Revamped

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Homicidios, suicidios o muertes accidentales. Todo tiene cierta belleza, a menos que carezca de propósito.

La muerte es como el amor incondicional. Sabes que a veces duele, pero que es un destino del cual no puedes huir.

Las cosas que haces por amor a veces son un sacrificio tan grande que te hacen cometer cosas que jamás cruzaron por tu cabeza. Cosas como casarte por un año entero.

¿Que si valió la pena?

Todo vale la pena si se trata de él.

Pero a veces desearía no haberme ido.

¿Él me perdonaría por haberlo dejado? ¿Tendría misericordia? Quería entrar a su paraíso, pero era un simple pecador que no merecía redención.

Las cosas no estaban resueltas y no podía correr a sus brazos por más desesperado que estuviera. Todo tenía un tiempo y no arruinaría nuestro hermoso futuro por un capricho humano.

Afortunadamente, todo estaba debidamente planeado para hacer nuestro tiempo de espera mucho más corto. Ethan debería agradecer mi gran ingenio e intelecto.

Liam seguía en la intemperie para ese punto de la mañana; luego del gran espectáculo sólo había dejado su cuerpo para que algo se lo comiera. No tenía más que demostrar, era suficiente con probar que soy bastante poderoso y perspicaz para acabar con su reinado en un parpadeo.

Acabar con mi problema no sería difícil; no obstante, tardaría más de lo que me gustaba admitir. Por esta razón, no duré muchas horas en el cuerpo físico masculino que había elegido para habitar en la tierra esta vez.

Para agilizar los hechos llamé a la seguridad que se encargaba de garantizar que estábamos bien cada tanto. Los llamé llorando a mares, avisando de la desaparición de mi amado esposo.

Los elementos no tardaron en movilizarse a la isla, donde buscaron por todos lados a Liam hasta que por fin dieron con su cuerpo. Cuando lo encontraron hubo mucha conmoción y prohibieron que me acercara a las proximidades de su cadáver, tratando de proteger mi pobre conciencia.

Logré meterme en el camino de los oficiales y los forenses unas horas después, e hice la mejor actuación de mi último año: grité, lloré y fingí un enorme ataque de pánico: ¿Qué haría sin la protección, el cariño y el respeto de mi marido?

Poco después de mi teatral drama me llevaron de vuelta al palacio de Kozir, y me dejaron a cargo de los sirvientes de Liam hasta que supieran qué hacer conmigo. La noticia más próxima sería algo relacionado a que yo, como mujer, no les servía de absolutamente nada; al menos hasta que pudiera declarar mi versión de los hechos.

Ese dichoso día llegó, y yo declaré una versión muy amable con la memoria de Liam. Les dije que habíamos tenido una pelea de pareja y que él había intentado matarme y violarme, pero que después recapacitó y se fue a dar un paseo por la isla. Fingí ser ignorante del veneno, y nadie cuestionó nada al verme tan afectada.

Ninguna persona creía que mi capacidad intelectual fuera lo bastante avanzada para cometer un crimen de esta magnitud. Un error que pudieron evitar fácilmente si no tuvieran prejuicios tan estúpidos. Los humanos eran idiotas.

Las semanas pasaron y tuvieron que dar el trágico comunicado: Liam Alexander Lissandro III había fallecido. No explicaron nada además de su deceso, lo que derivó en un problema con la prensa y los medios; nada de eso me correspondía a mí.

El parlamento no tardó en buscar alternativas para destituirme del trono, por lo que era momento de sacar otra de mis cartas debajo de la manga. Anuncié mi embarazo.

La emoción y esperanza de un posible nuevo heredero estaba haciéndome ganar tiempo, y también orilló a los miembros parlamentarios a buscar optativas para un nuevo gobernante, el cual encontraron cuando leyeron las cartas que Liam había dejado en una caja fuerte de la que sólo él conocía la contraseña.

Malas Tentaciones [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora