La Fiesta Del Pueblo. Capítulo 16

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Adelita me ha convencido para venir a una fiesta del pueblo, se celebra que por fin han traído un cine, si, un cine. Algo tan simple como un cine al pueblo a los habitantes les ha servido para hacer una fiesta en un bar.
Cuando estoy tomándome una cerveza veo a Maxi de nuevo con esos tipos que no lo dejan ni a sol ni a sombra, ya que nunca le abandonan y siempre están con él.
Cuando me voy a acercar a él veo a Lucia y a Hugo, y no vienen precisamente con una buena cara.
-¡Hola chicos! ¿Porqué esa cara? ¿Hay alguna novedad sobre el caso de mi padre?
Lucía niega con la cabeza y Hugo no dice absolutamente nada, opta por callarse.
-Desgraciadamente no Daniela, seguimos igual de ciegos que al principio.
¡Lo siento!
-Pero algo os pasa, ¿no? ¿Qué?
-Han encontrado muerta a una amiga mía por sobredosis y no se sabe si ha sido un homicidio o un suicidio. El caso es que está muerta.
-¡Oh dios mío, lo siento muchísimo!
Realmente lo siento ya que es un tema jodido, pero tenía la esperanza de que se supiera algo de mi padre.
-Gracias Daniela.
-¿No os quedáis en la fiesta?
-No, estamos muy cansados ya que acabamos de llegar de Madrid.
-Ah, claro. Bueno, ánimo y ya nos veremos después.
Ellos se dan la vuelta y se van mientras que yo busco a Adelita, no la encuentro por ningún lado ¿donde se habrá metido ésta bendita?
Llego a la barra y me la encuentro sentada en una de las sillas del bar con Maxi, los dos están enzarzados en una buena conversación.
Risas, que si ahora te toco el pelo, que si ahora te toco el brazo para que me prestes atención.
Así que yo decido tomarme algo, lo vengo necesitando.
Una hora después estoy que no me conozco ni a mí misma, hacia muchísimo que no me pillaba una buena borrachera y la verdad es que lo venía necesitando.
A lo lejos veo a Alejandro que pronto me divisa y se me acerca, claramente no tiene buena cara, no le gusta mi estado.
-¿Te has emborrachado solo para sacarme de quicio?
Yo le miro con los ojos entornados y la verdad es que lo que le estoy diciendo mentalmente no es muy bonito que digamos.
-¿Porqué piensas que todo lo que hago va en torno a ti? No eres el ombligo de mi mundo cariño.
-Pero tú del mio sí, así que venga ¡vamos! Tenemos que irnos a casa a darte una buena ducha y un café bien cargadito.
-No quiero irme contigo a ningún lado, ¡déjame en paz!
Mientras digo todo eso me levanta de la silla y me agarra hasta llevarme a su coche.
Me pone el cinturón de seguridad y me cierra la puerta mientras que él se monta y arranca el coche.
Estamos en el embarcadero y Alejandro hace malabarismos conmigo mientras intenta que no despertemos a mi madre.
Estamos subiendo por las escaleras mientras que yo digo cosas inentendibles y Alejandro se ríe.
Estamos en el baño mientras que él me introduce dentro de la bañera y me empieza a mojar con la alcachofa de la ducha, y yo obviamente me quejo.
-Joder, al menos podrías haberme quitado la parte de arriba del vestido.
Así que lo hago, me bajo la parte de arriba del vestido negro de tirantes mientras que él no deja de mojarme.
-¿Mejor así? ¿Te gusta?
-Si, ¡me gusta! ¿Y yo te gusto?
La pregunta me sorprende hasta a mi, pero estoy borracha así que de perdidos al río.
Veo que Alejandro sonríe ante mi pregunta:
-Realmente me gusta verte así, despreocupada y sin la tensión que acumulas a cada segundo cuando estoy cerca de ti.
-No me refiero a eso, me refiero a que si yo te gusto como mujer, ¿te gusto? ¿O solo te metes en mi vida porque simplemente te aburres y quieres practicar para ser un buen padre? Porque yo hace bastante que cumplí los dieciocho, eh.
-¡Si, me gustas mucho! Demasiado, no lo sabes tú bien. Pero siempre me alejas.
Sin pensármelo dos veces lo beso, si, lo beso sin importarme nada. Sin importarme quién es él, sin importarme que es el marido de mi madre, ¡estoy harta de pensar siempre en lo mismo!
Alejandro me saca de la bañera cogiéndome en brazos mientras que le abrazo la espalda con mis piernas. Entramos en mi habitación y le tumbo en la cama sobre su espalda, mientras que yo me subo encima de él con mis piernas descansando sobre sus costados.
Nos estamos besando, él me introduce su lengua dentro de mi boca explorando cada recoveco mientras que yo empiezo a gemir.
Mete sus manos debajo de mi vestido y van directas hacia mis nalgas.
Sus manos me exploran por todo el cuerpo, mientras que yo solo lo beso y lo beso; es tan adictivo y tan embriagador que me está emborrachando más que el alcohol.
Pero de pronto para y me dice:
-Me muero por hacerte mía, pero así no, no pienso tomarte estando borracha porque mañana te vas a querer morir.
Yo me aparto de él sin contestarle e intentando no demostrarle que me he cabreado, me ha cortado en el mejor momento y no se lo perdono.
Escucho que él resopla pero no dice nada, simplemente me tapa con las mantas y yo me quedo dormida al instante, mañana será otro día.
Empiezo a tener una pesadilla, estoy en el bosque corriendo para escapar de las voces que me están llamando, esas voces que me dicen que me escape y que no mire atrás.
Me despierto sudando y mareada.
Enciendo la lámparita que está posada en la cómoda y veo que Alejandro está tumbado en la mecedora de al lado de la ventana. Está sin camiseta y con los vaqueros puestos, y con un aspecto relajado. Me fijo en su pecho subiendo y bajando por la respiración, ¡me lo quiero comer! Pero en lugar de eso lo despierto con la mano golpeándole levemente el brazo, él está desubicado dándose cuenta de que estoy enfrente de él con el vestido remangado en las caderas y con el sujetador negro.
Parpadea verías veces y se soba los ojos, mientras que yo le doy la mano y él la acepta.
Los dos nos tumbamos sobre la cama, poso mi cabeza sobre su pecho y él nos tapa a ambos.

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