Capítulo 28

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- Bueno.

- Marujita, ¿te despertaste?

- Más o menos, la cabeza me da vueltas...

- No sé donde irás a parar...

Me reí, mira quién habla.

- ¿Cómo le hacemos hoy?

- Aun no sé nada, espera a que él se levante y ya quedamos...

- Dentro de poco ya estarán todos allá.

- Ya sé... La fiesta seguirá, pero yo necesito comer algo.

- Entonces encuéntrame porque tenemos que hacer las cosas bien para que no haya errores.

- Ya sé... No te preocupes porque siempre sale perfecto.

- Claro señoraaaaaaaa... Besos, te quiero.

- Yo más a ti...

Yo tenía pocos amigos, pero los que tenía eras perfectos... Siempre me ayudaban y se preocupaban por mí, de mi bienestar y de mis paranoias... Iliana para mí era más que mi brazo derecho, era mi pañuelo de lágrimas, quien sabe toda mi vida, todo lo que yo sentía y era... Siempre hacía de todo por verme feliz y ella sabía quién era mi felicidad...

Unos 40 minutos después estaba lista para comenzar un nuevo día, comenzar otra vez la fiesta, y él seguía en lo mismo, no movía un sólo músculo... No quería perder ese día maravilloso de sol y ese mar. Estábamos en Acapulco y aun no había pisado la arena de la playa, no había tenido tiempo...

Me acerqué a él y le pasé la mano por el pelo, estaba corto y no me gustaba mucho, pero ni modo, tenía que ser así... Él ni se movió. No quería despertarlo, pero tenía que hacerlo. Siempre se despertaba de malhumor, y la verdad no habíamos dormido ni cuatro horas seguidas, no teníamos mucho tiempo para estar juntos y teníamos que hacer lo que podíamos. Yo siempre digo que saldría más barato comprar un avión pequeño, porque últimamente gastábamos una fortuna en aviones.

Él decía: "Tu lo que quieres es ser extranjera...".

Le di un piquito en la punta de la nariz y mi cabello le hizo cosquillas en su rostro, él hizo una mueca y yo me reí. Era tan lindo, tan prefecto y era mío...

Abrió aquellos ojos que yo tanto amaba y que me transmitían tanta seguridad. Podía pasar años viendo a esos ojos y no me cansaría, esos ojos que me dedicaban tanto amor, tanta entrega... Para nosotros nunca fueron necesarias las palabras, sus ojos contaban lo que su alma decía, lo que él sentía.

Él me sonrió y me abrazó fuerte, echándome a la cama otra vez.

"Buen día...".

Era increíble cómo él nunca era bueno con los buenos días o buenas noches, siempre decía lo que le parecía.

"Joven, ya es bien tarde... Tenemos que salir, ¿o quieres que te mate?

Se fue todo el romanticismo, se sentó en la cama hiperventilando.

"Anahí...".

0. Relatos de mi historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora