Malas Tentaciones [+21]

Lirios

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El reloj de mi bolsillo marcó las nueve en punto. Varios de los invitados ya habían llegado, quienes se hacían de vestidos y trajes ostentosos muy acordes a la reunión. Saludé a todos como de costumbre, llevándome una reverencia en respuesta. 

En cierto instante, los invitados se habían reunido bajo el claro para admirar el mismo en todo su esplendor. El sonido de los violines concordaba con la estética que emanaba del estanque detrás de los músicos. Subí al puente y esperé a que todos me prestaran atención, donde sólo el sonido de los violines me acompañó de fondo.

—Les agradezco por venir, me llena de satisfacción poder compartir un rato tan afable como este en compañía de gente tan distinguida como lo son ustedes. El día de hoy es un día muy especial para mí, no solo porque estamos próximos a la fecha de mi coronación, sino que hoy daré otro gran paso en mi vida y espero que para ustedes sea igual de emotivo que para mí.

Sonreí con orgullo cuando el trotar apresurado de unos caballos se escuchó a lo lejos. Alcé la mano hacia el arbusto en forma de arco que marcaba la entrada al claro y cuando todos giraron su mirada, Viktoria entró con la distinción que la caracterizaba.

Völker llegó montada en un caballo de pelaje totalmente negro de nombre Moonlight, su piel pálida hacía contraste con el caballo y la hacía ver como una muñeca de porcelana. En ese momento por mi cabeza cruzó que ella parecía más un jinete del Apocalipsis que un ángel mandado por Dios; encogí los hombros unos segundos y después sacudí la cabeza en un intento de dejar de lado esos pensamientos tan repentinos y desconcertantes.

Su ropaje era perfecto: un hermoso vestido largo de color rosa pastel cubría su cuerpo curvilíneo, los pliegues alrededor de su cintura y la caída del tul con tonos ligeramente dorados la hacían lucir como una verdadera reina; sus brazos estaban cubiertos por un guante beige de encaje y adornados con un par de pulseras de oro obsequiadas por mí; una corona de lirios blancos y pequeños adornaban su cabello rosado y hacían resaltar su belleza única.

Me acerqué a ella y la ayudé a bajar del caballo, los presentes aplaudieron cuando ella los saludó con la mano. Cuando ambos nos encontrábamos frente a frente no pude evitar sonreír de forma tan exagerada que hacía que mis mejillas dolieran, ella imitó mi sonrisa.

—Desde que conocí a esta bella dama hace unas semanas no he podido dejar de pensar en ella. Robó mi corazón y, por ello, creo que esto que estoy a punto de hacer es la mejor decisión que tomaré en mi vida entera —me arrodille frente a ella y todas las mujeres presentes soltaron un suspiro rebosante de sorpresa y júbilo—. Viktoria Völker ¿Me harías el gran y maravilloso honor de ser mi esposa? —dije sin rodeos a la par que sacaba una caja que contenía un anillo con un enorme diamante en el centro y alrededor de éste, diamantes mucho más pequeños—pero en gran cantidad— que cubrían casi por completo toda la circunferencia del anillo; cuando la caja fue abierta el destello de las joyas producido por el contacto con el Sol mañanero golpeó la cara de Viktoria, dejando a la vista su hermosa piel tersa de color durazno.

Viktoria tapó su boca cubriendo la gran sonrisa que adornaba su cara. Asintió con la cabeza y se abalanzó hacia mí, rodeándome con sus brazos. —¡Por supuesto que quiero Liam!

 
Los aplausos y algunos gritos inundaron todo el lugar en pocos segundos. Cuando ella se incorporó pude ponerle el anillo en su dedo anular, el color plateado le sentaba muy bien en sus manos carentes de suficiente melanina.

Hicimos un brindis en conjunto con los presentes y disfrutamos de la fiesta hasta que la tarde llegó; aunque para mí fue algo difícil divertirme, ya que el cansancio no dejaba mi cuerpo en ningún momento. En el momento en el que el calor del Sol se hizo insoportable, el claro comenzó a quedarse solo de poco a poco hasta que sólo quedamos ella y yo, mirando el estanque desde arriba del puente.