Mr. Sinister

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En cuanto mi idea se materializó y fue excelente para ser ejecutada tomé mi ropa negra, me la puse y fui una vez más a su morada. Noté que una de las ventanas estaba abierta, era del segundo piso por lo que tuve que escalar el gran árbol junto a su casa, lo hice sin esfuerzo, sin emitir sonido o movimiento alguno.


Una vez dentro busqué la habitación donde Ethan dormía, la luz estaba apagada a diferencia de la de Emma, se encontraba leyendo, parecía estar mejor.

Cuando giré el pomo de la puerta de mi amado me di cuenta de que seguía despierto, no miraba hacia la puerta, sino a la ventana. En sus manos sostenía lo que me temía que encontrara: el cuchillo.

Maldije en mis pensamientos y me escondí en su armario, tenía pequeñas ranuras que me dejaron ver cada uno de sus movimientos.


Ethan giró su cabeza justo a tiempo para que no notara mi presencia, se veía confundido ya que no recordaba haber dejado la puerta abierta o que se haya escuchado cómo se abría. Simplemente la cerró y se acostó en la cama donde antes había descansado yo, cerró sus ojos con el cuchillo aún en la mano, y antes de darme cuenta, él ya estaba dormido.

Salí del armario, sigiloso. Me acerqué a él y lo miré dormir, se veía tranquilo y apuesto, sus labios color carmín me atraían tanto que estuve a punto de tocarlo, pero primero necesitaba el cuchillo.

Con toda la calma y quietud que pude saqué el cuchillo de sus manos con cuidado de no lastimarlo y lo guardé bien en mi bolsillo. La tentación de estar con él me atravesó como una flecha, me hipnotizaba; al mismo tiempo no podía parar de pensar cómo se sentiría encajarle el cuchillo en el pecho, jugueteé con la idea unos instantes hasta que el sentimiento de tenerlo para mí de otra forma fue mayor.

Pensé un segundo en irme de igual manera, eso era una tontería, lo tenía tan cerca para dejarlo ir.

Cuando volví a mis pensamientos racionales me di cuenta de que estaba acariciando su cabello ligeramente rizado, era suave y sin nudos, su aroma me envolvió. Acerqué mi cabeza tanto como pude para no despertarlo, estábamos frente a frente, su cálido aliento rozaba mi piel, era un aroma masculino que me volvía loco sin razón alguna.

Con mucho cuidado me recosté a su lado y lo admiré, aprendí cada una de sus facciones, de sus marcas y de sus lindos lunares que adornaban su cara de una forma perfecta como lo hacían las estrellas en la galaxia.

No me di cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que algo me sacó de la admiración a su rostro, eso que me había sacado del trance era el mismo Ethan, quien se había levantado de golpe, con el corazón y respiración agitados y un sudor que antes no había visto por acostumbrarme a ver su cara.

Cuando él se sentó violentamente yo me escondí, sin darle oportunidad a asustarse más con mi presencia. El llanto no se hizo esperar, las lágrimas caían como una cascada, sus manos temblorosas agarraron su cabello y lo jaló con desesperación sin dejar de llorar. Su llanto se hizo más notorio con lo cual Emma se despertaría y correría a su habitación y, sin mediar palabra, tomaría las muñecas de Ethan con fuerza para detener su constante daño.

Parecía que era algo habitual, pues después de que Ethan recobrara la noción de su entorno y su llanto se disipara, Emma se levantó y volvió a su habitación para dormir, era una rutina que ambos hacían el uno para el otro constantemente, era fácil de deducir cuando has estado estudiando los sentimientos humanos, y al mismo tiempo, era muy triste verlos.

En el momento que Emma se fue y Ethan volvió a dormir salí de mi escondite y acaricié la cara de Ethan con suavidad, recordando cómo su madre lo hacía cuando él dormía, desde su cabello hasta su mandíbula.

Malas Tentaciones [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora