Uh, eso es genial, pero estoy muy cachondo y mi subidón está desapareciendo rápidamente".

No tuve sexo con él esa noche. De hecho, no he tenido sexo con nadie desde entonces. Fue como un interruptor. De repente me aburrí de cualquier vato que se me insinuara. Cada cara era cualquier otra cara. Cada insinuación era cualquier otra insinuación. Durante los años siguientes, ponía los ojos en blanco cuando veía cómo se desarrollaban los rituales de apareamiento gay delante de mí en el bar veinte veces por turno: las miradas, las sonrisas coquetas, el actuar como si no se dieran cuenta de la presencia del otro, todos los hombros fríos de zorra que en realidad significaban por favor, ven a hablar conmigo, soy demasiado chingón para esto como para hablar contigo primero. Me aburrí demasiado de todo eso.

Avancemos unos cinco largos años sin novedades y un profesor de matemáticas irrumpiendo en mi vida.

Quizá mi botella no esté tan vacía como pensaba.

Temo y yo, cada una provista de un inocente daiquiri de fresa hecho por Anita que no dirá su nombre, nos quedamos en la parte de atrás de la sala mientras Helena juega con las otras niñas, según las indicaciones y la dirección de la autoproclamada burguesía del drag. Las chicas juegan varias rondas de Pictionary, excepto que todo lo que tienen que dibujar tiene un tema específico. Te daré una pista de cuál es ese tema. Luego disfrutan de las babosadas en las que las amigas de Diego se unen a sus equipos, actuando como capitanes, y hacen que todo sea bastante divertido para las niñas.

Temo encuentra todo divertido. Se me revuelven las tripas cada pocos minutos. No sé si es por tenerlo a mi lado o por el entretenimiento en general, pero me sorprendo a mí mismo riendo más fuerte de lo que lo he hecho en mucho tiempo. En un momento dado se me llenan los ojos de lágrimas cuando Helena y yo nos vemos las caras de histeria desde el otro lado de la habitación. Tenemos un pequeño e imprevisto momento de hermanos. Siento que ella me ve. Siento que yo la veo a ella. En serio, esta es la mejor noche para todos los involucrados.

Siete niñas se presentaron, por cierto.

No son las veinte o más que invitó, pero no hay pedo.

El mago es un poco adorable. Es un tipo delgado con gafas gruesas y pelo bonito y desordenado, y no, no estoy comprobando si está colgado como dijo Diego. Es torpe, pero resulta ser parte de su actuación. Derrama las cartas en un momento dado, haciéndonos pensar que nos ha revelado el truco por accidente, sólo para descubrir que es parte del truco, y en el desorden de cartas en el suelo, la Reina de Corazones de Helena es la única que está boca arriba.

raising hell | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora