Alcobendas.
¿Pero que hora es? ¡Ay dios mío que dormilona soy!
Ding dong, ding dong.
Bajo corriendo las escaleras y abro la puerta, y para mi sorpresa me encuentro a Hugo mirándome con una cara divertida de arriba a bajo. ¿Pero que coño mira? ¡Ay, dios! Que con las prisas por ir a abrir la puerta se me ha olvidado ponerme la bata y le he abierto en ropa interior, ¡Que guay!
-¡Vaya! Desde aquel encuentro el baño no pensé en volver a verte así.
Me dice sonriendo.
-¿Se puede saber qué haces tú aquí?
-¿Tú qué hora te piensas que es niña? Tenemos exactamente media hora para coger el avión.
-¡Hostia Puta es verdad!
Dejándolo en la puerta subo las escaleras a toda mecha mientras escucho que se está descojonando, ¡idiota!
Cuando termino de ducharme y vestirme bajo las escaleras para encontrarme con Hugo en la cocina:
-Toma esta taza de café y date prisa que no llegamos.
Y bebo, ¡está buenísimo! Como la persona que lo ha preparado.
-¡Gracias!
El me sonríe. Iluso, si supiera que con eso no consigue nada.
-Venga vamos tenemos quince minutos.
Salimos de mi casa y nos montamos en su coche rumbo a un destino incierto para todos, que de todo puede pasar, y que dios nos pille confesados ¡amén!
¡Joder que frío! Galicia es un congelador, sobre todo estos pueblos marítimos.
Salimos del coche y Hugo me lleva a un bar que pone Paqui:
-¿Qué hacemos aquí?
-Supongo que tendrás hambre, así que nos vamos a tomar un buen caldito y así entramos también en calor.
Aunque no se lo digo me encanta que Hugo haya tenido este gesto conmigo, asi que entramos dentro y nos sentamos en una mesa junto a la ventan.
El caldito de pollo está de muerte, y además he conseguido entrar en calor.
Hugo no deja de mirarme, tiene una cara extraña de preocupación.
-¿Se puede saber que coño te pasa Hugo?
-¿Tú si no dices un taco no eres feliz?
Yo ruedo los ojos y resoplo:
-Pues no, así soy yo.
-Estás muy pálida y tienes los labios morados.
Su mano me toca la frente y su entrecejo se arruga.
-¡Mierda!
Dice totalmente preocupado.
-Y luego la que dice tacos soy yo.
-No seas infantil.
Lucía tienes fiebre, así que lo mejor será que te lleve a un hospital antes de que te pongas peor.
-¿Un hospital? ¿Y de qué color?
-El día en que dejes tus ironías de lado se acaba el mundo.
-A ver Hugo, aterriza, aquí no hay ningún hospital; lo mejor será buscar una farmacia comprar un termómetro y algo para que se me baje la fiebre.
-Lucía enserio busquemos algún centro de salud.
-Que no, hazme caso que yo me conozco.
Hugo me mira pensativo no le gusta mi idea, pero al menos deja de llevarme la contraria.
Salimos y nos montamos en el coche en busca de una farmacia, por suerte no nos lleva mucho rato en encontrar una.
Los dos entramos y hay una señora de unos cincuenta años atendiendo en el mostrador; le explicamos lo que me pasa y me receta un jarabe, y de paso compramos un termómetro.
La casa es grande de dos plantas con un jardín pequeño muy mono.
Subo a la habitación y me doy una ducha, cuando salgo me seco y me pongo un pijama gordito de los que me compré aquella tarde de compras con María, y de seguido me meto en la cama. Realmente me encuentro muy mal, así que me tomo el jarabe y a dormir, estoy segura que en un par de horas me encontraré mucho mejor.
No sé las horas en las que llevaré durmiendo, pero tengo muchísimo calor.
Abro los ojos y me encuentro a Hugo colocándome un paño en la frente que está muy húmedo.
-¿Cómo te encuentras?
-¡Jodida!
-¡Lucía!
Me reprende.
-Hijo que delicadito.
Hugo empieza a sonreír dándome por perdida.
-¿Tienes hambre?
-No, la verdad es que no.
-Tienes que comer algo Lucía, llevas todo el día sin probar bocado y estás débil.
-Joder Hugo pareces mi padre.
Y menos mal que no es mi padre porque mis pensamientos no son muy paternofiliales que digamos.
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Una isla de dudas
FanfictionDaniela regresa a su pueblo, Isla Pancha, allí conocerá al nuevo marido de su madre que le atrae desde el primer momento en que cruzan sus miradas. Pronto se verá envuelta en una maraña de misterios cuando trata de averiguar quién mató a su padre en...