Recreé nuestra pequeña discusión mientras que Charlie continuaba con su plática con Billy sobre sus Blanes de pesca del fin de semana. Cuando sonó el viejo reloj del estante marcando que eran más allá de las diez, Jacob se puso triste, me puso ansiosa, lo único que pude hacer es mirar a Jacob para hablar con él.
—Tú eres Adele Swan, ¿verdad?
Parecía demasiado amable, el típico niño solitario y tímido.
—Bella —le corregí.
En un radio de tres sillas, todos se volvieron para mirarme.
—¿Dónde tienes la siguiente clase? —preguntó. Tuve que comprobarlo con el programa que tenía en la mochila.
—Eh... Historia, con Jefferson, en el edificio seis. Mirase donde mirase, había ojos curiosos por doquier.
—Voy al edificio cuatro, podría mostrarte el camino —demasiado amable, sin duda— Me llamo Eric —añadió. Sonreí con timidez.
—Gracias.
Recogimos nuestros abrigos y nos adentramos en la lluvia, que caía con más fuerza. Hubiera jurado que varias personas nos seguían lo bastante cerca para escuchar a hurtadillas. Esperaba no estar volviéndome paranoica.
—Bueno, es muy distinto de Phoenix, ¿eh? —preguntó.
—Mucho.
—Allí no llueve a menudo, ¿verdad?
—Tres o cuatro veces al año.
—Vaya, no me lo puedo ni imaginar.
—Hace mucho sol —le expliqué.
—No se te ve muy bronceada.
—Es la sangre albina de mi madre.
Me miró con curiosidad. Suspiré. No parecía que las nubes y el sentido del humor encajaran demasiado bien. Después de estar varios meses aquí, habría olvidado cómo emplear el sarcasmo. Pasamos junto a la cafetería de camino hacia los edificios de la zona sur hacia el hospital, cerca de la preparatoria de ese lugar. Charlie me acompañó hasta la puerta, aunque la podía identificar perfectamente.
—En fin, suerte —dijo cuando rocé el picaporte— Tal vez en algunos años tu condición mejoré un poco.
Parecía esperanzado. Le dediqué una sonrisa que no comprometía a nada y entramos. El resto de la mañana transcurrió de forma similar a que de costumbre. Mi papa después de desayunar me fue a dejar en la casa de mi amigo, Jacob Black, a quien habría odiado un poco por lo del resentimiento sobre la trama original pero todo cambio tras mi llegada fue el único que me obligó a permanecer casi todo el día sentada tras saber mi condición. Balbuceé, me enojé y tropecé con mis propios pies al volver a mi casa. Después de varios días, empecé a reconocer varias caras en cada lugar. Siempre había alguien con más coraje que los demás que se presentaba y me preguntaba si me gustaba Forks. Procuré actuar con una actitud infantil, pero por lo generalmente mucho. Al menos, no necesité serlo por mucho. Era muy pacifico, varios momentos sin aburrimiento, pero no casi alcanzaba mi gran madures. No me acordaba de todos los nombres de las personas de la reserva y el pueblo, por lo que me limité a sonreír mientras parloteaba y les buscaba un apodo. Tampoco intenté comprenderlo todo.
Ese día era un fin de semana familiar salimos de pesca desde muy temprano, nos sentamos al final de una larga banca Jacob y yo con varias de sus cosas de pesca de Billy y Charlie. Mientras pensaba en lo que haría para la cena se me olvido de que no estaba sola. Parecían orgullosos por tener el coraje que tenía.
Desde ese momento la Literatura no solo fue mi consuelo, Sino también, mi querido amigo Jacob. Y allí estaba solo para mí, sentada en el comedor de la casa de mi papa tras ya trascurrido los años, intentando entablar conversación con él siempre era su tema para conversar de refracciones, herramientas y coches, cuando los vi por primera vez. Se veía diferente a que cuando tenía 4 años, en mi sería algo en que pensar para investigar.
Los primeros cinco años fueron difíciles. No conversaban ni comían pese a que todos tenían delante una bandeja de comida. No miraban más que fuese necesario como casi todos los demás, por lo que no había peligro: podía estudiar sin temor a encontrarme con un par de ojos excesivamente interesados. No me parecía a lo más mínimo a ningún otro estudiante. De mis dos vidas, una de ellas era una estudiante promedio y la que estoy actualmente.
Aun así, todo era aburrido. Eran blanca como la cal, los estudiantes menos pálidos de cuantos vivían en aquel pueblo sin sol. Menos pálidos que yo, que soy albina. Todos tenían ojos claros, a pesar de la diferente gama de colores de los cabellos, y ojeras redondas, similares al café de los hematomas.
Era como si todos padeciera de insomnio o me estuvieran recuperando de una rotura de nariz, aunque mi nariz, era igual al que el resto, recta, no perfecta, simétricas. Pero nada de eso era el motivo por el que no conseguía apartar la mirada de mi en varias ocasiones.
Continué con mi vida diaria pero no me podía olvidar de su típica mirada de" la rara" de sus rostros, tan diferentes y tan similares al mismo tiempo, eran una devastadora molestia. Eran rostros que nunca esperarías ver un niño, excepto tal vez en un adulto mayor.
Siendo el centro de viras de la escuela, como si no fuera poco mi cuerpo era como un cristal a punto de romperse por solo tocarlo.
Resultaba difícil de creer, chica joven y sana se enfermará, pero en mi caso sí.
A los tres años residí esa devastadora noticia, también del resto de mi familia y amigos.
Lo más doloroso no fue el hecho de que estuviera enferma, sino que podría morir en cualquier momento con un mal golpe o una pequeña cortada pequeña sin importar la edad.
Desde pequeña desee ser una bailarina por sus pasos de ágiles en mi otra vida, al contemplar sus habilidades y pensé que si practicaba a una velocidad superior a lo que habría considerado posible las podría alcanzar teniendo una oportunidad de lograrlo.
Miré rápidamente mi cuerpo, que permanecía sentada, inmóvil.
—¿Que pecado cometí aquí para ser tan débil? —me pregunté a mi misma entre susurros, sentada en la biblioteca de la primaria.
Y de repente, mientras estaba hay unos niños se me acercaron, aunque éramos de la misma clase probablemente ya lo sabia por su actitud, típico caso del acoso escolar, el me miró. Durante una fracción de segundo se fijó en mi libro, y después sus ojos oscuros se posaron sobre mis cosas. Él desvió la mirada rápidamente, aún más deprisaque yo intentando no tropezar al pararme, oscurecida de la ira.
Su rostro no denotaba interés alguno en esamirada furtiva, era como si mi presencia lo hubiera molestado y él, pese ahaber decidido reaccionar repentinamente, hubiera levantado los ojos en unainvoluntaria respuesta.
Disgustado, el chico que estaba a mi lado se río tontamente y fijó la vista en la mesa, igual que yo en donde estaban mis medicamentos.
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I have reincarnated in Twilight
FanfictionVerónica Montero Hernández, de 12 años, es asesinada accidentalmente por una tormenta por un resbalón cerca de la baranca que se le escapó a Dios. Como disculpa por ese malentedido, Dios permite a Verónica que resucite, pero como no puede regresar...