Liam Alexander Lissandro III

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Desde que Viktoria vivía conmigo no podía hacer otra cosa más que pensar en ella, mi mundo había sido consumido por aquella mujer tan perfecta. Todos los días me aseguraba de despertar antes que ella; aunque siempre parecía no haber dormido, sus ojos nunca demostraron cansancio.

Mientras más tiempo pasaba, estaba más seguro que ella era ideal para gobernar a mi lado. No tendría que preocuparme porque ella se fuera ¿Acaso tenía otra opción? Era imposible que desapareciera, mi poder era mayor al suyo, aunque negara lo contrario—tan seguido que era molesto—. Era peligroso alejarla de mí, su carácter denotaba que era capaz de todo para conseguir lo que quisiera.

Hace una semana y media que Viktoria había salido del hospital, yo todavía no recordaba nada sobre el hecho acontecido; sin embargo, tenía pequeñas pistas que no tenían relación entre sí, eso me complicaba las cosas. Lo que más me llamaba la atención era la aparición de un nombre: "Ethan White", era común y simple, pero tenía la sospecha de que para Viktoria era todo lo contrario. Hace pocos días había notado ligeros cambios en el comportamiento repetitivo de mi prometida, antes se la pasaba leyendo todo el día en el jardín, pero ahora no hacía nada más que contemplar su entorno, y cada que miraba en secreto parecía una estatua y su piel marmórea no hacía más que darle ese aspecto tan... inhumano y grotescamente perfecto.

Cuando comencé a sospechar de sus comportamientos tan metódicamente planeados y raros decidí investigar qué es lo que hacía, a veces sólo leía libros que una mujer leería y otras veces miraba las flores todo el día, dos veces por semana recogía una o dos flores. Los sirvientes mencionaron sonidos extraños provenientes de su alcoba, algo como voces ajenas —un hombre, una mujer diferente a Viktoria y los susurros de esta misma, los cuales eran inentendibles—; no obstante, decían que no parecía ser congruente y, por lo tanto, ella no mantenía conversaciones con otros.

Algo dentro de mí me decía que tenía que ver con ese nombre, con el tal Ethan White. En un ataque de ira hace unos días amenacé con investigar cada movimiento que hacía lo cual no tomó bien y por poco terminamos matándonos —cosa que se estaba haciendo recurrente—; afortunadamente, no le mencioné sobre mi decisión impulsiva de investigar a los White y hacerlo venir para la coronación y para la boda. Si ellos eran algo en secreto haría que ambos sufrieran estando juntos, pero sin que puedan amarse libremente, y si resultaba ser como pensaba, haría sufrir a la zorra de Völker por el resto de su miserable vida.

«Knock Knock». Se escuchó  desde fuera de la barrera de madera que daba hacia el interior del salón —que fungía como mi oficina— el característico sonido que provocan los nudillos en la puerta.

—Adelante —dije sin ganas mientras escondía los archivos que detallan la vida de los hermanos militares.

Viktoria apareció por la puerta como todas las tardes, y detrás de ella la acompañaba una mucama que traía en sus manos una bandeja con una tetera encima y dos tazas. No pude evitar ver de pies a cabeza a  la dama que acompañaba a Viktoria, me levanté de mi asiento y fui donde la mucama para ayudarla a cargar la bandeja, y de paso tocar con discreción su cintura y parte de sus caderas, todas en el palacio sabían el significado de eso.

—¿Qué tal mi querido ángel? Espero que hayas terminado tu libro diario.

—Lo hice, fue un libro magnífico. Como todos los libros que posees en la biblioteca. —Sonrió sin ganas y un poco menos cálida que lo usual.

Malas Tentaciones [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora