Enferma Capítulo 6

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Alcobendas.
¿Pero que hora es? ¡Ay dios mío que dormilona soy!
Ding dong, ding dong.
Bajo corriendo las escaleras y abro la puerta, y para mi sorpresa me encuentro a Hugo mirándome con una cara divertida de arriba a bajo. ¿Pero que coño mira? ¡Ay, dios! Que con las prisas por ir a abrir la puerta se me ha olvidado ponerme la bata y le he abierto en ropa interior, ¡Que guay!
-¡Vaya! Desde aquel encuentro el baño no pensé en volver a verte así.
Me dice sonriendo.
-¿Se puede saber qué haces tú aquí?
-¿Tú qué hora te piensas que es niña? Tenemos exactamente media hora para coger el avión.
-¡Hostia Puta es verdad!
Dejándolo en la puerta subo las escaleras a toda mecha mientras escucho que se está descojonando, ¡idiota!
Cuando termino de ducharme y vestirme bajo las escaleras para encontrarme con Hugo en la cocina:
-Toma esta taza de café y date prisa que no llegamos.
Y bebo, ¡está buenísimo! Como la persona que lo ha preparado.
-¡Gracias!
El me sonríe. Iluso, si supiera que con eso no consigue nada.
-Venga vamos tenemos quince minutos.
Salimos de mi casa y nos montamos en su coche rumbo a un destino incierto para todos, que de todo puede pasar, y que dios nos pille confesados ¡amén!
¡Joder que frío! Galicia es un congelador, sobre todo estos pueblos marítimos.
Salimos del coche y Hugo me lleva a un bar que pone Paqui:
-¿Qué hacemos aquí?
-Supongo que tendrás hambre, así que nos vamos a tomar un buen caldito y así entramos también en calor.
Aunque no se lo digo me encanta que Hugo haya tenido este gesto conmigo, asi que entramos dentro y nos sentamos en una mesa junto a la ventan.
El caldito de pollo está de muerte, y además he conseguido entrar en calor.
Hugo no deja de mirarme, tiene una cara extraña de preocupación.
-¿Se puede saber que coño te pasa Hugo?
-¿Tú si no dices un taco no eres feliz?
Yo ruedo los ojos y resoplo:
-Pues no, así soy yo.
-Estás muy pálida y tienes los labios morados.
Su mano me toca la frente y su entrecejo se arruga.
-¡Mierda!
Dice totalmente preocupado.
-Y luego la que dice tacos soy yo.
-No seas infantil.
Lucía tienes fiebre, así que lo mejor será que te lleve a un hospital antes de que te pongas peor.
-¿Un hospital? ¿Y de qué color?
-El día en que dejes tus ironías de lado se acaba el mundo.
-A ver Hugo, aterriza, aquí no hay ningún hospital; lo mejor será buscar una farmacia comprar un termómetro y algo para que se me baje la fiebre.
-Lucía enserio busquemos algún centro de salud.
-Que no, hazme caso que yo me conozco.
Hugo me mira pensativo no le gusta mi idea, pero al menos deja de llevarme la contraria.
Salimos y nos montamos en el coche en busca de una farmacia, por suerte no nos lleva mucho rato en encontrar una.
Los dos entramos y hay una señora de unos cincuenta años atendiendo en el mostrador; le explicamos lo que me pasa y me receta un jarabe, y de paso compramos un termómetro.
La casa es grande de dos plantas con un jardín pequeño muy mono.
Subo a la habitación y me doy una ducha, cuando salgo me seco y me pongo un pijama gordito de los que me compré aquella tarde de compras con María, y de seguido me meto en la cama. Realmente me encuentro muy mal, así que me tomo el jarabe y a dormir, estoy segura que en un par de horas me encontraré mucho mejor.
No sé las horas en las que llevaré durmiendo, pero tengo muchísimo calor.
Abro los ojos y me encuentro a Hugo colocándome un paño en la frente que está muy húmedo.
-¿Cómo te encuentras?
-¡Jodida!
-¡Lucía!
Me reprende.
-Hijo que delicadito.
Hugo empieza a sonreír dándome por perdida.
-¿Tienes hambre?
-No, la verdad es que no.
-Tienes que comer algo Lucía, llevas todo el día sin probar bocado y estás débil.
-Joder Hugo pareces mi padre.
Y menos mal que no es mi padre porque mis pensamientos no son muy paternofiliales que digamos.

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