La Casa Del Pueblo. Capitulo 3

105 14 0
                                    

Isla Pancha:
Por la mañana estoy en el pueblo ya que quiero ver la casa que me ha dejado mi padre, y la verdad, es que tengo muy pocos recuerdos de ella...
Cuando estoy andando me para un grupo de señoras. ¡Vaya como olvidarlas! Si son las cotillas number one del pueblo.
-Daniela ¿Qué tal?
Me pregunta una de las víboras del grupo enarcando su ceja derecha.
-Bien señora Lurdes, ¿y usted?
-¡Ay, hija!
Y me empieza a contar su vida, ¿para que habré preguntado? Si es que soy gilipollas.
-Bueno chicas tengo prisa, muchas gracias por vuestra agradable bienvenida.
Intento liberarme de ese nido de víboras pero ellas insisten, ¡ay que ver como se aburren!
-Espera, espera. ¿Cómo llevas que tú madre se haya casado con alguien muchísimo más joven que ella? Hoy en día no se respeta nada.
Anda que si se muerde la lengua igual se envenena.
Pero las señoras siguen, ¡vaya que si siguen!
-El pobre chico a tu madre le va a durar tres asaltos.
¡Que hija de puta la señora!
-Señora Lurdes mi madre tiene 46 años, tampoco son tantos. Y si me disculpan sigo teniendo prisa, que tengan ustedes un muy buen día.
Me alejo de ellas y las dejo en el sitio. Eso sí, cuchicheando.
Cuando entro en la casa huele a cerrado y tiene un aspecto antiguo, una escalera de caracol y un pequeño jardín con piscina. Con un poco de obra estoy segura de que va a quedar muy bien.
Las paredes parecen que están en buen estado.
Subo las escaleras y descubro que tiene cinco habitaciones, y las cinco con baño.
Nunca me he interesado por esta casa, se la dejaron mis abuelos a mi padre cuando fallecieron, pero la mayoría del tiempo la tenía cerrada, ni siquiera la alquiló...
Tiene un ático, así que bajo las escaleras hasta el suelo para poder subir en ella.
¡Vaya, que amplio! Cajas, hay varias cajas por el suelo. Una cama, un escritorio, y un baño.
Es una habitación en el ático. Me dirijo a las cajas y abro alguna que otra, y veo que dentro hay algunos libros y algunos papeles del embarcadero.
Pronto intuyo que es la causa de mis desgracias. La casa es enorme, está encima de un acantilado, aunque para ir al acantilado hay que adentrarse en el bosque.
El embarcadero está Justo enfrente de la casa donde pescaba con mi padre el acebo... Empiezo a cavilar, pero es todo tan confuso, tan extraño que no sé por donde empezar.
Empieza a sonar el timbre de la puerta, bajo y abro.
-Hola Daniela te invito a comer, mientras tu madre está haciendo algunas compras.
Y aquí está el de la mirada de chocolate, y el que hace que se me doblen las rodillas.
"¡Ehhh, quieta pará! Como se de cuenta tu madre te pone la pestaña en la nuca". ¡Puta conciencia! ¡Cállate ya coño!
-Estoy liada ahora mismo, lo siento pero no puedo acompañarte.
Sonríe, ¿Pero porqué sonríe? Lo de meterle una hostia con toda la mano abierta sigue estando en mi mente, y aunque intento pararlo la puñetera insiste. "Dale Dani, total, ¿qué es una hostia? Nada comparado con lo que te gustaría hacer con el. ¡Cállate puñetera! Él me mira y ahí sigue estando su sonrisa.
-Venga Daniela no me hagas el feo que te prometo que no te voy a comer...
Otra vez con que no me va a comer, ¡ya lo sé hijo, deja de torturarme!
Vale, pues aquí estoy en una marisquería frente al marido de mi madre, comiendo pulpo.
-Camarero a mi me pone un vino blanco y a ella un mosto, ¡gracias!
Cuando se va el camarero pregunto.
-¿Porqué tú vino y yo mosto?
-porque no me gusta ver que una mujer bebe.
¡¿Qué cojones?!
-¿Perdón? eso es muy machista y yo ya soy mayor de edad, y que además puedo beber lo que me dé la gana.
Él me mira con un gesto muy serio, no le gusta que le haya dicho eso. ¡A la mierda!
-Mira Daniela tú puedes beber lo que tú quieras, pero por favor no lo hagas delante de mi, aunque sea hoy hazme caso.
Dejo de replicarle, solo quiero que esto acabe para poderme escapar de él, mientras que la mente me está diciendo "métele la hostia, métele la hostia, corre Dani" sacudo la cabeza y aparto de mi mente esa idea, no quiero que me lleven presa por culpa de este gilipollas.
-Dani, ¿a qué te dedicas?
me mira con especial interés.
-Soy psicóloga y estuve trabajando en un hospital hasta hace unos días.
-¿Dejaste de trabajar porque te venías aquí?
-¡Si! Aunque tengo pensado en abrir un consultorio ya que me he dado cuenta de que no hay ningún Psicólogo en el pueblo, y que muchas personas se tienen que desplazar hasta Pontevedra.
A él se le ilumina la cara, parece que le ha gustado la idea si.
-Pensé que estarías aquí solo un mes o dos, me alegra saber que estarás aquí por algún tiempo.
Sus palabras parecen sinceras y su mirada chispeante me sigue quemando, aunque intento apartarlo de mi cabeza no puedo con ello; es superior a mi. ¡Porfavor un bombero!
"Enserio Daniela déjate de tonterías y céntrate"
Estoy en la calle mientras que él está pagando la cuenta.
El móvil me empieza a sonar.
-¡Hola Adelita!
-¡Holaaaaa, neni! Oye, que tengo un mes de vacaciones ¿me dices donde estás y me lo paso contigo?
-Estoy en isla Pancha, con mi madre y su nuevo marido.
-¿Con el que se lleva 20 años?
-Claro Adelita, ¿quién si no?
Pues al final quedamos en que el fin de semana viene a Isla Pancha a quedarse un tiempo conmigo, y yo que se lo agradezco.
Mientras estoy pensando en ello la voz de Alejandro retumba mis pensamientos.
-Bueno pues yo voy a buscar a tu madre, ¿te vienes con nosotros o te dejo en la casa?
-Déjame en la casa, después voy al embarcadero.
Nos miramos a los ojos, y por un momento pienso en que me va a besar, pero no sé atreve.
Nos vamos andando hasta la casa sin decir ni una sola palabra, bastante nos hemos dicho ya con la mirada.

Una isla de dudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora