Rosy dream

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Eran las siete de la mañana cuando había decidido regresar a casa. Una vez que el auto estaba en su lugar subí a la sala del primer piso, cuando llegué pude percibir un aroma de lo más desagradable: tabaco. Todos en la casa estaban informados de mi aborrecimiento al cigarrillo y las drogas, o al menos eso era antes de que el amor de mi vida y su hermana comenzaran a vivir aquí.

Fui a indagar la causa de aquel terrible olor, me detuve en seco al ver que era Ethan el causante al estar fumando un cigarro comercial de la calidad más simplona. Se encontraba recargado en el pilar de la puerta frontal, al menos estaba afuera, pero eso no evitaba que el olor se colara y se impregnara en todo, haciendo un martirio en mi nariz.

¿Había estado tan hipnotizado con él a mi lado que no pude notar lo impregnado que estaba el tabaco en su ropa? No era posible, siempre había sido más que precavido, debía tener algún truco para que Emma no se enterara.

—¿Qué haces ahí tan quieto? —pronunció con tono juguetón e inhaló lo que restaba de su cigarrillo, luego lo apagó en el piso y lo guardó en la bolsa de su pantalón—. No apareciste en los últimos dos días, ni siquiera nos dejabas entrar y ahora estas ahí parado, eso es extraño.

—Discúlpame, Ethan —respondí algo aturdido, pronto recobré el control y caminé a donde estaba él—. No esperaba que fueras del tipo de personas con vicios, sólo eso.

—Se supone que nadie debía saberlo, en realidad. Trato de no dejar nada que delate lo que hago.

—Ya veo. Me gustaría que no fumaras cerca de la casa, no puedo tolerar el olor del tabaco. Me da náuseas —dije con más desagrado que el que tenía en mente, él se percató de eso.

—Te pido mil disculpas, Zarek. No tenía idea de eso, prometo deshacerme del olor antes de que den las ocho.

—Descuida, no es necesario por esta ocasión.

Ethan asintió y pronto recordó algo que lo disgustaba.

—¿Quiénes eran los raritos con túnicas negras que salieron ayer por la tarde? —cuestionó dirigiéndome una mirada severa—. No creo que sea buena idea que gente así te visite. Al menos en lo que el plan de la militarización se establezca y tenga efecto.

Ethan estaba celoso, pero genuinamente preocupado por mi bienestar; no me gustaba usar mis inmaculados dones con él, pero esta vez podía sentir lo que él sentía sin que lo hubiera querido.

—No debería preocuparte, ellos no me harán nada. Sé que son raros, pero son inofensivos. —Le sonreí con sinceridad, recordando la noche anterior; claro que no eran inofensivos, pero me adoraban.

—Está bien. Pero cuando vuelvan a venir ten cuidado, no me dan buena espina.

Sin duda era curioso cómo su instinto de supervivencia funcionaba. Sabía quién era malo y quién era bueno, incluso conmigo lo pudo deducir; no obstante, lo había dejado pasar e incluso nos habíamos besado.

Era un completo idiota, pero no podía culparlo. Estaba en mi naturaleza ser deseado, soy una mala tentación para ese corazón tan correcto, pero así funcionan las mejores parejas en los libros de romance, ¿no?

—Claro que tendré cuidado, pero en todo caso estás tú para protegerme. —Le lancé una mirada coqueta mordiendo unos breves instantes mi labio inferior, a lo cual él respondió con una risa nerviosa, correspondiendo mi coqueteo.

—Tienes toda la razón, después de todo soy muy fuerte y guapo. —Alzó sus brazos a la altura de su cabeza y los flexionó para mostrar sus músculos, los cuales se marcaron de forma obvia en su holgada sudadera de algodón color azul marino.

Malas Tentaciones [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora